viernes, 10 de mayo de 2013

postheadericon Hijas del Señor 3x11 (fin T3)





Habían pasado veinte horas desde la boda de Rebeca. Las chicas estaban ahora en tren camino a Valle del Señor, el pueblo al que pertenecía el convento Santa Teresita. Fausti había recibido un mensaje de Dorada justo cuando salían del convite de la boda. En él, le informaba de que ya iban de camino al Santa Teresita. Ahora, estaban a puntito de llegar ellas también en el tren.

SOLEDAD: Hemos estado a puntito de irnos en avión, al final nos fuimos en yate y ahora volvemos en tren. Desde luego, monjas más modernas no se han podido ver 
FAUSTI: ¿Modernas por qué? ¿Qué pasa, Soledad? ¿El hecho de ser monjas nos impide viajar?
SOLEDAD: No, claro que no. Pero en menos de dos años, ¿cuántos viajes hemos hecho?
FAUSTI: ¿Y eso qué más da? ¡Cada una tiene sus hobbies! Nosotras, como monjitas que somos, no fumamos, ni bebemos, ni somos unas adictas al sexo...  ¡Nos gusta viajar! 
SOLEDAD: La verdad es que sí, y bien sano que es 

El tren paró. Ya habían llegado a Valle del Señor. La gente comenzó a bajarse.

SOLEDAD: Esperad que salga toda la gente, que yo entre tanto barullo no puedo pasar con la silla de ruedas.
FAUSTI: Claro, hermana. Voy a recoger las maletas.


Macu, que no había pronunciado una palabra desde la discusión en la boda, se levantó.

FAUSTI: ¿Dónde vas, Macu?
MACU: A ningún sito. Voy a mirar por allí.

Fausti estiró los brazos hacia la parte superior del vagón. Arriba, en un compartimiento estaban sus maletas atadas. Mientras salía la gente y Fausti cogía las maletas, Macu se asomó por la ventana que estaba frente a ellas. Al fondo, muy fondo, se podía ver el Santa Teresita. No se veía nadie por fuera. Parecía como si no hubiera nadie en el convento.

MACU: ¿Seguro que están allí? Estas son capaces de habernos engañado.
FAUSTI: ¿Por qué nos iban a engañar con una cosa así? De verdad, tu ya ves mentiras en donde no las hay...
MACU: Tengo mis motivos  ¿O no?
SOLEDAD:Venga, ya. Vámonos, que ya está esto más despejadito.

Las tres hermanas salieron del tren. Después, fueron avanzando por la estación hasta el camino que la conectaba con el convento Santa Teresita. Mientras tanto, las chicas fueron conversando.

FAUSTI: Ya echo de menos a Julia  ¡Era una buena mujer!
SOLEDAD: Espero que algún día venga a visitarnos, como nos prometió... 
FAUSTI: ¡Vendrá! Estoy segura. ¿Tú que opinas, Macu?
MACU: A mi es que la Julia esa me cayó muy mal.
FAUSTI: Para variar.



Las Hijas del Señor estaban ya ante las majestuosas puertas del convento Santa Teresita. Avanzaron por el largo camino de tierra que conectaba directamente con el patio central del convento y con el recibidor. Iban cargadas hasta los ojos de maletas.

FAUSTI: Esperad un momento, chicas.
MACU: ¿Y ahora qué pasa?
FAUSTI: ¡Mirad esto!

Frente a Fausti, en el suelo, había marcas de sangre. 

SOLEDAD: ¿Es... sangre?
MACU: No, si te parece es una mancha de tinta 
FAUSTI: ¿Qué habrá pasado?
SOLEDAD: ¡Entremos dentro a preguntar!
FAUSTI: Sí, seguro que alguna hermana torpe se ha resbalado o algo 
SOLEDAD: Hay muchas así.



Tras entrar por las puertas, descubrieron que el recibidor estaba desolado. El suelo estaba lleno de sangre y había un rastro que subía por las escaleras principales. Parecía como si hubieran llevado a alguien arrastrando por allí.

FAUSTI: Amor bendito, ¿qué demonios ha pasado aquí?
SOLEDAD:(Gritando) ¡¿Holaaa?! ¿Hay alguien ahí?

Obviamente, nadie contestó.

MACU: ¿Dónde está todo el mundo?
FAUSTI: ¿Tú ves que lo sepamos?
MACU Era una pregunta de esas protóricas.
SOLEDAD: ¿Protóricas? Querrás decir retórica.
MACU: Pues eso. Era una pregunta de esas.
FAUSTI: ¿Os parece que dejemos de discutir por tonterías de una vez y nos dispongamos a averiguar qué ha pasado aquí?
SOLEDAD: Vale. Propongo que nos separemos y busquemos cada una por separado.
FAUSTI: Ah, no, no. Yo no me separo. Si vamos cada una por ahí al libre nos puede pasar algo. Que parece ser que lo que ha pasado aquí es muy gordo.
MACU: Yo propongo salir de aquí y llamar a la policía.
FAUSTI: Espero que no lo hayas dicho en serio, ¿no?
MACU: ¿Y por qué no? ¡Además! Ya me habéis cabreado. Yo me marcho de aquí y aviso a la policía, ¿vale? Vosotras hacer lo que os de la gana. Pero yo no voy a entrar aquí a ver qué ha pasado cuando nada más entrar me encuentro con el recibidor lleno de sangre. Ale, ir con Dios todas.

Macu dio media vuelta y se marchó por donde vino.

FAUSTI: ¿Seguimos adelante?
SOLEDAD: Pues claro. Vamos por allí, a la cocina.



Macu salió a la puerta del Santa Teresita. Sacó su móvil y marcó el 112.

112: Ciento doce, ¿dígame?
MACU: Hola, quería avisaros de que ha pasado algo muy gordo aquí.
112: De acuerdo, ¿podría indicarnos su dirección y explicarnos brevemente el motivo de la llamada?
MACU: ¿No he sido clara? Que ha pasado algo muy chungo en el convento.
112: ¿Qué convento?
MACU: ¿Qué convento va a ser? ¡El Santa Teresita!
112: Ajá.... ¿El Santa Teresita? ¿El convento pertenece al pueblo Valle del Señor?
MACU: ¡Sí, ese mismo!
112: De acuerdo. Pero si nos disculpa, nos gustaría saber qué es eso tan gordo que ha pasado.
MACU: Pues que hemos llegado unas hermanas de un viaje y nos hemos encontrado todo lleno de sangre nada más entrar.
112 De acuerdo. Esperen en la puerta. ¡No sigan avanzando hacia el interior del convento, por favor! En seguida vamos.
MACU: ¡Vale! 

Macu colgó el teléfono e iba a volver a entrar para alertar a Fausti y Soledad, pero algo sonó tras ella. Macu se giró.

MACU: ¿Hola? ¿Quién es?

Volvió a sonar ese extraño rugido.

MACU: Esto no tiene ni puñetera gracia. ¿Fausti? ¿Sole? Ah... ¿Qué eres tú, Dorada? ¿No te bastó con la gran mentira?

Un extraño hilo de voz muy suave empezó a sonar.

CLOTI: A...yu...da...
MACU: ¿¡Hola!? ¡Esto no me gusta un pelo! ¿Quién eres? 
CLOTI: Ayu...da...por fa...vor...

Macu fue hacia donde venía la voz y atravesó varios arbustos. Anduvo un poco hasta llegar a una zona que estaba enormemente encharcada de barro. En el centro del charco, estaba tirada Cloti.

MACU: ¡Cloti! ¡Dios mío!

La hermana fue corriendo hacia donde estaba Cloti, entrando en el barro.

MACU: ¿Qué haces aquí? ¿Qué ha pasado?
CLOTI: Estaban aquí... cuando llegamos...
MACU: ¿Quiénes? 
CLOTI: Ellos... los que... nos...

Cloti no podía pronunciar una palabra más. Su propia voz le raspaba la garganta. Macu la cogió por los hombros y la fue ayudando poco a poco a salir del barro.

MACU: Cuéntame qué ha pasado, por favor.



Fausti y Soledad habían llegado por fin a la cocina del convento. Por el camino, habían encontrado todo tipo de desperfectos de lucha. Como si hubiera habido numerosos enfrentamientos en cada pasillo, en cada estancia del Santa Teresita. La cocina no iba a ser menos, y todo estaba patas arriba. Lleno de sangre y con cubiertos por los suelos.

FAUSTI: Madre de Dios. Voy a llamar a Dorada. 

Fausti cogió el teléfono y marcó el número de Dorada, pero no obtuvo respuesta.

SOLEDAD: ¿Qué?
FAUSTI: ¡No me lo coge!
SOLEDAD: Tengo mucho miedo, Fausti. Quizás Macu tuviera razón antes... ¡Vámonos de aquí, por Dios!

El miedo se respiraba en el ambiente, hasta que la puerta de la despensa fue golpeada duramente. Ambas se sobresaltaron y la miraron muy alarmadas. Volvieron a golpearla, desde dentro.

FAUSTI: Hay alguien dentro de la despensa.
SOLEDAD: ¡No la abras! 
FAUSTI: Tengo que hacerlo.
SOLEDAD: ¡No lo hagas, por Dios, no lo hagas! Te lo suplico.
FAUSTI: Soledad, por favor. Cálmate. Aquí ha pasado algo muy gordo, está a la vista, ¿no? ¡Es nuestra obligación averiguarlo!

Volvieron a golpear la puerta, esta vez, más fuertemente. Soledad avanzó con la silla hacia la encimera y cogió un cuchillo.

SOLEDAD: ¡Toma! Cógelo.
FAUSTI: ¿Qué...?
SOLEDAD: Cógelo por Dios.
FAUSTI: De acuerdo.

Fausti, con el cuchillo al frente se dispuso a abrir la puerta de la despensa. Sin pensárselo dos veces, la abrió de golpe. Entonces, Gabula salió como una loca de la despensa, con la boca llena de sangre y se abalanzó sobre Fausti. Esta cayó al suelo soltando el cuchillo. 

SOLEDAD: ¡Ahhhhhhhhhhhhh!

Soledad dio el grito más fuerte que hubiera dado en toda su vida. Gabula estaba sobre Fausti intentando ¡modrderla! Fausti, intentaba que no le llegara sosteniéndola con sus brazos. Finalmente, consiguió empujarla hacia dentro de la despensa y en una maniobra rápida, cogió de nuevo el cuchillo y se puso en pie.

FAUSTI: ¡Atrás, Gabula!
GABULA: ¡Vas a morir, zorra!
FAUSTI: ¡Tranquilízate!

Sin dar tiempo a reaccionar de otra forma, Gabula se volvió a tirar sobre Fausti y esta le clavó el cuchillo en todo el estómago. La mujer, derrotada, cayó de espaldas al suelo. Soledad echó a llorar y corrió a abrazar a Fausti.

FAUSTI: ¡Lo siento, lo siento, lo siento!  No quería hacerlo.
SOLEDAD ¡Vámonos de aquí, Fausti! No quiero ver una desgracia más. ¡Vámonos!
FAUSTI: Esto me supera, creo que me voy a desmayar.

A Fausti le costaba mantenerse en pie.

SOLEDAD: No por Dios, no me hagas esto. ¡No te me desmayes!
FAUSTI: ¡Ahhh!

Fausti se desmayó sobre Soledad. Ésta última, echó a llorar desconsoladamente. Estaba sola ahora en aquel escenario tan macabro.




Afuera, en el patio extetrior, Cloti había recuperado el habla. Estaba contándole a Macu lo que había sucedido.

CLOTI: Cuando entramos en el convento... fue todo tan... nos pilló por completa sorpresa.



Las primeras hermanas que habían entrado por las puertas del Santa Teresita se habían puesto a gritar como unas locas. Las que estaban esperando para entrar se asustaron enormemente.

DORADA: ¿Se puede saber qué está pasando?
MONJA: ¡Nos atacan! ¡Es una trampa!
DORADA: ¿Qué? ¡¿Cómo que nos atacan?!

Sin dar más tiempo al habla, unos Hijos de Satanás salieron del convento y se aproximaron poco a poco a ellas.

CLOTI: ¡Ahhh! ¡Corred!
GABULA: ¡Vamoh, ven conmigo!

Las hermanas, sin pensárselo dos veces, comenzaron a correr despavoridas por las afueras del convento. Dorada, condujo a un grupo de hermanas hacia las traseras, donde estaba el cementerio. Cloti y Gabula corrieron hacia dentro del convento, a la cocina.

Cloti y Gabula habían entrado al Santa Teresita. Los niños estaban golpeando la puerta principal.

CLOTI: No, otra vez no.
GABULA: ¡Tranquila, prezioza, que zi ze te acerca uno, le rajo vivo!
CLOTI: Quédate aquí conmigo, por favor.

GABULA: ¡Zígueme!

Cloti siguió a Gabula y fueron a parar a la cocina. Entraron en lo que parecía ser el lugar más seguro: la despensa. Allí solo había una pequeña salida aparte de la puerta que daba a la cocina, una pequeña trampilla que conducía al patio trasero del convento. La puerta que daba a la cocina era muy débil. Los niños ya estaban golpeándola.

CLOTI: ¡Esto es una encerrona!
GABULA: ¡Ahhh! ¿Y yo qué zabía? ¡No conozco ezte convento!
CLOTI: Gabula, vamos a morir aquí 

El pestillo de la puerta se estaba empezando a desencajar con cada golpe que le daban a la puerta.

CLOTI: Joder, esta historia no puede acabar así.
GABULA: ¿Y qué zerá de nuehtro niño?
CLOTI: Ya lo cuidará su verdadera madre... ahora tengo cosas más importantes en las que pensar.
GABULA: Cloti, te quiero. Zi zalimoh de ehta, te juro que noh vamo pa’ziempre de ehte maldito convento.

Fue entonces, cuando Cloti divisó la trampilla de la lavandería, casi a la mitad de la pared. Tenía la cabida suficiente para que entraran ambas de gatas, pero había un problema. Para que una entrara, la otra debía de subirla.

GABULA: Zube tú, yo te ayudaré.
CLOTI: ¡No! No te voy a dejar aquí sola. ¡Antes nos llevan por delante a las dos!

Uno de los golpes hizo saltar el pomo de la puerta. Ya solo quedaba el pestillo.

GABULA: ¡Zube de una puta vez!

Gabula, muy enfadada cogió a Cloti por el estómago y la apoyó contra la trampilla. Después la empujó hacia adentro, con la oposición de su pareja.

CLOTI: ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Déjame salir, déjame estar contigo, afuera!
GABULA: Corre, Cloti, corre.

El pestillo se rompió. Los niños entraron en la habitación y asaltaron a Gabula. Comenzaron a morderle por todas partes y a golpearla con una fuerza descomunal. Cloti se marchó a gatas por la trampilla y salió al patio. Allí comenzó a correr sin mirar a dónde iba.


MACU: Y entonces fue cuando te caiste en el barro, ¿no?
CLOTI: Sí.
MACU: Qué fuerte. ¿Y qué hacen los Hijos de Satanás aquí?
CLOTI: Solo hay que atar cabos... y llegamos a la conclusión de que los ha traído ella. Sor Pilar.
MACU: ¡Hija de mil zorras! ¡Hay que acabar con ella!
CLOTI: ¡No! Primero hay que salvar a todas las hermanas que están por el convento. No sé que ha sido de Dorada, ni de las demás monjas. Pero deben de estar por ahí.
MACU: Y Fausti y Soledad también han entrado hace ya media hora... Pero he avisado a Urgencias.



En ese mismo instante, las furgonetas del 112 entraron al convento. 

MUJER: ¿Hola? ¡¿Qué ha pasado?!
MACU: ¡Dentro! Dentro hay supervivientes, pero tengan cuidado.
HOMBRE: ¿Por qué?
CLOTI: ¡Hay gente poseída dentro! Niños. Pero los niños ya han atacado a la gente y seguramente también haya ya monjas poseídas.
MUJER: ¿Han traído aquí a unos niños poseídos? ¿Ellos son el foco de la posesión?
MACU: ¡Sí! También sabemos quién los ha traído.
HOMBRE: ¿Quién ha sido?
CLOTI: Sor Pilar. La madre superiora del Covento San Felipe. ¡Ella fue quién le dio las llaves del convento!
HOMBRE: Avisaremos a la policía. La detendrán. Ustedes dos manténganse junto a los furgones de Urgencias. Por favor, no se muevan de aquí. Nosotros ayudaremos a sus amigas y detendremos a los niños poseídos.
MACU: ¡Es que no lo entienden! No van a poder con ellos. Son muy fuertes. Hay que matarlos.
MUJER: No podemos matar a unos niños.

Un equipo de oficiales armados salieron de otro de los furgones de emergencias. El equipo, liderado por el hombre que había estado hablando con ellas penetró en el convento. Afuera, la mujer se quedó junto con Macu y Cloti.


MUJER: Mi nombre es Elisa. ¿Estás herida? 

Preguntó Elisa a Cloti al ver su aspecto. Estaba llena de barro.

CLOTI: Por suerte, yo no. Gracias.
ELISA: Si es verdad lo que nos habéis contado de que todo esto es por unos niños poseídos...
MACU: ¡Lo es!
ELISA: Estoy en mi obligación de avisar a la prensa. Jamás se había visto algo así, entenderlo.
CLOTI: De acuerdo.



En el interior del convento, Soledad seguía en la cocina, esperando a que Fausti se despertara de su desmayo. Estaba “cagada de miedo”, literalmente. Entonces, un crujido comenzó a sonar a sus espaldas. Iba aumentando su gravedad progresivamente.

SOLEDAD: ¡Noooo! Por favor... a mi no.

Soledad giró la silla de ruedas y se encontró cara a cara con un Hijo de Satanás. La mujer se lanzó hacia la derecha contra el suelo dejando caer a la desmayada Fausti también. Como no podía mover sus piernas, comenzó a arrastrarse.

SOLEDAD: ¡Ayuda por favor! ¡SOCORRO! ¡Ayudaaaa!

Justo cuando el Hijo de Satanás iba a acabar con Soledad, Dorada apareció con un cuenco de agua bendita que lanzó sobre el poseído. Éste, comenzó a chillar como si de cuchillas se tratase el agua y su piel se volvió roja hasta tal punto que se retorcía por el suelo.

SOLEDAD: ¡Dorada!  

DORADA: (Hacia el niño) Satanás, ¡yo te invoco a ti! ¡Abandona el cuerpo de este niño!

El niño se puso de cuchillas y enseñó los dientes. Sus ojos, rojos miraron directamente a Dorada. Entonces, el niño habló con una voz muy grave, la cual era muy característica y no podía ser de otro ser que Satán.

NIÑO: Eso es lo que tu quieres, furcia.
DORADA: ¡SAL DE AHÍ!

Dorada mostró su cruz y cogió una botella de agua que estaba sobre la encimera.

DORADA: ¡Está bendecida! ¡Acabaré contigo! ¡No podréis ni un pies más en este convento!

NIÑO: Te voy a matar, hija de Dios.

DORADA: ¡Ángel caído, abandona este cuerpo!

Dorada lanzó la cruz contra el niño y entonces una presencia que se pudo observar perfectamente abandonó el cuerpo del niño saliendo abruptamente desde su pecho. Salió volando y se fue por el pasillo.

DORADA: ¡Uno menos!

Soledad, estaba impresionada ante lo que acababa de hacer Dorada.

SOLEDAD: Dorada, acabas de hacer un... ¿exorcismo?
DORADA: Me da igual como lo quieras llamar. Es mi obligación. Satanás no va a pisar mi convento.
SOLEDAD: Dorada, ¿qué ha pasado aquí?
DORADA: Sor Pilar nos ha tendido una trampa. Trajo aquí a todos estos niños poseídos para que pasara lo que ha pasado. Esa hija de Satán se ha salido con la suya.

Entonces, el grupo de oficiales que había entrado en el Convento llegó junto a ellas.

HOMBRE: Creo que no. No se ha salido con la suya.
DORADA



En ese mismo momento, un grupo de policías había entrado por la fuerza en el San Felipe. Edalia muy asustada les había intentado impedir su entrada al convento, pero todos sus esfuerzos habrían sido en vano, pues los policías tenían orden de detener a Sor Pilar. Llegaron hasta su habitación y llamaron a la puerta.

POLICÍA 1: ¡Abra la puerta!
POLICÍA 2: ¡Salga de ahí de inmediato, Sor Pilar!

Todo seguía igual. Edalia llegó junto a los policías.

EDALIA: ¡Por favor, déjenla! ¡Ella no ha hecho nada mal!
POLICÍA 1: Está acusada de haber practicado posesiones demoniacas contra unos infantes. 
POLICÍA 2: ¡Tiene tres segundos para abrir la puerta o la tiraremos abajo!
EDALIA: ¡No lo hagan, por favor!
POLICÍA 1: ¡Apártese, señora!

Seguía sin haber respuesta. 

POLICÍA 1: ¡Uno!

POLICÍA 2: ¡Dos!

EDALIA: ¡No lo hagan!

POLICÍA 1: ¡Tres!

Entonces, empezaron ambos a darles patadas a la puerta hasta que la tiraron abajo. Decenas de hermanas, asustadas por las voces y los golpes habían acudido hasta allí. 

La policía salió del torreón de Sor Pilar. Allí no había nadie.

POLICÍA 2: (Hacia Edalia) ¿Dónde está?
EDALIA: ¡No lo sé! ¡Ella estaba esta noche ahí! ¡Lo juro!
POLICÍA 1: Hemos encontrado una de las estancias de su torreón llenas de cultos a Satán. ¿Y esta se hace llamar madre superiora de este lugar?
MONJA: No sé por qué, pero no me sorprende nada que Sor Pilar alabase al Demonio. Ahora entiendo muchas cosas.
POLICÍA 1: Pero la pregunta es... ¿Dónde está ahora Sor Pilar?




Sor Pilar había escapado de su habitación cuando había visto llegar los coches de los policías a su convento. Marchó corriendo hasta la habitación donde había encerrado a Loli. Se sacó del bolsillo una segunda llave que tenía de allí y entró. Una vez dentro, la cerró. Loli no estaba atada, pero la chimenea de la estancia estaba encendida.

SOR PILAR: ¡Já!

Sor Pilar fue lista y se dio la vuelta. La mujer estaba tras ella, por donde estaba la puerta cuando la abrió. Sor Pilar cogió a Loli del cuello.

SOR PILAR: Me están buscando para llevarme a la cárcel.
LOLI: ¡Ah! Entonces eso es una buena noticia 

La mujer la agarró más fuerte del cuello. La empujó contra la ventana, que abrió.

SOR PILAR: No sé cómo has conseguido desatarte pero me da igual.
LOLI: No hace falta fuerza para desatarse, solo astucia. Algo de lo que tú careces, Pilar.
SOR PILAR: Lo que te estaba diciendo, no puedo dejar que me lleven a la cárcel sin antes quitarte del medio. Tengo que matarte. Lo deseo más que nada en este mundo. 

La mujer la iba empujando poco a poco por la ventana hasta que medio cuerpo de Loli ya estaba hacia fuera.

SOR PILAR: ¿Algo que decir antes?
LOLI: Estás muy equivocada, Pilar. La que va a morir hoy, vas a ser tú.

Entonces, en un movimiento rápido, Loli le dio una patada a la mujer en la rodilla. Ésta la soltó del cuello y Loli aprovechó para empujarla contra la gran chimenea que estaba encendida tras ellas.

SOR PILAR: ¡Ahhhhhhhh!
LOLI: ¡Muere! ¡Siente las llamas del Diablo! Tanto que lo alabas, ¡siéntelo en tus carnes!

Sor Pilar se estaba quemando viva. Los gritos y golpes habían alertado a los policías, que ya estaban frente a la puerta de esa habitación, tirándola abajo. Cuando lo consiguieron, se encontraron con la escena.

EDALIA: ¡Ahhhhhh! ¡SEÑORAA!
POLICÍA 1: ¿Sor Pilar?
LOLI: Ahí está. Entre las llamas.

Sor Pilar estaba abrasada. 

POLICÍA 2: ¿Qué ha pasado?
LOLI: Intentó tirarme por la ventana. Yo solo me he defendido.
POLICÍA 1: ¡De acuerdo, intenten apagar el fuego!
EDALIA: Ya no sirve de nada. Está muerta.

Todos se quedaron mirando el fuego mientras las llamas consumían los restos de Sor Pilar. Su pelo, sus manos, sus piernas, su cruz del revés también ardió en las llamas. Entonces, Loli habló hacia el fuego.

LOLI: No lo lamento, Pilar. Es lo que te has buscado.

La prensa se había hecho eco de la Noticia de las posesiones en el Santa Teresita. Incluso había llegado a oídos de los altos cargos de La Iglesia. Ese mismo día, en los informativos de las 3, estaban dando la exclusiva.



En el cementerio del Santa Teresita, un grupo de monjas rezagadas se habían ocultado allí del ataque de los Hijos de Satanás.

MONJA 1: ¿Qué hacemos? ¡Está la policía en el convento!
MONJA 2: ¡Chist! No os mováis. Mirad, ahí hay unos niños...

El grupo de monjas se quedó paralizado. Eran diez hermanas, así que era muy fácil verlas entre los nichos. En seguida, los niños las vieron y fueron corriendo a por ellas.

MONJA 4: ¡Nos han visto!
MONJA 5: ¡Por Santa Catalina! ¡Corred todas!
MONJA 3: ¡Ahhhhhhh!



Las monjas corrieron y corrieron. Atravesaron uno de los pasillos exteriores del Santa Teresita y entonces se cruzaron con los policías que habían entrado en el convento.

POLICÍA 1: ¡Más supervivientes!
MONJA 2: ¡Ahh! ¡Nos siguen!
POLICÍA 1: Señores, atentos. ¡Vienen más!

Los oficiales apuntaron sus armas hacia los niños que habían venido persiguiendo a las hermanas. Eran tres.

POLICÍA: ¡Quietos o disparo!
NIÑO POSEÍDO: ¿De verdad creéis que podéis contra Lucifer?

Sin apenas dar tiempo a reaccionar el niño saltó por los aires y se zafó a la cabeza de uno de los policías. El otro disparó sin piedad contra los otros dos niños. Eran tranquilizantes. En seguida cayeron al suelo.

MONJA 2: ¡Virgencita mía! Qué desastre.

Finalmente, consiguieron retener al último Hijo de Satanás. Le dispararon el tranquilizante y lo reunieron con los otros. Ya los tenían a todos. Uno de los policías los llevaba en una especie de carro extraño.

PRESENTADOR NOTICIAS: Les informamos de la última hora en el convento Santa Teresita. Como os hemos ido avanzando en las últimas horas, se trata de uno de los mayores desastres en la historia de la Iglesia en os últimos años, y es el caso número uno en más cantidad de posesiones en pocas horas. En directo, nuestra compañera Isabel Antúnez, ¿Qué nos puedes contar, Isabel?



En la puerta del Santa Teresita, estaban los periodistas grabando lo que sucedía en el convento, desde allí lejos, sin entrar.

ISABEL: Aquí continuamos, pendiente de la última hora en el Santa Teresita. Como bien has dicho, se calcula que aproximadamente hay más de cuarenta personas poseídas, entre niños y adultos en este convento. Junto a nosotros está Inmaculada, una de las hermanas y compañeras de las personas poseídas. ¿Qué sientes ahora mismo, Inmaculada?
MACU: Yo solo pido ayuda. Por favor. Mis compañeras están dentro del convento. Y esa mujer, Sor Pilar, ha sido la que lo ha traído aquí. 
ISABEL: No se preocupe, Inmaculada... ¿eh?

Isabel se quedó callada. Le habían dicho algo por el pinganillo.

ISABEL: ¡Noticia en exclusiva y de última hora! ¡Sor Pilar ha sido hallada calcinada en una de las chimeneas de su propio convento!
MACU ¿Qué?
CLOTI: ¡!
ISABEL: Así es. ¡Eso nos han informado los policías que habían sido enviados al San Felipe para buscarla!

La prensa se alejó de Macu y fueron a hablar con la policía. Cloti agarró a Macu por las manos. Ambas estaban alegres en cierto modo, Sor Pilar ya no estaba entre ellas.


MACU: Estoy feliz por su muerte, si te dijera la verdad.
CLOTI: ¡Y yo! Esa mujer era puro veneno. Tiene lo que se merece. Una muerte cruel y dolorosa.
MACU: Sí...

Cloti miró a la cara a Macu, pensativa. Le tenía que decir algo.

CLOTI: Macu, Gabula ya no está entre nosotros. Tengo cincuenta y ocho años. Estas últimas semanas he estado pensando mucho sobre este tema, y creo que lo más apropiado es que entre con vosotras, al Santa Teresita. Como monja. ¡Si Dorada me lo permite!
MACU ¡Pero no has hecho la carrera ecle...!
CLOTI: Tú tampoco. Te ha enchufado ella.
MACU: Mira, tengo una idea.
CLOTI: ¿Cuál?
MACU: En cuanto me reúna con Dorada se lo voy a decir, abandono esta vida. Voy a ir a buscar a mis verdaderas hermanas. Tengo más hermanas aparte de ella, me acabo de enterar. Y Dorada ha estado todo este tiempo ocultándomelo. Tú sientes que tu vida está en este convento, como monja, en vez de ser cocinera. Y yo siento que mi vida está afuera de esta vida. Ni siquiera se me un capítulo de La Biblia...  ¡Esta no es la vida que quiero vivir!
CLOTI: Pero...
MACU: ¿Qué te parece que nos intercambiemos? Te daré mi uniforme y todo. Y yo me iré para siempre, a buscar a mi verdadera familia.
CLOTI: Bueno... vale.



Los oficiales salieron del convento, traían con ellas a Soledad, Dorada y Fausti, que estaba desmayada. La llevaron corriendo hacia la ambulancia. Soledad abrazó a Macu.

MACU: ¡Está muerta! ¡Sor Pilar se ha quemado viva en una chimenea del San Felipe!

Dorada y Soledad se quedaron completamente asombradas.

SOLEDAD: ¿Es eso cierto? 
POLICÍA: ¡Sí! Eso nos han informado.
DORADA: Vaya.
MACU: ¿Qué le ha pasado a Fausti?
SOLEDAD: Se ha desmayado. Tranquila, voy con ella a la ambulancia.

Macu se quedó mirando a la otra persona que había salido con los oficiales del convento, Dorada. Por fin la tenía cara a cara, después de saber toda la verdad. Dorada, ajena a la nueva información que poseía Macu, se acercó a ella.

MACU: Me alegro de que estés viva. Pero no te confundas conmigo, ahora lo sé todo.
DORADA: ¿Qué dices?
MACU: Se la verdad sobre papá.
DORADA: ¿Te lo contó Fausti, no?
MACU: Eso da igual. Solo quiero que sepas que me marcho. Dejo esta vida.

Macu se arrancó el crucifijo del cuello y se lo dio a Cloti, que estaba ahí, a su lado.

MACU: Ella ocupará mi lugar como hermana. Yo me voy a buscar a mi verdadera familia.
DORADA: ¡Pero...! ¡Macu, por favor! ¡Lo hice para protegerte! 

Macu avanzó hacia la verja del convento.

DORADA: ¡Inmaculada! ¡Por Dios, te lo suplico!  No te vayas... por favor.
MACU: Ya es tarde... nunca me has tratado bien, Dorada. Ni te he importado. No finjas ahora que no ha sido así. Y aunque no lo creas, soy persona, y tengo mis sentimientos.
DORADA: No te lo dije por protegerte, ¡por Dios!
MACU: ¡Yo creo que ya soy bastante mayorcita como para protegerme sola! ¿No? Me lo podías haber dicho el día que me hiciste entrar por estas puertas.
DORADA: Todavía lo recuerdo como si fuese ayer.
MACU: Pues recuerda, recuerda, porque de la misma forma que me viste llegar, me verás marchar.



Era la noche de Viernes Santo del 2011. En el salón, estaban todas las hijas del señor celebrando que Jesucristo había muerto por todos nosotros. Dorada se puso en pie y habló al grupo de monjas que había frente a ellas.

DORADA: Por que hoy ha dado su vida el señor por todos nosotros, viernes santo. Feliz Semana Santa a todas.
CHIVA: ¡Igualmente!

Alguien interrumpió la velada tocando la puerta del convento. Chiva se levantó para ir a abrir.

DORADA: No te molestes querida... ya voy yo.

Dorada fue. Abrió y se encontró con Macu, pero vestida como una mendiga. Estaba empapada, era una noche de tormenta.

MACU: Por favor... ¿puedo pasar aquí la noche?
DORADA: Tú... Te dije que no quería volver a saber nada de tí. ¡Qué me dejes en paz!
MACU: Dorada, ten piedad... Me han embargado, estoy viviendo en la calle. Por favor hermana, si tienes un poco de corazón sácame de aquí y déjame quedarme en tu convento. ¡No tengo a dónde ir!

Dorada se había conmocionado ante el relato de su hermana Inmaculada.

DORADA: Anda, pasa.

Antes de que Macu entrara, Dorada la detuvo.

DORADA: Pero si tu entras por esa puerta, tu y yo jamás volveremos a ser hermanas.
MACU: De acuerdo.




Los policías se pusieron frente a los que estaban allí. Elisa habló.

ELISA: ¡Atención todos, por favor! Queremos informarles de forma oficial, de que Sor Pilar ha fallecido este mismo mediodía en su propio convento. Según las declaraciones que nos han hecho llegar, ha sido quemada viva. Al parecer, todo ha sido un accidente.

Dorada, Macu, Soledad, Cloti y alguna que otra monja más que estaba a salvo se pusieron a aplaudir. Para ellas, esa era una noticia positiva. A pesar de que la muerte de alguien nunca es motivo de celebración, hay cosas que por ahí no pasan, y entre ellas, está la maldad de Sor Pilar.

ELISA: ¡A ver! En referencia a lo que ha ocurrido aquí... Nuestros oficiales han limpiado ya el convento, tenemos allí a todos los infectados.
DORADA: No están infectados. Están poseídos.
ELISA: Vamos a llevarles a todos al médico.
DORADA: ¡No vais a conseguir nada!

Dorada miró al grupo de poseídos. Estaban retenidos. Había como más de quince u dieciséis oficiales armados apuntándoles. Había tanto niños como monjas entre los poseídos.

DORADA: Solo la palabra de Dios puede acabar con esta cadena de posesiones.
POLICÍA: ¡Pero qué palabra de Dios ni que...!
ELISA: ¡Chist! ¡Déjala!

Dorada sacó de su bolso de mano una Biblia. Estaba un poco manchada de sangre. Se acercó junto a los poseídos.

DORADA: Me envuelvo hoy día y ato a mi una fuerza poderosa, la invocación de la Trinidad, la fe en las Tres Personas, la confesión en la unidad de Creador del Universo. Convoco hoy día a todas esas fuerzas poderosas, que están entre mi y esos males, contra las encantaciones de los falsos profetas, contra las leyes negras del paganismo, contra las leyes falsas de los herejes, contra la astucia de la idolatría, contra los conjuros de brujas, brujos y magos contra la curiosidad que daña el cuerpo y el alma del hombre. 

El cielo comenzó a oscurecerse. Una fuerza invisible parecía avanzar entre todos los que allí estaban.

SOLEDAD: Es espectacular.

Entre Dorada y los poseídos se empezó a crear una especie de cúpula de humo que con cada palabra que pronunciaba la mujer se iba haciendo más sólida.


DORADA: Invoco a Cristo que me proteja hoy día del veneno, el incendio, el ahogo, las heridas, para que pueda alcanzar yo abundancia de premio. Me envuelvo hoy día en una fuerza poderosa, la invocación de la Trinidad, la fe en las Tres Personas, la confesión de la unidad del Creador del Universo.

Los poseídos se estaban retorciendo por el suelo. Fue entonces cuando de la cúpula de humo salió una especie de visión que solo Dorada pudo ver y era su tátara-tátara abuela Francisquita, que era una mujer que en el pasado había practicado muchos exorcismos en ese mismo lugar.

FRANCISQUITA: Vamos, Dorada. Estás a punto de acabar con todo esto. Es solo un esfuerzo más.

Dorada sonrió y continuó con sus palabras mientras era observada por toda la gente y la visión de Francisquita la Tuerta.

DORADA: Del Señor es la salvación, del Señor es la salvación, De Cristo es la salvación. 

Las presencias comenzaron a salir de los cuerpos de los poseídos y se evaporaron por el aire. Francisquita miraba orgullosa como se estaban esfumando todas y cada una de las posesiones. Las personas que ya no tenían el espíritu de Satán dentro, empezaron a recobrar su conciencia. Fausti también despertó en la ambulancia y se bajó corriendo, reuniéndose con Soledad y Cloti que observaban la escena. Macu, estaba a lo lejos, mirándola también.

DORADA: Tu salvación Señor esté siempre con nosotros. Amén.

La cúpula del exorcismo se esfumó. Todas las oscuras nubes que cubrían el cielo comenzaron a evaporarse también Los poseídos continuaban recobrando la conciencia.

SOLEDAD: ¡Lo ha conseguido!
ELISA: ¡Bieeeen!

La gente comenzó a aplaudir efusivamente. Hasta Isabel, la periodista hizo una conexión en directo con el informativo para informar de la última hora.

ISABEL: Finalmente, Sor Dorada ha conseguido practicar el exorcismo a las cuarenta y cuatro personas poseídas. Ha sido todo un éxito. Le seguiremos informando aquí, en las Noticias de las 3.

Dorada corrió a abrazar a Fausti, Soledad y Cloti. Macu continuaba apartada.

FAUSTI: Se lo he dicho.
DORADA: Lo sé. Hiciste lo correcto. Fui yo quién debió decírselo hace años.
FAUSTI: Lo hecho, hecho está.

Las personas se pusieron en pie. La ambulancia empezó a atender a todos aquellos que habían sido poseídos. Unos enfermeros salieron de dentro del Santa Teresita con una camilla, en la que estaba el cadáver de Gabula, con el cuchillo clavado en el estómago aún.

FAUSTI: Lo siento mucho... hice lo que pude.
CLOTI: Estoy segura de que ahora estará en un lugar mejor.

Cloti se colgó el crucifijo que le había dado Macu y sonrió.



Mientras la prensa y demás medios eclesiásticos se hacían eco de lo que había sucedido aquel día 4 de abril de 2013 en el convento Santa Teresita, algo que iba a pasar para la historia de la Iglesia, las hermanas entraron por fin al convento y comenzaron a arreglarlo.

FAUSTI: Hay que ver cómo nos lo han dejado todo... 
CLOTI: ¡Y ahora nos toca limpiarlo! 
DORADA: Me hubiera gustado ver como Sor Pilar se quemaba...
FAUSTI: Espero que esté en el mismísimo Infierno.
DORADA: Ni el Infierno tendría cabida para un alma tan cruel, te lo aseguro.
CLOTI: ¿Por qué lo hizo? Quiero decir... ¿Por qué desde el primer día tenía planeado montarnos esta encerrona en el convento? 
DORADA: Ahí tienes la respuesta.

Dorada señaló con la cabeza un pequeño trofeo que había en una de las cristaleras de exposición, ahora rota. Era un trofeo a la “Vida e Historia del Santa Teresita”. Debajo ponía Premio Vida e Historia por su antigüedad e armonía. 

DORADA: El San Felipe, junto con otros conventos más y el Santa Teresita, estuvieron nominados hace años para ganar este trofeo. Lo ganamos nosotras, por los más de cien años de historia del Santa Teresita. El San Felipe quedó segundo.
FAUSTI: O sea, todo es pura envidia.
DORADA: Sí, a veces, la envidia es uno de los peores sentimientos, junto a la venganza.
SOLEDAD: Y todo se ha juntado en esa mujer.
DORADA: Yo... me puedo arrepentir de muchas cosas en esta vida, pero de lo que más me arrepiento, es de habernos ido al San Felipe el día que se nos quemó el convento. 

Una hermana corrió hacia Dorada. Llevaba un teléfono. Dorada lo cogió.

DORADA: ¿Sí?
TLF:.....
DORADA: ¡Es una gran noticia! ¡No puedo decir que no!
TLF:...
DORADA: De acuerdo, ¡muchas gracias!

La mujer colgó.

CLOTI: ¿Qué?
DORADA: Era del Vaticano. ¡Me han contratado como la jefa del Departamento de Posesiones, Exorcismos e Investigación contra la Ciencia del Alma!
FAUSTI ¿Eso quiere decir que...?
DORADA: Abandono el Santa Teresita. Fausti, eres tú quien llevará desde ahora este convento.

Fausti se puso colorada.

FAUSTI: ¿Pero qué estás diciendo?

Dorada se quitó su capa de madre superiora y se la tendió en los hombros a Fausti.

DORADA: Enhorabuena por su puesto, Sor Faustina.
SOLEDAD: ¡¡¡Enhorabuena!!!
CLOTI: ¡Te lo mereces! Tú más que nadie.




Ya han pasado tres semanas desde el día del ataque. Las cosas acabaron bien ese día en un sentido, pero en otro no tanto. Nos libramos para siempre de los Hijos de Satanás y todo acabó, a simple vista, bien.

Yo, Soledad, he sido destinada a un convento de Guadalajara. Ahora estoy escribiendo una pequeña novela. Se titula “Hijas del Señor”. Narra nuestro drama en el ataque de los poseídos. Este es el epílogo. El epílogo de una historia que, a día de hoy, se sigue escribiendo. Desde el día del ataque que no hablo con ninguna de las otras hermanas. Pero sé qué ha sido de ellas.

Dorada ahora está trabajando en el Vaticano. La han contratado en un departamento especialista en posesiones y cosas de esas... me parece a mí, que esta ya se ha ganado la vida con el macro-exorcismo que hizo. Me alegro por ella. Quizás nunca más la vuelva a ver.

Macu sigue buscando a su otra familia. La que le ha ocultado Dorada durante todos estos años al no contarle que su padre estaba vivo. Lo peor de todo, es que duerme en la calle por las noches, y por el día se dedica a buscar y buscar por las ciudades. Esta chica no va a acabar bien, y con lo cabezona que es, nunca volverá a pisar un convento.


MACU: ¡Oiga, señor! ¿Sabe dónde...?
SEÑOR: ¡Quítate del medio! ¡Mendiga! 

Fausti ha sido reconocida ya por la Santa Iglesia como madre superiora del Santa Teresita. Eso era algo que estaba bastante claro. Ella siempre lo ha valido como monja, y más que valdrá como madre superiora. Espero que le vaya bien también .

MONJA: Sor Faustina, he encontrado en mi habitación esta vieja pulsera. ¿Es suya?
FAUSTI: ¿Mía?
MONJA: Sí, como usted dormía aquí antes...
FAUSTI: Ah... pues no es mía. Es de... (piensa en Macu) bueno, da igual. Quédatela tú.

A su vez, Loli es madre superiora del San Felipe. Ahora es ella quien manda allí. Su mano derecha es Edalia, ¡por fin hace algo bien!. Pienso que el San Felipe está en muy buenas manos.

EDALIA: Sor Loli, ¿le parece bien que montemos el mercadillo en la iglesia este mes?
LOLI: Por supuesto, ¿cómo no?

Cloti está encantada con su nueva vida como monja en el Santa Teresita, por lo que me han hecho saber. Espero que la disfrute como ella solo sabe hacer. Aunque el problema vendrá cuando llegue el bebé que ha "encargado". A saber qué hace... 

CLOTI: ¿Y el último es el... Apocalipsis?
FAUSTI: ¡Sííí!
CLOTI: ¡Bien! Por fin me se La Biblia 

Por último, me gustaría destacar que Pilar ni siquiera fue enterrada. Fue de tal manera como se calcinó que hasta sus cenizas se confundían ya con las de la chimenea. Ahora, sus restos arderán por siempre en ese lugar, como se merece. 

Soledad cerró el libro. Se acercó con la silla de ruedas al pequeño escritorio de enfrente para dejar el libro, pero justo cuando iba a guardarlo, se acordó de algo más que no había anotado y lo volvió a abrir.

También me gustaría destacar, que desde el día del ataque, llevo soñando una y otra vez con el mismo sueño. Más que un sueño es una pesadilla. Me atormenta cada vez que la vivo por las noches. No sé que hacer, aunque tengo un mal augurio.

Finalmente, guardó el libro y se acostó en la cama. Entonces, la pesadilla la volvió a atormentar... una noche más.

Soledad, Dorada, Fausti, Cloti y Macu estaban en un lugar tenebroso. El cielo era rojo como la sangre, y era difícil caminar por el suelo, pues había enormes senderos de lava por ambos lados.

DORADA: ¿Dónde estamos?
CLOTI: ¡No puede ser...!

Macu miró hacia el frente y cientos de espíritus sobrevolaron sus cabezas. Fausti dio un paso al frente.

FAUSTI: Hemos muerto todas.
DORADA: Y está claro donde estamos.
CLOTI: ¡Nooooo! ¡Esto no puede estar pasando!


Así era, las chicas estaban en el Infierno. ¿Por qué? Soledad se despertó bruscamente. Ella pensaba que esto que la atormentaba cada noche era un simple sueño, pero la verdad es que era algo más que eso, era algo que iba a pasar.

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