domingo, 28 de abril de 2013

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El avión con destino a Atenas, el lugar en el que Rebeca iba a celebrar su boda con Rupert, estaba a punto de despegar. Las hermanas del San Felipe se colocaron los cinturones.

MACU: ¡Huy! Esto ya lo hemos hecho más de una vez.
FAUSTI: Con esta, es la tercera vez ya que viajamos en avión.
SOLEDAD: ¡Para mi la primera!
MACU: Y la última...
FAUSTI: ¡Macu, no digas eso ni en broma!
MACU: Jijijiji...
SOLEDAD: La verdad es que me alegra mucho que Rebeca me haya invitado a su boda sin apenas conocerla.
FAUSTI: Es una buena chica.
SOLEDAD: Oye, ¿dónde se ha sentado Dorada?
MACU: Pues no sé. Estaba con Santiago la última vez que los vi en el aeropuerto.


En el aeropuerto, Dorada y Santiago estaban hablando mientras observaban el panel de las salidas y llegadas de los vuelos.

SANTIAGO: Ya estará a punto de salir el avión a Atenas.
DORADA: Nosotros nos vamos al Vaticano. 
SANTIAGO: Hasta las seis no sale nuestro avión...
DORADA: ¡Pues nada! Nos quedamos por aquí rezándole a Benedicto, porque otra cosa no queda.

Santiago frunció el entrecejo y miró a Dorada.

SANTIAGO: ¿Lo dices de forma sarcástica? ¿Acaso crees que a mi me apetece estar aquí contigo, esperando?
DORADA: Espero que no, porque después de todas las cosas que han pasado, si llegas a sentirte bien estando conmigo, es para llevarte a Houston 
SANTIAGO: Dorada, vamos al Vaticano por motivos profesionales.
DORADA: Sí, sí. De ello no hay duda.



En el convento San Felipe, la madre superiora había citado en su despacho a Loli, su antigua ayudanta, para pedirle explicaciones sobre su vuelta al convento a pesar de que la hubiera despedido. Ahora tenía una nueva ayudanta, Edalia, que estaba herida, pero al menos estaba viva.

SOR PILAR: Que estés aquí no quiere decir nada. Esto es un convento de caridad, cualquier persona puede venir a él a rezar o a visitarlo. Tú aquí, ahora mismo, eres solo eso, una visitante. Tu puesto ya ha sido ocupado, ¿vale?
LOLI: De acuerdo seño... de acuerdo, Sor Pilar.

Antes de irse, Sor Pilar agarró a Loli por el brazo. No podía dejar ir a la que había sido su ayudanta durante todos estos meses sin preguntarle antes algo.

SOR PILAR: Loli, ¿De verdad que entregaste el parte de obras falso al ayuntamiento cuando te lo di hace unos meses?
LOLI: ¿Por qué debería de responder a esa pregunta? Ya no trabajo para usted 

Por primera vez, Loli había demostrado una actitud chulesca contra Sor Pilar. Ambas estaban igual de impresionadas. Es como si el siervo se rebelara contra el amo.

SOR PILAR: Eres veneno, hermana.
LOLI: No se equivoque. Yo no he hecho jamás nada que vaya a perjudicar a nadie. Yo no permití que usted envenenara a esas hermanas para evitar sus muertes y para que no acabara usted en la cárcel. Yo no envié esa orden falsa de parar las obras para no perjudicar a las hermanas del Santa Teresita. ¿Quiere saber algo más? ¿No, verdad? Me alegro (La mira desafiante) Porque yo solo soy una servidora de Dios en la Tierra. Como debería de ser usted. La diferencia es que usted, más que servir a Dios, parece que está sirviendo a Satán.

Esas palabras fueron como un puñal en el pecho para Sor Pilar, que abofeteó a la hermana, como ya había hecho días antes.

LOLI: Por aquí no paso. Ya no.

Loli le devolvió el bofetón de una manera más fuerte, mientras que le caían lágrimas de los ojos.

LOLI: Es la segunda vez que me abofetea en menos de una semana. Y no voy a consentir eso... y ahora menos que ya no trabajo para usted. He venido aquí a presentarme como nueva hermana del San Felipe. No como ayudante suya, sino como una hermana más. Ah, y no va a tener otra que aceptarme, porque de lo contrario, todo el mundo se va a enterar de lo que usted ocultaba en su habitación la noche que nos asaltaron los Hijos de Satanás, y de quién está tras esta orden falsa de parar las obras del Santa Teresita.

SOR PILAR: ¡Nooo! 

Loli se marchó por fin de allí, dejando a Sor Pilar con una mano delante y otra detrás. Esta situación la había pillado totalmente en sorpresa. No se esperaba para nada la vuelta de la hermana al convento y mucho menos que se rebelase contra ella de tal manera y la chantajeara. La tenía bien agarrada, no le iba a quedar más que aceptarla.



En el aeropuerto, el avión con destino a Atenas no salía. Aún seguía el avión sin moverse.

MACU: ¡Que me duermo!
FAUSTI: Macu por favor, ¡tranquila! Estarán esperando a que lleguen más pasajeros.
MACU: ¿Más pasajeros? ¡Pero si está el avión que no cabe una mosca!
SOLEDAD: Fausti, tu hermana tiene razón. Tiene que haber algún problema para despegar.
FAUSTI: Bueno, vosotras poneros los cinturones.
MACU: Huy, si. Porque como cuando vayamos en mitad del Atlántico y se estropee el avión y caiga en una isla desierta yo no pienso ponerme a buscar a otra gente para que luego resulte que esté todo programado y sea un cambio de tiempo...

Fausti y Soledad se miraron divertidas.

FAUSTI: ¿?
MACU: ¿No habéis visto Per...?
SOLEDAD: Déjala, ella en su mundo es feliz 
FAUSTI: Sí. 

Una mujer iba a levantarse al baño a hacer pis, y tenía que pasar por el sitio en el que estaba Soledad con la silla de ruedas, y la mujer era más bien corpulenta, o de una forma más soez, rellenita. Bastante rellenita.

MUJER: ¿Hola? ¿Me dejas pasar, por favor?
MACU: Huy, Soledad, deja pasar a la gorda.
FAUSTI: ¡¡¡!!! ¡Inmaculada, por Dios! (A la mujer) ¡Perdónela, por favor! ¡Perdón!

Fausti se levantó de inmediato de su asiento y apartó un poco la silla de Soledad para que la corpulenta mujer pudiera pasar.

MUJER: No pasa nada... si total, no es la primera vez que me lo dicen: A ver si te piensas que en cincuenta y siete años de vida que tengo nadie me ha dicho alguna vez en mi vida que estoy gorda... Por favor, no me toquéis el coño, anda.
FAUSTI: Bueno, vale... yo solo intentaba ser amable 
MUJER: Y se lo agradezco. Pero ahora, sino le importa, quítese usted del medio que me meo las bragas, y son las únicas que tengo, porque las otras se me olvidaron de meterlas en la maleta, ¡que mira que yo quería meterlas, eh! Pero nada. Mi hija parece que está en la edad del pavo, de la gallina o de lo que sea, pero el caso es que no metió las bragas en la maleta. Y ahora quien se tiene que aguantar con unas bragas para tres días soy yo.
MACU
SOLEDAD: Vale, jeje.

La mujer se marchó.

FAUSTI: Uff, que pesada es la pobre...
MACU: En cualquiera de los sentidos 
FAUSTI: ¡Macu, para ya!

En ese mismo instante, la voz del piloto comenzó a sonar por los altavoces.

PILOTO: ¡Señoras y señores pasajeros! Va a ser imposible hacer el despegue a Atenas. Tenemos problemas con el avión. Por favor, procedan pues ahora, haciendo caso a las azafatas a salir de éste, y esperen unos dos días hasta que llegue el próximo avión con destino a Atenas. ¡Gracias!

Toda la gente se comenzó a quejar.

SOLEDAD: ¡Nos vamos a perder la boda!
FAUSTI: Si nos vamos en el avión de dentro de dos días, no vamos a llegar a tiempo... 
MACU: Bueno, tampoco es que me hiciera a mi una ilusión tremenda ir allí...

La mujer corpulenta llegó otra vez allí. Había escuchado el mensaje por el camino. Su hija se había levantado ya del asiento.

MUJER: Pues nada Sorayita, si ya te dije yo que era mejor que nos fuéramos en el yate y llegábamos antes.
FAUSTI: ¿Perdone? ¿Tiene yate?
SOLEDAD: ¡Fausti, no...!
FAUSTI: ¿Por qué no? Si tienen un yate y van a viajar a Atenas, no creo que les importe llevarnos a nosotras tres, ¿no?
MUJER: ¿Sí?  ¿Vendríais con nosotras en el yate? ¡Perfecto! Me haría mucha ilusión. 
MACU: Pero vamos a ver, ¿cuánto tiempo se tarda en llegar en el yate allí?
SORAYA: Más o menos... unas diecinueve u veinte horas o así.
FAUSTI: ¿Tan rápido va eso?
MUJER: Hombre mujer, es uno de esos yates súper modernos. Y no es nuestro. Pero nos lo podemos permitir. Lo podemos alquilar en el puerto, que viene con capitán de esos que lo llevan y todo.
FAUSTI: ¡Que no se hable más pues!
MACU: ¡Que no! ¡Yo no quiero!
FAUSTI: ¡No me seáis sosas! Es una oportunidad de oro... además, el avión ya lo tenemos muy visto. Yo nunca he viajado en barco... 
SOLEDAD: Bueno, vale...
FAUSTI: ¡Vamos!
MUJER: ¡Al puerto todas!



Cloti y Gabula ya habían encontrado su vientre perfecto de alquiler. Era una sobrina de una amiga de Gabula de cuando ella era joven. Estaba encantada en hacerlo. Cloti estaba llamando ahora al médico.

CLOTI: Ya tenemos el vientre.
MÉDICO: ¡Perfecto! Pasaros mañana por la clínica, por la mañana.
CLOTI: ¿Con ella?
MÉDICO: Pues claro... ¿no? ¿Cómo la inseminamos entonces?
CLOTI: ¿Y el semen?
MÉDICO: ¿Qué pasa con el semen?
CLOTI: ¿De dónde sale el semen?
MÉDICO: Eso lo tenemos nosotros aquí, en las neveras.
CLOTI: ¿En las neveras guardáis eso? Qué raro, oye. Nunca lo había oído. Bueno, mañana por la mañana nos tienes allí. Adiós.
MÉDICO: ¡Hasta mañana!


Cloti colgó. Gabula estaba esperando ansiosa a que ésta le contara qué le había dicho el médico.

GABULA: ¿Y qué paza?
CLOTI: ¡Ya está hecho! Mañana vamos a que la inseminen.
GABULA: Poh muy bien... ¿y luego zon nueve mezeh?
CLOTI: Sí.
GABULA: Buuhh..... ezo eh mucho.
CLOTI: Pues es lo que hay, hija.

Ambas se dieron un beso y se marcharon a la cocina.

Dorada y Santiago habían montado en el avión con destino a el Vaticano. Ya faltaba muy poco para llegar.

DORADA: Qué ganas tengo de ver el discurso...
SANTIAGO: Y que lo digas.
DORADA: Santiago, ¿por qué siempre has sido así?
SANTIAGO: ¿Así, cómo?
DORADA: Así de interesado. Te mueves como quieres y solo miras por ti.
SANTIAGO: Así de bien me ha ido.
DORADA: Es que tu comportamiento es muy raro. No te he perdonado lo que pasó en el Santa Teresita, que lo sepas. Que estemos los dos aquí de camino a Atenas para ver el último discurso de Benedicto no quiere decir nada.
SANTIAGO: Yo tampoco creo que eso quiera decir algo. Y además, no tenía muchas intenciones de pedirte perdón para que tú me perdonaras.



Las chicas ya habían salido en el yate camino a Atenas. Pero la pregunta es ¿llegarían a tiempo para la boda de Rebeca? Ahora estaban en popa, sentadas todas al pie de una mesa, al calorcito del Sol y tomando algo.

MUJER: Para que lo sepáis, porque yo tengo una cabeza de elefante, y se me ha olvidado deciros que me llamo Julia. Vosotras ya me habíais dicho vuestros nombres, pero yo ni mú, oye 

Macu miraba el horizonte.

MACU: Huy, pues es verdad que este barquito va muy deprisa, ¿eh?
SOLEDAD: Dios no quiera que pase nada...
JULIA: ¿Y por qué iba a pasar algo, hermana? ¿Te puedo llamar así, no? Es que como vas vestida de monja, por eso te pregunto, porque ¡oye, yo que sé! Quizás es porque te gusta vestirte de monja y...
SOLEDAD: No, querida. Las tres somos monjas.
FAUSTI: Hijas del Señor me gusta llamarlo a mi 
JULIA: Amm... una profesión muy bonita, sí. Pero La Biblia no se sostiene por sí sola. Últimamente, mi hija me ha traído cosas del colegio que me han echado ganas de echarme a llorar. La Biblia tiene muchas incongruencias.
FAUSTI: ¿Ah, sí? ¿Por qué antes de hablar no demuestras que lo que dices es cierto?
JULIA: Porque yo no soy la que tengo que demostrar nada. Es la Iglesia la que debe demostrar cómo cónchiles si Adán y Eva solo tuvieron dos hijos, ambos varones, pudo salir de ahí la descendiencia que diera lugar a los siete mil millones de personas que actualmente habitan este planeta. Es que eso no cabe en ninguna cabeza decente.
MACU: ¡Sí Señor, bien dicho!
FAUSTI: ¡Macu! ¡Eso no es así!
JULIA: ¿Cómo que no es así? En La Biblia dice eso...
FAUSTI: Ya lo se, querida, pero...
JULIA: Ni peros ni manzanas. Si estás a favor de algo, en este caso de una religión, debes saber defender tu posición y tus argumentos. Al menos es lo que me enseñaron a mí y lo que yo procuro enseñarle a mi hija.
FAUSTI: La Biblia no hay que creerla al pie de la letra... parece mentira que a estas alturas aún digamos estas cosas. La Biblia hay que interpretarla.

Soraya, la hija de Julia, la llamó desde dentro de una de las habitaciones del yate. Esta fue a ver qué quería. Fausti se levantó. Se quitó la cruz del pecho y la colgó en la pared, en un clavo que sobresalía de ella.

FAUSTI: Ahí estarás mejor durante este viaje. Al menos nos protegerás a todos.

Después se acercó a la mesa, con las otras.

MACU: A mi me pone de los nervios la gorda esta...
SOLEDAD Chist, ¡que te va a oír!
MACU: ¡Me da igual ¡Es que habla mucho!
FAUSTI.: Ya lo sé. Pero sino fuera por ella, nos quedamos sin boda. Y por la velocidad que lleva esto, parece que si vamos a llegar a tiempo a Atenas.
MACU: Esto no va a acabar bien... que lo sé yo. La gorda acaba por la borda.



Era de noche. El teléfono del San Felipe estaba sonando. Sor Pilar lo cogió, ya que estaba pasando por el pasillo casualmente cuando empezó a sonar.

SOR PILAR: ¿Diga?
VOZ: ¿Es usted Dorada?
SOR PILAR: ¿Eh... síi? ¿Por qué?
VOZ: Somos los de la constructora. Es que las obras de su convento ya están acabada. Solo tiene que pasarse por aquí a firmar unas cosas y ya pueden trasladarse nuevamente.
SOR PILAR: Ajá.
VOZ: Los cobros ya los hemos efectuado de la tarjeta de crédito que nos dejó. Pásese por aquí mañana por la mañana y le devolvemos las llaves de su convento.
SOR PILAR: ¡De acuerdo! ¡Hasta mañana!

La madre superiora colgó el teléfono con una sonrisa de oreja a oreja en la cara.

SOR PILAR: ¡Gracias! ¡Gracias Señor!

La mujer saltaba de alegría.

SOR PILAR: Gracias por darme este regalo.




Fausti, Macu y Soledad estaban dormidas en un camarote del yate, cuando comenzaron a oír voces y gritos en mitad de la noche.

MACU: ¡Dios! ¿Qué habrá pasado?
FAUSTI: Tranquilas, voy a ver. No os mováis de aquí, por favor.
MACU: ¡Y un cuerno! Yo voy contigo a ver.
SOLEDAD: Macu, no me dejes sola, por favor.
MACU: Jooo... bueno, vale.

Fausti salió del camarote y siguió los gritos hasta algo que parecía ser un aseo. Allí dentro estaba Julia.

FAUSTI: ¿Julia? ¿Estás bien? ¿Qué pasa?
JULIA: ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhh!
FAUSTI: ¡Julia, por Dios, contesta!
JULIA: ¡Se ha acabado!
FAUSTI: ¿El qué?
JULIA: ¡El papel higiénico!
FAUSTI: ¿Y? ¿No hay más ahí?
JULIA: ¡No!
FAUSTI: Pues voy a ver si hay por ahí.
JULIA: ¡No! ¡No hay! Sorayita ya ha buscado...
FAUSTI: Pues a ver. Voy a mirar en mi bolso, a ver si tengo pañuelos o algo.

Fausti fue corriendo y comprobó que no tenía pañuelos. Volvió en seguida.

FAUSTI: No tengo, lo siento 
JULIA: ¡Ahhhhhhhhhh!
FAUSTI: Tranquila, no te alteres. Voy a preguntarle al capitán. A ver si tiene él. ¡No me puedo creer que no haya ni un solo pañuelo, paño, papel o algo en este yate!
JULIA: Había servilletas de papel. Pero esta tarde las gasté todas para limpiarme del helado...
FAUSTI: Si es que tú también... 



Fausti salió afuera para ir a la cabina de mandos. Fuera hacía bastante fresquito, aunque había unas vistas preciosas: el mar de noche. Cada vez estaban más cercas de Atenas. La mujer entró en la cabina de mandos y allí estaba el capitán.

CAPITÁN: ¿Hola?
FAUSTI: Siento mucho entrar y ser tan directa, pero es una urgencia, ¡necesitamos papel del vater!
CAPITÁN ¿Y no hay?
FAUSTI: No hay. En todo el yate, ni pañuelos, ni servilletas, ¡ni nada para limpiarse! Y Julia se ha quedado en el vater, sentada. Acaba de...ya sabe... defecar...
CAPITÁN: Mmm... pues yo había gastado el último paquete de pañuelos antes, en sonarme los mocos, ¡lo siento!  De todas maneras, solo quedan siete horas para llegar. Si se espera hasta entonces... sino, que se limpie con una toalla o algo...
FAUSTI: ¡Por Dios! ¡Qué guarrería! (Se santigua)



Llegó la mañana siguiente. Cloti y Gabula se presentaron en la clínica de reproducción asistidas acompañadas de la chica que ejercería de vientre de alquiler.

MÉDICO: ¿Tú eres la...?
CHICA: Sí, sí, soy yo.
MÉDICO: Entrar las tres conmigo. Tenéis que firmar unos papeles.

Los cuatro entraron con el despacho y se sentaron.

MÉDICO: Esto no puede salir de aquí. Pasaran los nueve meses y usted deberá venir a esta clínica cuando vaya a dar a luz, eso es vital. De esa forma, cuando el niño nazca, usted se lleva el dinero y ellas el bebé.
CLOTI: Vamos, lo que viene a ser el mercado negro 
MÉDICO: Es que esto es ilegal en España. Pero es necesario.
GABULA: ¡Boh! ¡Y tanto!
MÉDICO: Pues firmen ahí, y ahí.

Las chicas firmaron.

MÉDICO: Por favor señorita, pase conmigo.

De dentro de la sala, salió un chico bastante atractivo que miró a las dos. El doctor le dijo que podía irse. El chico le entregó un botecito. Lo apoyó en la mesa.

CLOTI: Huy, ahí está nuestro hijo. Creo 
GABULA: Poh zi... 
CLOTI: Ya verás como todo sale bien 
GABULA : Ezo ehpero... ezo ehpero.



Dorada y Santiago estaban en plena plaza del Vaticano. El papa Benedicto XVI estaba a punto de salir a hablar con sus devotos. 

DORADA: ¡Benedictooooo, Benedictooooo! 
SANTIAGO: Disculpa, me voy un momento.
DORADA: ¿A dónde?

Santiago sacó un arma. Tenía insignia de ‘El Consejo’, la organización que hasta hace poco había estado conspirando contra el papa. Y él había sido uno de los principales cabecillas.

DORADA: Por favor, Santiago. Guarda eso. ¡Guárdalo!

La mujer le abajó el arma. La plaza estaba llena de gente.

DORADA: No voy a dejar que hagas lo que estoy pensando. 
SANTIAGO: Es el momento perfecto.
DORADA: ¡Pero es que tú estás loco o qué! ¿Para qué quieres hacerlo? ¡Si se va a ir él solo! No hace falta ya nada. Por Dios, Santiago.
SANTIAGO: Déjame. Déjame Dorada. Aquí hay mucha gente, no quiero tener un accidente contigo y que luego no encontraran tu asesino.

Dorada se apartó de él.

DORADA: Te repugno, Santiago. Eres una persona cruel.
SANTIAGO: No sabes lo que he tenido que sufrir en esta vida, Dorada. No lo sabes bien.




Por fin habían llegado a Ateneas, la gran ciudad. Como se solía decir. Estaban en un pequeño puerto. El capitán había ido a una tienda a comprar pañuelos y Julia se estaba limpiando en esos momentos. 

MACU: Desde luego, a mi ayer me cuentan esto y yo es que no me lo creo... 
FAUSTI: Pues anda que yo... 

Julia salió del baño.

JULIA: Por fin 
SORAYA: ¡Mamá! Ya hemos llegado.
JULIA: Ya lo sé, hijita. El capitán fue a comprar los pañuelos, que ¡bendito sean estos pañuelos!
SOLEDAD: ¡Chicaaaaas! Las once hora griega. A las cinco tenemos boda.
MACU: ¡Cierto! Nos tenemos que ir.

Fausti salía con las maletas en ese mismo instante de su habitación del yate..

FAUSTI: Bueno, pues... ha sido un placer. ¿Ustedes a donde van ahora?
JULIA: ¿Nosotras? Pues ya os contamos ayer por la tarde.
MACU: ¿Ah, sí?
JULIA: Si, pero os habíais dejado dormir.
SOLEDAD: Huy, como para no...  ¡Ves, si es que ya se me pegan tus costumbres, Macu!

Todas bajaron del yate.

JULIA: Espero que nos volvamos a ver. Nosotras vamos a la casa de mi hermana, que vive aquí.
FAUSTI: ¡Veniros a la boda!
JULIA: ¿Qué? 
SOLEDAD: ¡Venga, eso!
MACU ¡No!
FAUSTI: ¿Por qué no? ¡A Rebeca le dará igual tener dos invitadas más!
JULIA: Bueno.... por mí sí... y ¿tú que opinas, Soraya?
SORAYA: ¡Vale!
FAUSTI: ¡No se hable más! ¡Vamos!

Justo cuando estaban bajando por el puente al puerto, Fausti se acordó de algo.

FAUSTI: ¡Huy! ¡El Cristo!

La mujer dio marcha atrás enseguida y fue a la parte de popa a recoger el Cristo que había dejado colgando en el clavo. Se lo colgó del cuello y volvió a bajar al puerto.

MACU: ¿Qué había pasado?
FAUSTI: El Cristo hija, el Cristo... 
SOLEDAD: ¡Okey! ¡Camon to the… to the boda! ¡We… we buscar a taxi!
JULIA: ¿Y eso? 
SOLEDAD, Oye hija, que se supone que estamos en Grecia. Estoy perfeccionando mi inglés.
FAUSTI: Desde luego, ya se ve.
MACU: ¿Aquí se habla Inglés?
SOLEDAD: No sé... pero es un idioma internacional.



Santiago había salido corriendo y ahora estaba en una pequeña bocacalle que estaba entre dos edificios del Vaticano. Entonces, las puertas del balcón del papa se abrieron. Estaba a punto de salir. La gente se quedó en silencio. 

SANTIAGO: Ha llegado el momento.

Santiago elevó el arma. 

¡PUM! Sonó un disparo. 



Sor Pilar llegó al edificio de la constructora que se había encargado de hacer las obras en el convento Santa Teresita, el convento de Dorada. Iba a ir haciéndose pasar por ella para conseguir las llaves. Entró en el edificio.

SOR PILAR: ¿Hola?
OFICINISTA: Hola, ¿quién es usted?
SOR PILAR: Soy Dorada, la dueña del convento Santa Teresita. Me llamaron por teléfono para informarme de que ya habían finalizado las obras.
OFICINISTA: Espere que compruebe.

El hombre comprobó en el ordenador la información que le había dado Sor Pilar.

OFICINISTA: Vale, es cierto. Dígame su DNI, por favor.

Sor Pilar se quedó pasmada. No se sabía el DNI de Dorada. Podría írsele el plan a tomar vientos en menos de un segundo.

SOR PILAR: Cariño, yo solo soy una monja. No tengo la cabeza como para ir cargando con el DNI ... Si usted me hiciera el favor de darme las llaves de mi convento ya. Es que verás, estamos todas muy cansadas y queremos ir ya a nuestro convento... entiéndalo...
OFICINISTA: Está bien. Firme aquí.

Sor Pilar conocía la firma de Dorada, de cuando se mudaron al San Felipe todas las monjas. La había practicado antes de venir a por las llaves, así que no tuvo problemas en reproducirla exactamente igual.

SOR PILAR: Ya está.
OFICINISTA: Pues tome. (Le da las llaves)
SOR PILAR: ¡Muchas gracias!  No sabe usted el favor que me hace.

La madre superiora salió del edificio de la constructora y sonrió mirando las llaves.

SOR PILAR: Ahora que tengo a Dorada en el Vaticano, y las otras monjitas de boda... es mío 




La gente se asustó un poco del ruido que había sonado, pero comenzaron a comentar que podían haber sido cohetes. En seguida, Benedicto salió al balcón y la gente olvidó el extraño sonido. Pero Dorada sabía perfectamente que eso no había sido un cohete. La mujer salió del barullo de gente y fue directa a la bocacalle por la que había huido Santiago.

Allí se encontró el gran pastel. Santiago yacía muerto contra el suelo. Tenía la pistola en la boca y estaba todo manchado de sangre. Se había suicidado.

DORADA: Dios Santo... (Se santigua) Descanse en paz.

En el suelo, junto a él había una nota. Dorada la cogió y la leyó.

DORADA: (Leyendo) Lo siento mucho por todos. Esta situación ha podido conmigo. Ahora mismo no tengo nadie en este mundo que me quiera, que me aprecie. Sé que yo mismo me lo he buscado, por haberme movido siempre entre mis propios intereses, pero esa ha sido mi vida. Mi única vida. Es la que he vivido, y la que pondré fin en unos minutos. Siento mucho que todo vaya a ser de esta forma tan precipitada, pero quiero dejar bien claro algo en esta nota, perdón. Hasta siempre.

La hermana miró el cadáver. Santiago no había sido una gran persona ni mucho menos. Pero no se merecía en absoluto un final así. La mujer no pudo evitar agacharse junto a él y comenzar a llorar como una magdalena. ¿Qué iba a hacer ahora?

Con las apariciones de Ángela Molina como Edalia y de Teté Delgado como Julia.


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