Parca Producciones 2012. Con la tecnología de Blogger.
sábado, 20 de abril de 2013
Hijas del Señor 3x08
3:02 |
Editar entrada
Rebeca estaba en un pequeño estudio de Estados Unidos. Una amiga le había traído un café. Estaba preparando la lista de invitados para su boda con Rupert. La iba a celebrar en Atenas, en Grecia, por todo lo alto, en vez de allí, en Nueva York.
AMIGA: ¿Y a cuánta gente más vas a invitar?
REBECA: Pues a vosotras, cómo no y... bueno, no sé si invitar también a...
AMIGA: ¿A...?
REBECA: A las monjas.
AMIGA: ¿Monjas? ¿Qué monjas?
REBECA: Las hermanas del convento Santa Teresita.
AMIGA: ¿Esas a ti qué te son?
REBECA: Eran mis compañeras...
AMIGA: ¿Compañeras de qué?
REBECA: Pues compañeras en el convento, hija.
AMIGA: ¿Tú eras monja?
REBECA: Bueno, no llegué a serlo de forma oficial. Digamos que estaba en “prácticas”.
AMIGA: Invítalas si quieres.
REBECA: No sé, no sé... hace muchos meses que no hablo con ellas.
Ambas absorbieron un poco de café.
AMIGA: ¿Y a quién le estabas escribiendo?
REBECA: A ellas. Pero no sé si invitarlas o no. Estaba por decirles en la carta que me acababa de casar ya...
AMIGA: ¿Mentirles? Si son tus amigas... deberías invitarlas, vamos digo yo.
REBECA: De acuerdo. Las invitaré.
Loli estaba en su calabozo, cuando alguien entró a él. Eran los guardias, venían con alguien. Era un hombre.
SANTIAGO: Hola.
LOLI: Hola, hermano.
SANTIAGO: ¿Tú por qué estás aquí?
LOLI: Por entrar de ocupa a un convento.
SANTIAGO: ¿Convento? ¿Qué convento?
LOLI: El Santa Teresita.
SANTIAGO: Mmm... me suena.
LOLI: ¿Cómo te llamas?
SANTIAGO: Santiago ¿Y tú?
LOLI: Lola.
SANTIAGO: ¡Encantado!
LOLI: Si, tenemos que llevarnos bien, porque me parece que vamos a estar mucho tiempo aguantándonos aquí, jeje.
Cloti estaba nerviosa en su habitación, pues hoy iban a ir al centro de reproducción a ver quién de las dos podía quedarse embarazada con más facilidad.
FAUSTI: Tener un hijo es la bendición más bonita que Dios puede darte
CLOTI: Si... es muy bonito. Pero duele parirlo.
FAUSTI: Pero merece la pena ese esfuerzo. Es una vida lo que vas a crear.
CLOTI: No me convence. Ojalá sea Gabula el vientre...
FAUSTI: Bueno, no pienses ahora en eso.
Dorada entró en la habitación, venía con Soledad en la silla de ruedas. Habían salido a dar una vuelta por el convento.
DORADA: ¡Bien! Y ahora, a tumbarte en la cama, a descansar.
SOLEDAD: Ya estoy harta de estar sentada.
MACU: Huy, pues no sabes el tiempo que te queda a ti por estar así sentada...
SOLEDAD: Para siempre.
DORADA: Macu, déjalo ya.
Dorada ayudó a Soledad a tumbarse en la cama.
DORADA: Ahora te traigo la comida.
CLOTI: ¡Déjalo! Yo tengo que ir ahora a la cocina. Yo la traigo.
DORADA: Ah, vale. Pues mejor.
Fausti se quedó mirando a Dorada, aún recordaba lo que sucedió en el hospital. Había visto como el verdadero padre de Dorada moría. Pero ella les había contado hace mucho tiempo, que su padre había muerto en un accidente, al caer de un tejado.
DORADA: ¿Qué miras así?
FAUSTI: Nada, hija. Nada.
Edalia, la nueva ayudante de Sor Pilar estaba tomando apuntes de los desperfectos que había en el comedor, para pasarle el informe a la madre superiora. Fausti pasó un momento a buscar un poco de chocolate a la cocina. Se quedó escondida en la despensa escuchando la conversación que tuvo lugar.
MONJA: Edalia, ¿qué haces hija?
MONJA 2: ¿Has cambiado la oración por los papeles?
EDALIA: Hermanas, la envidia es pecado.
MONJA: La avaricia también.
EDALIA: ¿Queréis algo? Estoy muy ocupada.
MONJA: No, nada. Solo te queríamos decir que Loli es insustituible.
EDALIA: Yo no pretendo sustituir a nadie, pero si me proponen el puesto no lo iba a denegar, como comprenderéis. Cualquier de vosotras hubiera aceptado.
MONJA 2: Bueno, nosotras te avisamos.
EDALIA: ¿Eso es una amenaza?
MONJA 2: Tómatelo como quieras.
Fausti y Macu eran hoy las encargadas del mercadillo solidario del San Felipe, y es que una vez cada tres meses, hacían ese mercadillo durante una semana. Cada día de la semana, se encargaban de él dos hermanas. Les había tocado a ellas.
MACU: Aquí no viene ni Dios.
FAUSTI: Paciencia, Macu. Ya vendrá alguien.
MACU: ¿A qué van a venir? ¿A comprar estas cuatro chuminadas? ¡Para eso se van a un chino, que está media España llena de ellos!
FAUSTI: Ten un respeto por las personas de otra raza.
MACU: ¿Respeto? ¡Respeto es lo que ellos no tienen!
FAUSTI: No, te equivocas. La gente es muy mala, ven cuatro chinos y se piensan que ya nos están invadiendo y no es así. Están huyendo de su país, porque allí está fatal la situación.
MACU: ¿Ah, y aquí no? ¡Venga ya!
FAUSTI: No hablo en el sentido económico, Inmaculada. Por ejemplo, las familias que tienen hijas, muchas huyen. Las hembras no son bien recibidas allí. Una familia debe de tener varones solamente.
MACU: ¿Eh? Vaya tontería. ¡Lo que me faltaba por oír! Entonces llegará el momento en el que haya más hombres que mujeres...
FAUSTI: No, es que ese momento ya les ha llegado Esa es una de las razones por las que huyen, entre otras muchas cosas.
MACU: Ah... pues vaya, pobres. ¡Anda! Vienen unas viejas.
FAUSTI: (Antes de que lleguen, seria) Macu, pórtate, ¿vale? Tengamos la fiesta en paz.
MACU: No, si paz hay. Paz hay.
Dos ancianas llegaron al mercadillo.
ANCIANA 1: Huy, por fin llegamos, hija.
FAUSTI: ¡Buenos días!
ANCIANA 2: Buenas tardes querrás decir, porque madre de Dios. Nos ha costado trescientas pesetas el taxi hasta el pueblo, y medio esqueleto para llegar aquí. Vamos, que este convento no sabe donde está ni su madre.
MACU:
ANCIANA 1: ¡Espero que haya merecido la pena!
Las ancianas comenzaron a mirar las cosas que estaban colocadas en el mercadillo.
ANCIANA 2: Pues no me gusta nada...
ANCIANA 1: ¿Este libro se vende?
FAUSTI: ¿Ehh...? Sí, a ver. (Mira) ¡Se vende! ¡Ocho euros!
ANCIANA 1: Huy, Teresa, ¿eso cuántas pesetas son?
ANCIANA 2: No lo sé, yo no controlo de eso, hija.
FAUSTI: Pero da igual, ustedes páguenme ocho euros y ya.
ANCIANA 1: No, es que nosotras te vamos a plantar las pesetas.
MACU: ¡Ah, no! Aquí se paga en euros.
ANCIANA 2: ¡Pues nos vamos! Así de fácil, para chula yo. Además, el libro está más manoseado que el coño de la Bernarda.
La anciana arrojó el libro contra el mercadillo y agarró a la otra por el brazo hasta que se marcharon.
FAUSTI: Pues nada, ya va llegando la hora de comer
MACU: Yo no aguanto más esto. ¡Tengo cosas que hacer! Que se pongan otras por la tarde.
Cloti y Gabula estaban en el centro de reproducción asistida de Madrid. Había llegado la hora de que las atendieran. El médico las llamó a su consulta.
MÉDICO: Bueno... ¿Quién quiere ser la portadora del feto?
CLOTI: Verá, es que... ese es el tema que más hemos discutido.
GABULA: ¡Yo no zé!
MÉDICO: ¿Alguna de vosotras quiere ser? Si no es así, siempre se pueden recurrir a otros métodos.
GABULA: ¿A cuáleh?
MÉDICO: Son ilegales, pero esta es una consulta privada.
CLOTI: ¿A qué se refiere hablando de esos métodos ilegales?
MÉDICO: Ilegales en España hasta hoy, el vientre de alquiler.
GABULA: Mmmm... poh ezo ehtaría bien, ¿no?
CLOTI: La verdad es que sí. Así no tenemos que andar preocupadas durante el embarazo y sufrir tanto en el parto.
MÉDICO: Pero ello conlleva algunas dudas éticas. Como por ejemplo, ¿quién es la verdadera madre, en este caso, de las tres?
GABULA: ¡Oh! ¿Treh?
MÉDICO: Usted, su pareja y la madre del vientre.
CLOTI: Las madres seríamos nosotras, que para eso pagaríamos a la mujer que ofrece el vientre.
MÉDICO: No lo dudo, pero ¿y si ella pide los cargos del bebé al nacer?
CLOTI: ¿Por qué iba a hacer eso?
GABULA: ¡Eh que la crujimoh viva!
MÉDICO: Lo podría hacer. Es ella quien tendrá el bebé alojado en su vientre durante nueve meses. Además, deberán ser ustedes las que busquen a la portadora del embrión.
Ambas se miraron y no dudaron un segundo más.
GABULA: ¡Poh ezo ehtá echo!
CLOTI: Cuente con nosotras. En menos de una semana le daremos noticias sobre la mujer que dará su vientre.
MÉDICO: Bien, ah... y por favor, que esto no salga de aquí. ¿Okey?
CLOTI: De acuerdo.
Edalia, la nueva ayudanta de Sor Pilar estaba paseando por los invernaderos del convento. Revisaba que todo estuviera en su lugar. Entonces, sintió que alguien la estaba espiando. Se giró.
EDALIA: ¿Hola? ¿Quién eres?
Nadie contestó. La monja, asustada, echó a correr. Pero la persona que la seguía también salió a correr tras ella.
EDALIA: ¡¡¡Ahhh!!!
Soledad estaba en la cama, viendo la tele, cuando Macu entró dando gritos y saltando por la puerta.
MACU: ¡Que nos ha invitadoooooooooooooooooo!
SOLEDAD: ¿Qué? ¡Tranqui!
MACU: ¡Ohhhhhhhhhhhhh! ¡Que me da un orgasmo!
SOLEDAD: ¿Qué ocurre?
MACU: ¡Siiiiiii! Después del Vaticano, París y Madagascar... Macu will go to... ¡¡¡Atenas!!!
A Soledad le cambió el semblante. Sonrió.
SOLEDAD: Eso quiere decir...
MACU: ¡Rebe nos ha invitado a su boda! ¡A todas!
SOLEDAD: Pero... ¿en Atenas? ¿Qué raro que la celebre allí viviendo en Nueva York, no?
MACU: Ella siempre ha sido muy rarita...
SOLEDAD: Ah...
MACU: ¿Qué te pasa?
SOLEDAD: No se si no te habías dado cuenta, pero me falta una pierna
MACU: ¿Y qué? ¿Eso te impedirá ir? JAJAJAJA ¡Ni en broma!
SOLEDAD: ¿Qué dices? ¡No puedo ir así!
MACU: Claro que podrás ir.
SOLEDAD: ¿Cuándo es la boda?
MACU: Dentro de una semana.
SOLEDAD: ¿Y cuándo se parte a Atenas?
MACU: Pues deberemos coger los billetes de avión para estar allí dos días antes... o sea, ¡este viernes!
Soledad se agarró a la cama y se sentó en la silla de ruedas. Estaba comenzando a alterarse.
SOLEDAD: Macu, por favor, cómprame un billete. Toma (Saca su monedero)
MACU: ¿Qué haces? ¿Por qué me vas a dar dinero?
SOLEDAD: ¡Para que me compres un billete a mi también!
MACU: ¡Que tú no puedes ir, la virgen!
SOLEDAD: ¡Yo quiero ir! Lo necesito... Por favor, necesito desconectar. Toma Macu.
La hermana no se lo pensó más veces, ver que le ofrecen dinero de esa forma tan desinteresada era como para no pensárselo y aceptar sin más.
En los calabozos de comisaría continuaban allí aún Santiago y Loli. Las horas se les hacían eternas.
SANTIAGO: Yo he sido sacerdote. Antes de estar en la tienda... por eso me han detenido. ¡Es por una confusión! Porque cogí prestado un poco de dinero de la caja registradora.
LOLI: Oh, eso en mi pueblo es robar. Pero vamos, en mi pueblo y en todos.
SANTIAGO: En fin, lo que te decía. Fui sacerdote. Y además, en el Santa Teresita.
LOLI: ¿Cómo dices... en serio?
SANTIAGO: Sí. Pero una larga historia me ha hecho acabar aquí.
LOLI: ¡Cuéntamela! Estamos que nos morimos del aburrimiento.
SANTIAGO: No. Es mucho lo que contar. Solo te diré, que las hermanas del Santa Teresita son los diablos en persona.
LOLI: ¿Por? Jaja, tampoco es para tanto. Yo las conozco del San Felipe.
SANTIAGO: ¿Del San Felipe? ¿Están allí ahora?
LOLI: Sí, después de que se quemara su convento se mudaron al San Felipe, hasta que terminen las obras... pero creo que las obras ya están casi por terminar.
SANTIAGO: ¿Y cuando terminen las obras... volverán?
LOLI: No sé. Supongo que sí.
SANTIAGO: Hay que conseguir salir de aquí.
LOLI: ¿Cómo? ¿Y por qué?
SANTIAGO: ¿Tú quieres salir de este calabozo? Dime, sí o no.
LOLI: ¡Claro! Pero no a la fuerza.
SANTIAGO: ¿Y qué esperas, que venga alguien y nos pague la fianza?
LOLI: No hombre... tampoco es eso, pero no son formas el fugarse de un calabozo.
SANTIAGO: Pues si tú no te quieres ir, peor para ti. Yo me voy, y además, esta misma noche.
Dorada estaba sentada junto al estanque del San Felipe. Estaba pensando. Fausti salió por la puerta del San Felipe y la vio allí. Se acercó junto a ella y se sentó también al borde, junto al agua.
FAUSTI: ¿Estás bien?
DORADA: Si.
FAUSTI: A mi no me engañas, hermana... algo te pasa.
DORADA: ¿Qué estoy haciendo con mi vida?
FAUSTI: ¿Por qué te preguntas eso?
DORADA: Ya no tiene sentido seguir en este convento. Todas mis esperanzas como monja se basaban en ser la madre superiora del Santa Teresita. Pero ya no tenemos ni eso...
FAUSTI: Sí que lo tenemos. Está en obras, y cuando estas terminen, iremos a él de nuevo, todas... juntas. Como una gran familia.
DORADA: Vaya...
FAUSTI: Pero las familias no tienen secretos...
DORADA: ¿A qué te refieres?
FAUSTI: A que tú tienes un secreto muy gordo.
DORADA: No sé de qué me hablas...
FAUSTI: Sí que lo sabes. De tu padre. ¿Murió aquella noche en la que lo viste caer del tejado?
Dorada no contestó. Se limitó a seguir mirando el agua.
FAUSTI: Se que no murió aquella noche.
DORADA: ¿Ah, sí? ¿Y por qué lo sabes?
FAUSTI: Porque murió el otro día. Delante mía.
DORADA:
FAUSTI: Tu padre era el hombre al que le fui hacer la extremaunción.
DORADA: Eso es imposible.
FAUSTI: Sabes que no lo es. Antes de morir, le dijo a su hija, a tu hermana, que os dijera a ti y a Macu que lo sentía mucho.
DORADA: No puede ser...
FAUSTI: Pues si que es.
DORADA: ¿Y ahora se lamenta? ¿Después de todo el daño que nos hizo?
FAUSTI: Eso parece. Fue lo último que dijo antes de morir, digo yo que algo le importaríais.
DORADA: No pienso derramar una sola lágrima por él.
FAUSTI: Ya lo sé. Eres fría como un hielo, por eso te lo he dicho.
DORADA: Cuando cayó del tejado, lo llevaron a un hospital, y allí se recuperó. Pero jamás volvimos a saber de él. Solo yo sabía que fue al hospital. Por aquel entonces mi madre ya había muerto. Solo nos tenía a Macu y a mi.
FAUSTI: Entonces le ocultaste a Macu que seguía vivo y que os había dejado tirados.
DORADA: Sí. En aquel entonces, yo era apenas una cría y me había hecho cargo del convento.
Ambas se dieron un gran abrazo amistoso.
FAUSTI: Todo eso pasó ya.
DORADA: El pasado, pasado es.
FAUSTI: No hay que remover el pasado. Pero te lo he comentado para que lo supieras.
Sor Pilar pasó corriendo por el patio del convento.
FAUSTI: ¿Qué habrá pasado?
Las dos monjas se levantaron del suelo y salieron a correr detrás de la madre superiora. Ésta, fue hasta el invernadero. La escena que encontraron fue totalmente impactante. La ayudanta de Sor Pilar, Edalia se hallaba tirada en el suelo, con un gran golpe en la cabeza.
SOR PILAR: ¡Que se lleven de aquí! ¡Llamen a una ambulancia!
Los monjes ayudaron a levantarse a la mujer y fueron a llamar a una ambulancia.
DORADA: ¿Quién ha podido hacer algo así?
SOR PILAR: No lo sé. Pero pongo a Dios de testigo de que pienso encontrar a la persona que ha atacado a Doña Edalia, aunque sea lo último que haga.
La madre superiora se marchó de allí con ciertos aires de superioridad.
FAUSTI: Creo que se quiénes han podido ser...
DORADA: ¿Qué?
Flashback: Comedor, unas horas antes.
MONJA: Edalia, ¿qué haces hija?
MONJA 2: ¿Has cambiado la oración por los papeles?
EDALIA: Hermanas, la envidia es pecado.
MONJA: La avaricia también.
EDALIA: ¿Queréis algo? Estoy muy ocupada.
MONJA: No, nada. Solo te queríamos decir que Loli es insustituible.
EDALIA: Yo no pretendo sustituir a nadie, pero si me proponen el puesto no lo iba a denegar, como comprenderéis. Cualquier de vosotras hubiera aceptado.
MONJA 2: Bueno, nosotras te avisamos.
MONJA 2: ¿Has cambiado la oración por los papeles?
EDALIA: Hermanas, la envidia es pecado.
MONJA: La avaricia también.
EDALIA: ¿Queréis algo? Estoy muy ocupada.
MONJA: No, nada. Solo te queríamos decir que Loli es insustituible.
EDALIA: Yo no pretendo sustituir a nadie, pero si me proponen el puesto no lo iba a denegar, como comprenderéis. Cualquier de vosotras hubiera aceptado.
MONJA 2: Bueno, nosotras te avisamos.
DORADA: ¿Insinúas que han sido ellas?
FAUSTI: Así es.
DORADA: Vamos a buscarlas.
FAUSTI: A esta hora, deben de estar en la iglesia, rezando.
Eran las nueve de la noche. El vigilante de turno en la comisaría se había quedado dormido.
SANTIAGO: Ha llegado la hora.
LOLI: ¿Qué vas a hacer?
Santiago levantó el viejo colchón que había la celda y sacó de él una soga. La ató a la reja.
SANTIAGO: Apártate.
LOLI: ¿Cómo sabías que estaba eso ahí?
SANTIAGO: Un mago nunca desvela sus secretos...
El hombre tiró con todas sus fuerzas hacia atrás de la reja. Esta se derrumbó.
LOLI: Si que era floja la reja.
Pero lo que más alucinada dejó a Loli, era que después del ruido que había hecho la reja rompiéndose, el vigilante seguía dormido.
LOLI: Es alucinante que no se haya dado ni cuenta... Dios mío...
SANTIAGO: Llevo horas analizándole. Duerme como un oso
LOLI: Ya veo, si...
SANTIAGO: ¡Vámonos!
Los dos, salieron de comisaría y pidieron un taxi.
TAXISTA: ¿A dónde les llevo?
SANTIAGO: ¿A dónde vamos?
LOLI: Al convento San Felipe.
SANTIAGO: ¿Estás segura?
LOLI: Sí. Sor Pilar siempre se ha bufoneado de mí, me ha dejado en ridículo en varias ocasiones y a pesar de que yo siempre la he tratado muy bien, me paga despidiéndome. Pues me temo que lo va a pagar muy caro.
SANTIAGO: Sí. Yo también tengo cuentas pendientes que arreglar con Dorada y las demás. Tengo también una gran noticia que darles.
LOLI: Pues allá vamos.
Las hermanas Fausti y Dorada entraron en la iglesia. En efecto, las dos candidatas del ataque de Edalia estaban allí, de rodillas sobre un banco.
DORADA: ¿Se estarán confesando al Señor?
FAUSTI: No lo sé. Pero espero, que el Señor, allá donde esté, no las perdone.
DORADA: Déjame a mi.
FAUSTI: ¿Qué vas a hacer?
DORADA: ¡Vamos!
Dorada fue corriendo hasta donde estaban las dos monjas.
DORADA: ¡Eh! ¡Vosotras!
MONJA: ¡Oh! ¿Qué ocurre, Dorada?
DORADA: Casi matáis a una persona. Os debería dar vergüenza tener una cruz colgada del pecho.
La monja se acercó a Dorada y la miró desafiante.
MONJA: Quizás a ti también debería dar vergüenza tenerla tras haber intentado conspirar contra el papa.
DORADA: ¿¡Pero cómo...!?
MONJA: Aquí las noticias vuelan, querida.
MONJA 2: ¡Si lo dice por doña Edalia nosotras no sabemos nada!
FAUSTI: ¿Quién ha nombrado a Edalia...?
DORADA: Vaya, vaya... parece ser que vosotras mismas os habéis delatado...
FAUSTI: ¿Qué hacemos con vosotras?
DORADA: Contárselo a Sor Pilar.
MONJA: ¡No por favor! ¡Os lo suplico!
DORADA: ¿A cambio de qué guardaríamos nosotras tal secreto?
Las dos monjas se miraron entre sí. No sabían qué decir.
MONJA 2: ¡De lo que sea!
DORADA: ¿De lo que sea, seguro?
MONJA: ¡Sí! Pide lo que quieras.
Dorada se echó a reír.
DORADA: Jajajaja... por Dios, pero ¿cómo podéis haberos creído esto?
MONJA 2: ¿Eh...?
FAUSTI: ¿?
DORADA: Es pecado chantajear, y a mi no me gusta pecar.
FAUSTI: Pero no va a quedar esto así.
DORADA: Claro que no. Ellas le han pedido perdón al Señor ya, ¿Verdad?
MONJA: Sí. Pero no aguantábamos verla ahí como sustituta de Loli, lo sentimos mucho.
DORADA: Yo también callaré. Y mi compañera. Hasta que nos convenga.
Ya estaba anocheciendo. Justo cuando iban pasando de la iglesia al convento, un taxi entró a este a lo lejos. Se paró frente a la puerta principal. De él, se bajó Loli.
FAUSTI: ¿Loli?
La mujer fue corriendo hasta los brazos de Fausti.
FAUSTI: ¡Por fin has vuelto!
LOLI: Si. Y no he vuelto sola...
Del coche salió entonces Santiago. Éste cruzó su mirada con Dorada. Su reencuentro se hacía esperar desde hace algún tiempo. El hombre se acercó a ella.
SANTIAGO: Hola Dorada.
DORADA: Hola, Santiago. No te voy a mentir, así que te lo digo directamente: No me agrada volver a verte.
SANTIAGO: Pues ya somos dos los que pensamos lo mismo
FAUSTI: ¿Qué haces tú aquí?
SANTIAGO: El destino... ay, sabio destino. Ha querido que nuestros caminos se vuelvan a cruzar.
Dorada fue tajante con él.
DORADA: Dime qué quieres.
SANTIAGO: Vengo a darte en exclusiva un bombazo.
DORADA: ¿Qué es?
SANTIAGO: Benedicto XVI dimite del papado.
FAUSTI: ¿¡QUÉ!?
DORADA:
LOLI:
Dorada dejó pasar su asombro rápidamente.
DORADA: ¿Y a qué viene tanta celebridad?
SANTIAGO: Hay que ir a al Vaticano, ya. Y avisaremos a todos los de El Consejo.
DORADA: Jaja, te interesará mucho saber que ahora están todos en la cárcel.
Entonces, Sor Pilar apareció por la puerta del San Felipe. Se quedó helada al ver allí a Loli.
SOR PILAR: ¿Acaso eres sorda?
LOLI: ¿Me lo dice a mi?
SOR PILAR: No, se lo digo a la Virgen de las Deposiciones, no te jode. (Se da cuenta de lo que ha dicho) ¡Huy! Perdóname Dios, si es que me provocan.
Sor Pilar se abalanzó sobre Loli y la agarró del cuello. La situación se volvió muy tensa.
LOLI: Mátame... vamos, hazlo.
SANTIAGO: ¡Eyy! Paz por favor.
DORADA: ¡Pilar, para ya!
SOR PILAR: ¿Y este quién es?
SANTIAGO: ¡Soy... Soy...! ¡Vengo del Vaticano!
Sor Pilar soltó a Loli de inmediato.
SOR PILAR: ¿Del Vaticano? ¿Qué hace usted aquí?
SANTIAGO: Benedicto XVI dimite de su papado. El día 28 se abrirá el Cónclave para elegir al nuevo pontífice.
SOR PILAR: ¡Por la Virgen de los Dolores!
Entonces, en ese mismo instante, las demás hermanas del San Felipe estaban absortas ante el televisor, pues la noticia del abandono del papado de Benedicto XVI se había hecho totalmente oficial. La pregunta de todas era ¿y ahora qué?
> Con la aparición de Ángela Molina como Edalia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario