miércoles, 23 de marzo de 2011

postheadericon Hijas del señor cap. 12




Un extenso murmullo corría en este momento por todo el comedor. Las hijas del señor, estaban desayunando como hacían habitualmente. Se comentaba, que unos señores del banco habían estado hablando durante toda la madrugada con Dorada, en el despacho de esta. Al parecer se habían oído muchas voces...

Chiva: Hermanas, os lo digo, aquí huele muy mal... 
Rebe: ¡Ay! Chiva, hija no seas tan pesimista...
Petra: ¿Y de qué hablaban Dorada y el del banco?

Dorada abrió de sopetón las puertas del comedor y entró con unas lágrimas en los ojos. Iba acariciando suavemente las mesas y las paredes de allá por donde pasaba, hasta que se puso en vista de todos.

Dorada: Hermanas, hoy es un día muy triste para el Santa Teresita. Llevo toda la noche hablando con el banco... y los impagos que había en la cuota del convento han ido creciendo progresivamente... Hermanas, id haciendo vuestras maletas. Nos embargan el Santa Teresita. Nos vamos a tener que ir todas de aquí.

Se oyó un corro de "¡Oh!" por todo el comedor.

Rebe: ¿¡Tan grave es la deuda!?
Dorada: 293.000 €. Si alguien tiene ese dinero... ¿no verdad?
Fausti: Oh Dios mío... pero ¡Dorada! Este convento es de tu familia desde que se fundó en el siglo XIX...
Dorada: Si no se paga, el banco nos lo quita. (se secó las lágrimas)



Por la mañana, Fausti estaba terminando de hacer la maleta y Rebe la suya.

Rebe: ¿A dónde vamos a ir ahora?
Fausti: Supongo que nos destinarán a otros conventos...
Rebe: ¿Nos vamos a separar todas entonces?
Fausti: Sí...

Las dos se lanzaron a los brazos. Se abrazaron mucho.

Rebe: Te voy a echar mucho de menos. A tí, a Petra, a Chiva, y a Ma...
Fausti: Termina.
Rebe: Y a Macu.
Fausti: Yo también. Dorada fue muy dura con ella.

Dorada iba con su maleta por todo el Santa Teresita. Fue a la biblioteca, iba a rescatar las cosas de su madre que tenía detrás de los libros. Mientras las recogía, alguien le habló por detrás.

Jesús: ¡Ejem!
Dorada: ¿Hola?
Jesús: Buenos días, soy Jesús. ¿Usted debe de ser Dorada? ¿Me equivoco?
Dorada: En efecto, Dorada (le da la mano). Lo siento, pero usted aquí ya no va a hacer falta.
Jesús: ¿¡Perdón!? 
Dorada: Sí, hoy mismo vamos a tener que abandonar todo el mundo el Santa Teresita por impago. 
Jesús: Pufff... menos mal que no me he instalado aún... sino pues andaría otra vez de mudanza.
Dorada: ¿Por? ¿Has tenido muchas mudanzas últimamente no? jeje ¿o son problemas familiares?
Jesús: Si te contara mi vida, no acabaríamos nunca. 

Dorada miró su reloj de pulsera. Aún faltaban dos horas para que tuvieran que salir del convento, y como no tenía que hacer nada en ese mismo momento, se sentó sobre su maleta.

Dorada: Soy todo oídos ¡jejeje!



Macu y Santiago estaban en la puerta del Santa Teresita. Estaban impresionados. Había una cantidad exagerada de gente en las puertas. Estaban esperando a que los hombres del banco salieran del convento para aporrearlos. A todos ellos les habían quitado sus casas.

Lola: ¡Sucios! ¡Cobardes! ¡Venir aquí si tenéis narices!
Mujer: Jajaja ¡gracias por ayudarnos!
Lola: ¡Oh! No hay de qué... total, para lo que se me quiere ya a mí en esta vida, aquí estoy mejor.

Santiago: ¿Qué harán aquí?
Macu: ¡Están siguiendo a los del banco! Los siguen a todos lados. Había oído yo algo de esto por ahí.

Llego el momento y los señores del banco salieron en coche por las puertas del convento. La gente comenzó a amotinarse frente al coche y a golpearlo. Al final, con mucho cuidado, los banqueros consiguieron salir de allí, pero uno de ellos bajó la ventanilla del coche y pegó un cartel sobre la puerta del convento: "Se vende".

Gente: ¡Oh! ¡Qué hijos de puta! ¡No tienen piedad! Ni si quieras por las pobres monjas. ¡Oh! Les quitan hasta el convento a las monjas ¿hasta a dónde estamos llegando?
Lola: ¡Dí que sí! ¡Sin vergüenzas! ¡Ey! ¿Todos vosotros no tenéis casa no?
Gente: ¡No!
Lola: ¡Pues entremos al convento! ¡oKupémoslo!

A la gente le pareció una buena idea, con lo que fueron entrando por las puertas y atravesando el jardín.



Desde dentro, Fausti y Rebe veían por las puertas como el grupo de mendigos se acercaba al convento.

Fausti: ¡Oh! Date prisa. ¡Pásame las llaves!
Rebe: Toma.
Fausti: ¡Ale! Cerrada la puerta. ¡A ver si tienen narices de pasar por aquí ja ja!

Chiva que bajaba las escaleras del hall acompañada de Petra, en ese mismo instante se desmayó y cayó de espaldas por las escaleras.

Petra: ¡Oh! ¡Chiva!
Rebe: ¡Chiva!

Se acercaron a socorrer a la mujer.

Fausti: ¡¿Chiva estás bien?!
Chiva: A...yu..da.
Rebe: Subámosla a su habitación.
Fausti: ¡No! No podemos. En menos de una hora debemos salir de aquí.
Rebe: Pues de aquí no podemos salir. ¿No ves la cantidad de gente que hay ahí afuera?
Fausti: ¿Entonces...? ¿¡Qué hacemos!?



Mientras tanto, Dorada y Jesús seguían charlando tranquilamente en la biblioteca, ajenos a todo lo que ocurría afuera.

Jesús: Y al final, después del disgusto de que mi hija le dejara por el de las hamacas, el pobre se mudo de acera.
Dorada: ¡Oh! ¿Qué me dices?
Jesús: ¡Sí! ¡Se volvió un gay!
Dorada: Cuanta degeneración... como está el mundo... si el señor lo viera... La verdad es que le noto bastante ciego últimamente. ¿Tú que opinas?
Jesús: ¿Ciego? ¿A quién?
Dorada: A Dios...
Jesús: Ah, pues no lo sé. Hace tiempo que no hablo con el.
Dorada: Normal. Con esa vida que llevas hijo mío... lo que no sé es como no te ha dado un patatús ya... ¡Bueno! Sígueme contando lo de tu ex.
Jesús: ¿Por dónde lo dejamos?
Dorada: Por cuando volvía al Portón del Archiduque haciéndose la amnésica.
Jesús: ¡Já! Eso fue una trampa para pillar en bragas a su hermana Lucrecia ¡jajaja!
Dorada: ¿Y qué pasó al final?
Jesús: Que la plantó de patitas en la calle.
Dorada: Ya... ¿cómo a tí, no?
Jesús: ¡Que a mí no me echó! 



Fausti entró de repente en la biblioteca.

Fausti: ¡Dios mío! ¡Por Dios! Dorada.
Dorada: ¿¡Qué pasa!? ¡Suéltalo ya! No me tengas en vilo.
Fausti: Es Chiva... ¡Se ha caído por las escaleras!
Dorada: ¡Oh! ¿Dónde la tenéis?
Fausti: En su habitación.

Dorada se levantó y salió a correr en dirección a la habitación de Chiva. Jesús la siguió.

Dorada: ¡Chiva! ¿Cómo estás?
Rebe: No es capaz de hablar.
Petra: Ha perdido el conocimiento... lleva un rato así.
Dorada: Jesús... ¿tú sabes algo de medicina?
Jesús: Hombre... saber, saber... lo que se dice saber, pues no se nada, para que nos vamos a engañar.
Dorada: ¡Oye! ¿Qué es todo ese barullo de gente ahí afuera?
Rebe: Son mendigos. Están esperando a que nosotras salgamos del convento para ocuparlo ellos.



Santiago y Macu habían entrado en los jardines del Santa Teresita entre el barullo de gente.

Macu: Se me ha ocurrido una idea para vengarnos de mi hermana.
Santiago: ¿Cuál?
Macu: Tú sígueme. Me conozco este convento de P a Pa. Yo me he criado aquí. 

Macu fue hasta una caseta que había en la parte de atrás del jardín.

Macu: ¡Mierda!
Santiago: ¿Qué pasa?
Macu: ¡Que tiene el cerrojo echado!
Santiago: Inmaculada... ¿qué es esta caseta?
Macu: Era de mi padre, cuando vivía aquí. El era un maltratador. Aquí escondía sus armas.
Santiago: ¡¿Armas?! ¿Cómo que armas?
Macu: Sí, armas de fuego. Pistolas, escopetas, fusiles, subfusiles... ya me entiendes.
Santiago: Macu... por un casual, ¿tú estás insinuando el matar a Dorada?

Macu se pensó lo que le decía Santiago, así de sopetón sonaba muy fuerte y más aún con la que tenía el convento ahora mismo encima.

Macu: Sí. (coger una piedra)
Santiago: ¿Eres consciente de las consecuencias que nos podría acarrear?
Macu: Lo sé, pero nadie debe enterarse que hemos sido nosotros... (golpear más fuerte, el cerrojo cedió y la puerta se abrio) ¡Vamos a entrar!



Lola, con un grupo de mendigos habían conseguido romper una de las ventanas de la parte de abajo del convento. En ese momento estaban entrando por la cocina. Jesús que bajaba por las escaleras del hall se topó de frente con Lola.

Lola: ¡Oh! No puede ser...
Jesús: ¡Tú!
Lola: Sí, soy yo, Dolores del Ano Prieto.
Jesús: ¿Dolores del Ano Prieto? ¿Ese es tu verdadero nombre? ¡JAJAJAJA! Ya entiendo por qué siempre los alkilados compraban mucho kiwi... 
Lola: Já... já. Tú gracia me chorrea... por lo menos yo tengo donde caerme muerta, no como tú. Que el primer día aquí y ya estás en la calle...
Jesús: ¿Qué piensas hacer ahora? ¿Quedarte en el convento?
Lola: Pues sí, es lo que tenía pensado... 



Lola continuó corriendo. Mientras tanto, Santiago y Macu habían conseguido entrar al convento con armas. Estaban buscando a Dorada.

Macu: Supongo que estará en el comedor.
Santiago: No. Ahora deberá de estar en su habitación... llorando porque le han quitado el convento.
Macu: ¿Cómo lo sabes tú eso?
Santiago: Dorada es muuuuuuuuuuuuy predecible.
Macu: ¡Vamos a ver en su cuarto!

Estos fueron allí, al cuarto de Dorada, y efectivamente, estaba dentro. Llorando. Entraron de golpe con una escopeta cada uno y la apuntaron a la cabeza.

Macu: ¡Manos arriba!
Dorada: ¡Ahhhhhhhhhhhhh!
Santiago: ¡Já!
Dorada: ¿? ¡Bajar eso! ¿¡Estáis locos!?
Macu: ¡Síiiiiiii! Y tú vas a pagar muy caro el habérnos echado del Santa Teresita.
Dorada: Por favor, de verdad, podemos hablar esto como personas civilizadas.
Santiago: No, ya no hay nada que hablar. Menos mal que el destino te ha hecho pagar por tus malos actos y te ha quitado el convento ¡ja já!



Petra se había quedado con Chiva en su habitación. La estaba cuidando. Además, Chiva había recuperado el conocimiento, aunque seguía tumbada en la cama. Tenía mucha fiebre.

Chiva: Petra... hermana, y nunca mejor dicho... acércate.
Petra: ¿Perdón? ¡Dime!
Chiva: Tú sabes que yo siempre, en 51 años que llevamos juntas aquí yo te he querido.
Petra: ¡Pero si te has tirado media vida en voto de silencio!
Chiva: Bueno... pero te he querido como a una hermana. Y no es poco, pues yo soy tu hermana.

Petra se quedó patidifusa. 

Petra: ¿¡Qué!?
Chiva: Sí. ¿Té acuerdas de tu hermana Teodora?
Petra: ¡Ella murió cuando era chica!
Chiva: No. No murió, soy yo. Me robaron de vuestra familia. Me robaron y me trajeron aquí a esclavizarme a este convento y a hacerme monja. El destino ha querido que tú también te hicieras monja. Petra...
Petra: Dime...
Chiva: Si por un casual, a mí me pasara algo, quiero que hagas saber e investigues a Dorada y su familia. ¡En el pasado, robaban a los niños! Ellos y las monjas que estaban con ellos! Los robaban y los esclavizaban. 
Petra: Pero eso pasó hace más de cincuenta años... Dorada aún ni había nacido.
Chiva: No, pero es que, en la actualidad, lo siguen haciendo.
Petra: ¿¡Qué!? ¿¡Quién!?
Chiva: Vete al cajón de mi mesilla.

En el cajón había un recorte de un periódico, en el que decía que "Joaquín Maldonado" había desaprecido. Su familia hacía tiempo que no sabía nada de el. Pero Petra había visto a ese niño antes...

Petra: Pero... ¡Este es el niño que llevaba el otro día Dorada!
Chiva: Sí. Por favor, no te fíes de esa mujer. Haz lo que te he dicho... investígala... 

Chiva miró al techo. En realidad, no miraba a ningún lado. Sus ojos habían dejado de percibir la luz, pues Chiva había muerto.

Petra: ¡Nooooooooooooooo! No por favor, no me dejes... ¡No me dejes Chiva! 





En la habitación de Dorada, Macu y Santiago continuaban apuntando a Dorada a la cabeza con sus escopetas.

Dorada: Por favor, os readmitiré. Os dejaré estar en el Santa Teresita. Todo lo que queráis, pero por Dios, tened piedad de mí. ¡Por favor!
Santiago: ¿Ahora nos vas a dejar? ¿Ahora que te quitan el convento?
Dorada: ¡Todo esto es por tu culpa! Si no hubiéras robado el dinero de mi caja fuerte una vez.
Santiago: ¡Me lo gasté en un crucero!
Dorada: ¿Ves? Patético.

En ese mismo momento, sonó el móvil de Dorada.

Santiago: Cógelo.

Dorada cogió el móvil y respondió.

Dorada: ¿Diga?
Banquero: ¿Dorada de la Huerta?
Dorada: Soy yo. Dígame.
Banquero: Mire, le llamo del banco. Al final, no vamos a proceder a embargar su convento. Le damos el plazo de un mes para conseguir el dinero. Espero que le sea suficiente.

El banquero colgó. Dorada sonrió.

Dorada: ¡Es suficiente! Por favor, hacerme caso. Bajad las armas. Os readmitiré aquí. Tengo una idea para conseguir el dinero para que no nos embarguen.
Macu: ¿Cuál?
Dorada: Confiar en mí... por favor.

Al final, estos acabaron bajando las armas.

Santiago: ¿Y bien? ¿Cúal es la idea?
Dorada: Voy a convertir este convento en un orfanato.





Dorada había conseguido echar a todos los mendigos. Se había enterado de la muerte de Chiva.

Dorada: No os preocupéis. Le daremos un entierro digno.
Jesús: ¿¡Y qué pasa conmigo!? 
Dorada: A tí... tú te quedarás aquí ejerciendo de sacerdote, por ahora.
Santiago: ¡Pero si el sacerdote soy yo!
Dorada: ¡Uy! Pues juntos... además, dos cabezas piensan mejor que una.

La monja líder se dirigió a todas las hermanas.

Dorada: Ahora, más que nunca tenemos que portarnos, TODOS, como verdaderos hijos del señor. Se acerca una época difícil para el convento. Espero que sepáis llevarlo bien. De momento, la próxima semana, abriremos este convento como un orfanato.
Macu: ¡Oh! Un orfanato de monjas... como en las películas...
Fausti: Qué bien nos lo vamos a pasar...

Pero había alguien que estaba mirando a Dorada y sabía que esa mujer no era de confianza. 

Petra: Vaya una falsa... una roba niños.

Petra recordó lo que le contó Chiva antes de morir. Justo en ese momento tenía el recorte del periódico en su mano. Primero, debía empezar por buscar a Joaquín Maldonado.

 

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