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viernes, 18 de febrero de 2011
El zoo cap. 15
12:33 |
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Lola y Nacho fueron bajando la escalera.
LOLA: ¡Huy! Esto está muy oscuro… yo mejor voy detrás de ti.
NACHO: Vale… Voy a coger el móvil, así alumbro un poco.
Nacho sacó el móvil y fue enfocando. Había terminado ya la escalera, ahora se encontraban en un pasillo sin fin.
LOLA: ¿Hola?
Ambos pasaron toda la noche dando vueltas por el subterráneo… sin poder encontrar alguna otra salida, aquello les intrigaba y mucho. A las seis de la mañana, Rodrigo llegó al zoo y entró a su despacho. Se sentó en la silla y sonó su teléfono móvil.
RODRIGO: ¿Diga?
MARTA: Rodrigo, te necesitamos con urgencia aquí abajo.
RODRIGO: De acuerdo, voy abajo.
Antes de bajar, Rodrigo buscó en el cajón la carpeta del Proyecto Maponto, no la encontró.
RODRIGO: ¡Maldita sea!
Se levantó muy enfadado, y fue en dirección a la trampilla. Mientras tanto, en el subterráneo, Lola y Nacho seguían buscando desesperados una salida.
LOLA: Mira, ahí hay una puerta.
NACHO: ¿Llamamos?
LOLA: No, calla, se escuchan voces…
De la puerta adentro…
MARTA: ¡Tres pulsaciones! ¡Le perdemos!
SEÑOR: ¡Vamos cojones! 3, 2 y ¡1!
MARTA: No, creo que ya le hemos perdido…
SEÑOR: Sánquelo de aquí.
La puerta se abrió.
LOLA: ¡Corre!
Nacho y la cocinera salieron corriendo el pasillo adelante.
SEÑOR: ¡Eh! ¡Intrusos!
MARTA: ¿Quiénes eran le viste la cara?
SEÑOR: No.
MARTA: Da igual. Activa la alarma.
El hombre activó la alarma y todas las entradas, salidas y puertas del subeterráneo se sellaron, justo en el momento en el que Rodrigo iba a bajar.
RODRIGO: ¿Y esta mierda por qué no abre ahora? ¡JODER!
Dio una patada a la fuente. Paul acababa de llegar a su trabajo. Iba en dirección a la caseta de los piensos, para echarle de comer a los animales, cuando se encontró con Rodrigo desesperado y dando patadas contra la fuente.
PAUL: ¿Qué pasa? ¿Qué es lo que se supone que tiene que abrir?
RODRIGO: Mira, métete en tus asuntos.
PAUL: Que raro eres tío…
RODRIGO: Ya lo sabía, ¿algo más?
Paul pasó de contestarle y se marchó a su puesto de trabajo.
En la celda del subterráneo, estaban Francisco y Alba intentado encontrar con la otra salida...
ALBA: Por más que buscamos, no encontramos la salida… tiene que estar por aquí.
FRANCISCO: Pufff…
En ese momento, se estaba mirando en un espejo que había en la pared de atrás. El espejo llegaba desde arriba hasta abajo, al suelo. El hombre dio unos golpes sobre el espejo.
FRANCISCO: Creo que es esto. Esto es la otra salida.
ALBA: ¿El espejo?
FRANCISCO: Sí, debe de haber alguna manivela o botón o algo que lo abra.
Mientras tanto, Lola y Nacho corrían como nunca antes habían corrido. En ese mismo momento estaban al final del pasillo, ya no había nada más, se había acabado. Los hombres de la otra sala los estaban siguiendo, les iban a pillar. Hasta que Nacho descubrió algo, en el suelo, del final del pasillo había otra trampilla.
NACHO: ¡Por aquí!
Sin dudarlo, volvieron a bajar. Ahora estaban en como una especie de jardín. El suelo era hierba, y unas plantas correderas iban por las paredes a ambos lados.
LOLA: ¡Ostras! Que chulo.
NACHO: Vamos a continuar.
LOLA: Mira eso, es el colgante de mi hija.
NACHO: ¿Qué?
LOLA: El día de su comunión, se lo regalé a Marta. ¿Qué hace esto aquí?
NACHO: Igual ella ha estado aquí.
Estos dos siguieron avanzando por el ‘jardín’. Al llegar al final había un gran reloj digital en la pared. Pero no parecía un reloj normal, era una cuenta atrás.
LOLA: Es una cuenta atrás.
NACHO: Sí, pero ¿para qué?
LOLA: Sea para lo que sea quedan 347 días.
En la celda…
FRANCISCO: ¡Este es el botón!
Era una cara dibujada que había sobre el borde del espejo. El cristal se deslizo hacia la derecha. Desveló un pasillo con unas antorchas que lo iluminaban a ambos lados por las paredes.
ALBA: Ha llegado la hora de salir de aquí.
FRANCISCO: Vamos.
Natalia y Ángela estaban desayunando en casa. Tenían a Jimy frente a ellas, las estaba mirando. Bueno, mejor dicho, Fabio las estaba mirando.
ÁNGELA: Mamá, sin ofender, pero a mí este muñeco me da muy mal rollo, se parece a los de la señora esa loca…
NATALIA: ¿A los de Shaw? ¡No! Este era mío, no tiene nada que ver, es pura casualidad.
ÁNGELA: El hombre que es mi papá de verdad dijo que se iba a vengar, es mucha casualidad que el muñeco venga a aquí a casa ¿no? Es muy raro que vuelva a TI.
NATALIA: ¡Oh! Hija, que inteligencia, ojala pensaras así de bien para todo. Anda, termínate la comida y vístete que el autobús pasa en cinco minutos, yo me voy al zoo.
Natalia se fue al zoo. La niña se quedó sola en casa. Miró al muñeco. En ese momento, los ojos se movieron. Era Fabio, que deslizó el joystick de la cámara.
ÁNGELA: ¡Que miedo!
La niña cogió el muñeco y unas tijeras y empezó a cortarle las orejas.
ÁNGELA: Lo siento mamá (suspiró) ¡Me caes fatal! (hacia Jimy)
Al otro lado de los ojos de Jimy...
FABIO: ¡Maldita niña del diablo! ¡TE VOY A MATAR!
El hombre se levantó de su mesa de espionaje y sacó una escopeta del armario. Miró por última vez la pantalla del ordenador y dijo.
FABIO: Prepárate, Ángela...
El autobús llegó, y la niña se montó en el. Se sentó atrás del todo como siempre.
Francisco y Alba seguían bajando por el pasillo secreto, hasta un momento, donde fueron a parar a un jardín. Al mismo jardín en el que estaban Lola y Nacho. Les pillaron de improvisto.
ALBA: ¿Hola?
LOLA: ¡Ah! ¡Ah! ¡Corre nos han pillado!
NACHO: ¡Joder! ¡Vámonos!
Estos hicieron un amago de salir a correr.
FRANCISCO: ¡No! Tranquilos, nosotros no somos como ellos. Nos tenían aquí abajo encerrados.
LOLA: Nosotros hemos entrado por error y ahora queremos salir, pero no sabemos como.
NACHO: ¿Por donde vosotros venís hay salida?
ALBA: Sí, pero está cerrada, es una puerta blindada, imposible.
El autobús iba en dirección hacia el colegio, cuando de repente, el conductor se percató de que un coche le perseguía. En el iba Fabio, armado.
FABIO: ¡Parad el autobús! (gritaba por fuera de la ventanilla)
CONDUCTOR: ¡Y una mierda!
Fabio sacó la escopeta por la ventana y comenzó a disparar. Los niños gritaban escandalizados. El conductor, como no tenía otro lugar por donde escapar, se metió por el cruce en dirección al zoo.
FABIO: ¡Dadme a Ángela! ¡Dadme a la niña y nadie sufrirá ningún daño!
CONDUCTOR: ¡Jamás! Mi ocupación es proteger a todos y cada uno de los niños de este autobús y…
En ese momento, el conductor estaba despistado, y no se dio cuenta de que se estaba acercando a la entrada del zoo…
NIÑOS: ¡Que nos vamos a chocar!
El autobús se empotró contra la puerta del zoo. Fabio se bajó del coche, con la escopeta en la mano…
En la sala en forma de jardín del subterráneo del zoo, el grupo que se había formado entre Nacho, Lola, Rodrigo y Alba estaba cada vez más preocupado.
LOLA: ¿Cuánto tiempo lleváis aquí abajo?
ALBA: Francisco desde ayer, y yo años.
NACHO: ¿Años? ¿Por qué? ¿Te han tenido años aquí secuestrada? ¿No se ponían en contacto contigo?
ALBA: Solo entraban para darme la bandeja de comida cada día, nada más, pero siempre era alguien enmascarado, excepto en dos ocasiones que vi a Celia, la jefa de todo esto.
NACHO: Espera, espera, espera... ¿Celia? ¿Cómo era?
ALBA: Gorda, con el pelo rubio y con una voz bastante grave. ¿La conoces?
NACHO: Que si la conozco... esa mujer está muerta. Era la directora del zoo.
FRANCISCO: ¿Era la directora del zoo que está encima nuestra? ¿Ella? ¿Quién la mató?
LOLA: No se sabe, la encontraron en una cuneta, enterrada.
Un golpe sonó. Alguien había entrado a la habitación del jardín. Era Marta.
MARTA: ¿Mamá?
LOLA: ¿Hija? ¿Qué haces tú aquí?
Una voz le habló por un walkie a Marta.
VOZ: Si has encontrado a los intrusos, mátalos. En seguida vamos para allá.
Marta colgó el walkie.
LOLA: ¿Hija? ¿Qué es todo esto? ¿Cómo que "mátalos"?
MARTA: ¿¡Por qué has tenido que bajar aquí!? ¡Lo siento! Me voy a ver obligada...
Más gente entró por la trampilla. Venían armados.
En el zoo, Natalia estaba dentro cuando el autobús se empotró. De inmediato saltó la alarma del lugar, entre Natalia y Paul llevaron a cabo la evacuación de la gente.
PAUL: ¿Dónde están los demás?
NATALIA: ¡No lo sé! Vamos, salir todos por la puerta de atrás. ¡Vamos!
Una mujer salió a correr en la dirección opuesta a la salida.
PAUL: ¡Oiga!
MUJER: No podemos ir por ahí ¡ESTÁN SUELTOS! ¡LOS LEONES ESTÁN SUELTOS!
NATALIA: ¿Qué?
El resto de la gente empezó a correr también en el lado opuesto al que venían los leones. Entre tanto barullo, Natalia se fijó en el autobús que se había empotrado con el zoo. No podía ser, era el autobús del colegio de su hija, Ángela.
NATALIA: Oh Dios mío...
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