martes, 3 de agosto de 2010

postheadericon Hijas del señor cap. 19








Todos estaban a punto de salir en el avión. Santiago, al asegurarse de que las demás estaban todas sentadas en sus asientos, cogió su equipaje y salió del avión. Parecía muy serio. Mientras tanto, la compañía anunciaba que iban a despegar.


Petra: Pero… ¿Y Santiago? ¿Qué pasa con el?
Macu: ¡Estaba abajo!
Petra: Y ¿por qué no está aquí?
Macu: Ja ja ja ja te podría dar unas veinte causas, pero por lo general, ¿y si quiere ir a echar un casquete?
Petra: Pero ¿qué clase de tontería es esa?
Fausti: Vamos a ver, dejemos las tonterías, que esto va a despegar y yo lo paso muy mal en los vuelos…


El avión despegó. Abajo, en el aeropuerto, Santiago miraba como el avión se marchaba, cogía su teléfono y llamó.


Santiago: Soy yo. Hagamos lo acordado, esta tarde, en el Santa Teresita.
Desireé: De acuerdo, allí estaré.





Pasadas unas seis horas, el avión aterrizó en Madagascar, la isla de las vacaciones.


Macu: ¡Ou yeah! Por fin estamos aquí.
Fausti: ¿Y ahora qué?
Macu: Pues ahora, vamos al hotel este que reservó Santiago.
Petra Esperad, aquí tengo los papeles del hotel. 
Macu: A ver… Hotel Savina… uhhh suena raro.
Fausti: Pues sí, a ver qué tipo de hotel es.
Petra: Miedo me da saberlo.





En el Santa Teresita, Santiago estaba esperando a Desireé, la mujer con la que se había citado allí para hablar. Esta estaba tardando en llegar, pero por fin llegó. Santiago la acompañó hasta la biblioteca.


Santiago: Vaya, vaya… es un placer verla en persona.
Desireé: Me gustaría decir lo mismo, pero no es así.
Santiago: Mi nombre es Mateo, soy el director del Santa Teresita.


La mujer miró la estancia en la que estaban de reojo.


Desireé: Cuantos libros…
Santiago: Sí, algunos incluso son centenarios. Bueno, sin más rodeos ¿Se ha pensado la propuesta?
Desireé: Claro que sí, y la acepto.
Santiago: Me alegra saberlo, solo tendría que arreglar los papeles… dos firmitas y listo, el Santa Teresita es suyo.
Desireé: A mí me habían dicho que Mateo era una persona alta y rubia… y usted es todo lo contrario. ¿Seguro que es Mateo? 
Santiago: Por favor… ¿de verdad lo duda?
Desireé: Sí.
Santiago: ¿No es su deseo comprar este convento para montar…?
Desireé: Para montarme una mansión de lujo.
Santiago: Eso.
Desireé: Sí que lo es, pero quiero que todos los papeles estén en regla.


Santiago le dijo a esta que los iba a intentar arreglar para mañana, y que se pasase de nuevo por allí. La mujer se marchó y este fue a la habitación de Mateo. Se tumbó en la cama, había utilizado la identidad del difunto director para vender el convento y ganarse el dinero el. Por ese mismo motivo había convencido a las chicas para irse a Madagascar… lo que ellas no sabían, era que cuando fueran a volver, no se encontrarían NADA allí.





Las tres llegaron al lugar donde supuestamente estaba el hotel. Era un lugar muy cutre visto desde afuera, con la fachada negra mal pintada, las ventanas sucias, las puertas húmedas. 


Fausti: ¿Qué es esto? ¡Esto no es un hotel de 5 estrellas! 
Macu: Es verdad… nos hemos debido equivocar.
Fausti: Hay señor, Petra querida ¿Dónde tienes la cabeza?
Macu: ¡Eso, Petra! ¿Estás tonta? ¿Por qué nos traes aquí?
Petra: ¡Que no! Que este es el lugar… aquí lo dice bien claro. No nos hemos equivocado. Vamos a entrar.


Faustina se opuso.


Fausti: No… yo ahí no entro.
Petra: Faustina querida, ¿has aprendido algo en todos estos años de la vida eclesiástica? 
Fausti: Sí que he aprendido.
Petra: Entonces sabrás que no hay que juzgar a un libro por su cubierta… sino mirar en su interior.
Fausti: Pero es que…. Me da mal augurio entrar ahí, la verdad.
Macu: Pues venga, vamos a entrar. Con dos cojo… ¡uy! Perdón.
Petra: Inmaculada…


Las chicas entraron al hostal. Frente a ellas, en un sillón viejo y lleno de telarañas había una señora de unos cuarenta años, morena y con gafas. Tenía cara de no querer hacer buenos amigos. Ella era la recepcionista del hostal.


Recepcionista: ¿Quién es?
Macu: ¡El loboooo!
Petra: Inmaculada, deja las tonterías, por favor.
Fausti: Sí…
Recepcionista: Ejem…
Fausti: ¡Uy! Mire, venimos de parte de Santiago Lopez. Teníamos una reserva aquí.
Recepcionista: Demuéstrenlo.
Macu: (en voz baja) La tía parece que tiene una estaca en el culo…
Petra: ¡Chist!
Fausti: Tome, el papel de la reserva.


La recepcionista cogió el papel y después de mirarlo, lo rompió y lo tiró al suelo.


Macu: ¿?
Recepcionista: Ustedes no son bienvenidas aquí.
Fausti: ¿Por qué?
Recepcionista: Ninguna de vosotras es Santiago Lopez.
Petra: Ya…
Recepcionista: Entonces no hay reserva que valga. Adiós. 
Fausti: Bueno, aun así, sin reserva yo le pido una habitación para nosotras tres. Supongo que no debe de tener todas las habitaciones ocupadas.
Recepcionista: Pues no. Están todas vacías.
Macu: Uy… que mal rollo, vámonos a otro hotel.
Fausti: ¡Que no! Ya que estamos aquí. A ver ¿cuánto pide por una habitación?
Recepcionista: Está bien. Acompáñenme, les llevaré a su habitación.





Santiago estaba desayunando en el convento, cuando oyó como el timbre de la puerta principal sonaba.


Santiago: ¡Voy!


El sacerdote abrió la puerta.


Desireé: Buenos días.
Santiago: ¡Hombre! Desireé, cuanto tiempo sin verla…
Desireé: Sí, desde ayer por la tarde/noche.
Santiago: Bueno, aquí tengo todos los papeles. Solo tiene que firmarlos y el convento será suyo.
Desireé: ¿Y por qué no vamos mejor dentro? Aquí afuera me siento incomoda.
Santiago: Como tú quieras, guapa.
Desireé: Estoy casada…
Santiago: Ah y yo, y yo…
Desireé: ¿¡Qué!?
Santiago: Con la iglesia…
Desireé: Ah…


Ambos entraron al convento y se sentaron en unas mesas de los merenderos del patio. Allí se estaba muy bien.


Desireé: Es muy bonito esto ¿eh?
Santiago: Sí, precioso.
Desireé: A ver los papeles.


Santiago lo sacó todo y lo puso sobre la mesa.







Santiago: Solo tienes que firmar aquí y aquí, estas son las escrituras.
Desireé: Espere un momento, enseña tu carnet de identidad.
Santiago: ¿Cómo?
Desireé: Sí, no me puedo fiar y firmar así a lo loco.
Santiago: Es que no lo tengo aquí ahora mismo… lo he perdido. Pero… ¿usted desconfía de mí?
Desireé: Sí.
Santiago: Vaya…
Desireé: En fin, voy a firmar, pero que no me entere yo de que usted no es Mateo.


Después de firmar todos los papeles, los dos se levantaron y se dieron un apretón de manos para cerrar el acuerdo.


Desireé: En este maletín tienes el dinero… y ahora, abandona mi casa.


Santiago tragó saliva y habló.


Santiago: ¿Ya?
Desireé: Ahora es mi casa, y te digo que te vayas de ella.
Santiago: Pero tengo que recoger mi ropa, y avisar a las demás hermanas y monjes del convento para que recojan lo suyo y se vayan.
Desireé: De los demás ya me ocupo yo de ponerlos al fresco, las ropas las quemaré.


La mujer acompañó al cura hasta la puerta.


Santiago: ¡Oiga! No puede hacerme esto.
Desireé: Emm… legalmente sí.
Santiago: ¡Pero…!
Desireé: Bye bye…


La mujer cerró la puerta en sus narices.





Después de haber desayunado, las chicas iban en dirección a la playa.


Macu: Ja ja ja… pues dicen que aquí, en Madagascar hay muchos morenitos…
Fausti: ¡Uy! ¿Y tú para que quieres que haya morenitos?
Macu: Para nada… para nada… jajajaja


Las tres llegaron a la playa y colocaron sus cosas.


Petra: Ale, la sombrilla lista.
Fausti: ¡Yo me voy al agua!
Macu: Pues yo también.
Petra: Yo no tengo muchas ganas de bañarme ahora… pero me quedaré aquí tomando el sol ¿os parece?
Macu: Tú te lo pierdes.
Fausti: Adiós hermana…


Fausti y Macu se fueron a dar un chapuzón, mientras Petra se tumbó en su toalla y miró el soleado cielo. Sin que ella se diera cuenta, un hombre de raza negra se acercaba por detrás al bolso que estaba junto a la sombrilla. Intando que Petra no le oyese robar las cosas, se agachó y cogió el bolso, pero Petra lo oyó y se giró.


Petra: ¡Uy!
Dhongdo: ¡Ah!
Petra: ¡LADRÓN! ¡Ayudaaaa!
Dhongdo: ¡Lo sentir mucho yo! Es para comer… adiós.
Petra: ¡Ahhh!


Petra se levantó de la toalla y salió corriendo detrás del negro.


Dhongdo: ¡No correr más tu! ¡Jamás me cojeras!
Petra: ¡Ay! ¡Ay! Yo… no puedo… ay… no puedo más…


La mujer se cansó de correr y volvió a las toallas. Allí estaban Macu y Fausti secándose.


Fausti: ¿Pero tú que hacías allí corriendo?
Petra: ¡Un negrito! Que nos ha robado el bolso.
Macu: ¿Qué? ¿Pero tú eres tonta? ¿Y cómo le dejas?
Petra: ¡No me había dado cuenta! ¡AH! Lo siento.
Fausti: Bueno… no pasa nada, Inmaculada, tampoco te pongas así de fiera.
Macu: Es que es para ponerse.





Fausti se quedó mirando un puesto de barcas que había en la orilla.


Fausti: ¡Oye! Mirad aquello…
Macu: ¡Bah! ¿Barquitas?
Petra: Yo no estoy para esas cosas…
Fausti: ¡Vamos! Puede ser divertido…
Petra: ¿Y quién lo paga…? Si nos ha robado todo el moro.
Macu: Ya pensaremos luego en eso…


Las tres se acercaron a las barcas y cogieron una.


Encargado: Vamos, tienen media hora de viaje.
Fausti: ¿Aquí todos sabéis hablar español?
Encargado: Yo sí.
Macu: De puta madre.
Petra: ¡Inmaculada! Últimamente tienes la lengua muy larga.
Fausti: Pues habrá que cortársela.
Encargado: ¡A montarse!


Tras montarse todas, el encargado empujó la barca y esta empezó a ir más adentro.


Fausti: ¿Quién controla?
Macu: Yo… yo hacía de esto en un río, de pequeña…
Fausti: Si… seguro.
Macu: ¡Que sí!
Petra: ¡Ay! Me estoy mareando…
Fausti: Petra hija… a buenas horas.
Petra: ¡Que me caigo aquí mismo!


Las otras dos se empezaron a asustar.


Fausti: ¡Petra, aguanta!


Fausti se levantó en la barca y empezó a llamar la atención del encargado moviendo los brazos y gritando.


Macu: Nada, que no te oye.
Fausti: Sordo como una tapia…
Macu: ¡Eeyyyyyyyyy! ¡Ayuuuuuuuuda!


En un descuido, Fausti se tropezó y cayó al agua.


Fausti: ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh! ¡Inmaculada, ayúdame a subir!
Macu: Dame la mano…
Fausti: ¡Ay! ¡Que no llegoooooooooooo!


El encargado fue corriendo al lugar en una barca y subió a Fausti del agua. Luego, atando la otra barca a la suya llegó hasta la costa. Una vez allí, Petra recuperó el conocimiento.


Encargado: Bueno, bueno, bueno… son 25 € más 10 por las molestias de haber tenido que ir a buscarlas.


Las tres monjas se miraron entre ellas. No tenían ni un duro.


Petra: Ummm…
Encargado: ¿?
Macu: ¡Oh!
Encargado: ¿”¡Oh!”?
Macu: Menudo palo.
Fausti: ¡Macu!
Macu: Tres… dos…
Fausti: ¿?
Macu: Uno… ¡CORRER!


La hermana Inmaculada salió a correr, pero un encargado se le echó encima. La monja, sacó una cruz de su bañador y se la puso en la frente al hombre, estaba ardiendo de tanto el rato dándole el sol. El hombre se tuvo que girar y esta le empujo. Las tres monjitas aprovecharon para salir corriendo.


Encargado: ¡Hijas de puta!
Macu: ¡Jajajajajajaja!
Encargado2: ¡Se van sin pagar y tú no haces nada! ¡No pagan y no haces nada! Menuda ruina que nos buscan estas.
Encargado: ¡Que me han quemado! ¡Ladronas!


Mientras tanto, las chicas, corriendo...


Petra: Vamos al hotel...
Macu: Uy, si vamos...





En el Santa Teresita, Santiago estaba preocupado, pues todas las monjitas y los monjes habían salido de golpe.


Cloti: ¡Nos ha echado! ¡Pecadora!
Desireé: ¡Bye bye! Jajajaja.
Monje: ¿Y tú por qué vendes el convento?
Monje2: ¡Mala persona! ¡Estamos en la calle por tu culpa!
Santiago: ¡Lo siento mucho, de verdad! No sabía que esto iba a pasar. Pensé que nos daría unos días para abandonar...
Cloti: Sí… ya… ¡pecador!


Desireé se asomó al balcón.


Desireé: Fuera de aquí, no quiero ver a tanta monja a mi alrededor, que me atosigáis.


La mujer se entró adentro.


Cloti: ¿Y ahora qué? ¿Qué piensas hacer para sacar a esa furcia de ahí?
Santiago: No se puede hacer nada… el convento es suyo.
Monja: Vaya lío en el que nos has metido… si Dorada se enterase…
Monja2: ¡Oh! Dorada… ¡llamémosla!
Cloti: ¿Quién es Dorada?
Santiago: La antigua dueña del convento. Yo tengo su teléfono.
Monja1: ¡Pues a qué esperas!


Santiago marcó el móvil de Sor Dorada y llamó.


Dorada: ¿Sí?
Santiago: Dorada, soy yo, Santiago…
Dorada: Dime.
Santiago: Hay una cosa que te quiero decir…



Dorada llegó a toda prisa a la Iglesia de San Bernal, la que estaba en el pueblo de al lado del convento, allí se había citado con Santiago. Este tenía algo muy importante que comunicarle.


Dorada: ¿Qué es eso tan importante que me tienes que decir?


Dorada se acercó a el.


Santiago: ¡Dorada! No sabes lo que te hemos echado de menos…
Dorada: Al grano, tengo cosas que hacer.
Santiago: Dorada, nos han robado el Santa Teresita.
Dorada: ¿Qué? ¿Dónde está Mateo? Quiero hablar con el.


Santiago miró a una de las monjas que estaba allí y esta agachó la cabeza.


Santiago: Mateo… Mateo murió en un accidente de coche.
Dorada: ¿¡Cómo!?


Dorada empezó a tambalearse.


Santiago: ¿Estás bien?
Dorada: Ehh… no…


La mujer se desmayó y cayó al suelo. Santiago la cogió enseguida.


Santiago: ¡Ey! ¡Dorada!
Dorada: Agua…
Santiago: ¡Traer un vasito de agua!


La monja vino corriendo con el vaso de agua. Este se lo entregó a Dorada, tras beber un poco ya pudo hablar.


Dorada: Explícame todo lo que ha pasado, ¿de acuerdo?
Santiago: Bien.





Nuestras chicas estaban terminando de vestirse y hacer las maletas, para irse del hotel cuanto antes y sin pagar, cuando alguien llamó a la puerta de la habitación.


Macu: ¿Pero quién es a estas horas?
Fausti: ¡Estoy en la ducha!


Petra estaba tumbada en la cama.


Petra: ¡Y yo tengo sueño!
Macu: Vale... ya voy yo.


La hermana Inmaculada abrió la puerta de la habitación del hotel y se encontró de frente con la recepcionista.


Recepcionista: Hola.
Macu: Hola...
Recepcionista: Hemos recibido una queja sobre ustedes tres.
Macu: ¿Qué? ¿Qué queja?
Recepcionista: Los residentes de la habitación contigua se han ido a quejar abajo sobre vuestro... "ruido".
Macu: ¿Qué ruido...? Si nosotras hemos estado toda la tarde en la playa.
Recepcionista: ¿Me llamas mentirosa?
Macu: No, me lo está llamando usted a mi.


Fausti terminó de ducharse y salió del baño con la toalla puesta.


Fausti: ¡Oh! ¡Señora recepcionista...! Que alegría tenerla por aquí... ¿qué le ocurre?
Macu: Pues esta tipeja, que dice que hemos estado haciendo ruido, y yo le he dicho que es mentira, que hemos estado toda la tarde en la playa.
Fausti: ¿Qué tipo de ruido era?
Recepcionista: Música.
Fausti: ¡Uy! Pues eso sí que no... porque no hemos tocado el radio-casete desde que llegamos.


La monja se acerca al equipo de música y está encendido.


Recepcionista: ¿Entonces quién lo ha encendido...? ¿Mi tía la tuerta?
Macu: Pues supongo que habrá sido ella, porque nosotras no.
Fausti: ¡Lo que está claro es que nos han colado en la habitación!
Macu: Pero no han podido robar nada, porque el dinero ya nos lo ro...
Fausti: ¡Chist!
Recepcionista: Bueno... ya están avisadas, adiós.


La recepcionista se fue. Macu se giró hacia Fausti y le preguntó.


Macu: ¿Por qué me mandas a callar?
Fausti: ¡Has estado a punto de decir que nos habían robado el dinero en la playa!
Macu: ¿Y qué?
Fausti: ¡Que como le digamos a esta señora que no tenemos dinero, nos harán quedarnos en Madagascar hasta que paguemos la habitación!
Petra: ¿Ya estáis listas?
Fausti: ¡Espera, que me visto y nos vamos!





Dorada estaba frente a las puertas del Santa Teresita. Ya estaba al día con todo lo que había ocurrido. Llamó a la puerta. Desireé fue a abrir.


Desireé: ¿Quién eres?
Dorada: Sor Dorada, la dueña de este convento.
Desireé: ¿Dueña? Ja ja ja ja ja ¡Me meoooo! Ja ja ja ja ja
Dorada: ¿Qué es eso tan gracioso?
Desireé: Que la dueña de este lugar, soy yo.
Dorada: ¿Y eso quién lo dice?
Desireé: ¡Estos papeles!


Desireé le mostró los papeles a Dorada. Esta los cogió para ojearlos.


Dorada: Ale, ya no hay papeles (romper)
Desireé: ¡Ehhhhhhh! ¡Oye! ¿¡Pero cómo se te ocurre…!? ¿Por qué?
Dorada: Este convento es de mi familia desde hace más de un centernar de años, no vas a venir tú aquí a la primera de cambio y a robármelo.
Desireé: Este convento era de un tal Mateo.
Dorada: Sí, yo le regalé las escrituras, pero el ahora está muerto.
Desireé: ¿Entonces quién me firmó de las escrituras?
Dorada: Este señor.


Santiago salió.


Desireé: ¡Sí! El es Mateo.
Dorada: No lo es, y como no lo es, las escrituras que TÚ firmaste no son válidas. Así que con la ley sobre la mano, este convento pertenece a la anterior persona que era poseedora de el, ya que Mateo no tenía ningún tipo de familia para dejarle el lugar a su nombre.
Desireé: ¡A mí tu no me mueves de aquí! ¡Aguaaa!


Desde el balcón de arriba unas jovencitas le tiraron un cubo de agua a Dorada y Santiago. Al instante, Desireé cerró la puerta.


Desireé: ¡Ja já! Esta tía a mí no me va a mover de aquí.


Dorada: Vamos a hacer que salga.
Santiago: ¿Cómo?
Dorada: Si no ha querido por las buenas… iremos por las malas.





Las monjas iban por los pasillos del hotel sigilosamente, ya solo les quedaba cruzar el recibidor y marcharse, pero tenían un problema, la recepcionista seguía allí plantada en su silla...


Macu: ¡Dios! ¡Que asco de tía!
Petra: ¡Inmaculada! No uses el nombre de Dios en vano, por favor te lo pido.
Macu: ¡Que me dejes en paz, hostias!
Fausti: Macu, te estás pasando. A ver, está dormida, podemos pasar sin problemas.
Macu: ¡Esto que estamos haciendo es pecar! Nos vamos a ir sin pagar.
Fausti: No, esto no es pecar. Nos robaron el dinero y si nos quedamos aquí mañana nos obligarían a abandonar porque es hasta donde teníamos reservado y luego no tendríamos dinero y nos mandarían a la cárcel.


Al final, se decidieron, pasaron a cuatro patas por el recibidor. Cuando llegaron al final se pusieron en pie y salieron. Ya en la calle...


Petra: ¡Por fin! Oye... no sé si me ha venido muy bien esto de agacharme...
Fausti: Venga, vamos al aeropuerto, que aquí tengo los billetes de vuelta... esperamos hasta mañana allí.
Macu: Menos mal que no nos quitaron eso.



Santiago y Dorada entraron al convento por la parte de la iglesia. Por allí no había nadie. Atravesaron varios corredores y allí estaban, en una habitación Desireé y sus dos repelentes hijas adolescentes.


Santiago: ¿Qué hacemos para echarlas?
Dorada: Tú déjamelo a mí.


Dorada fue a por una papelera. Allí sacó su mechero y le prendió fuego. La puso frente a la puerta de la habitación donde estaban las tres repelentes.


Santiago: No te pillo…
Dorada: Ahora lo verás.


Dentro de la habitación, se empezaron a percatar del olor a humo.


Hija1: ¿Huele a fuego, no?
Desireé: ¡Oh! A ver…
Hija2: ¡NO! Mamá, no abras… está entrando todo el humo por la puerta.
Desireé: ¡Oh! Estos han sido los dos de antes.
Hija1: ¿Qué?
Desireé: ¡Han prendido fuego al edificio! ¡Dioooos! ¡Vamos a morir!


Desireé se puso histérica.


Hija2: Vamos a ver, mamá, por la puerta no podemos salir, o nos quemaremos vivas…
Hija1: Sí…
Hija2: Pero ¡tenemos una ventana!
Desireé: ¡Oh! ¡Es verdad!
Hija1: ¿Salimos?
Desireé: ¡Pero nos vamos a matar!
Hija1: No, vamos a atar unas sábanas.


Rápidamente, las hijas ataron unas cuantas sábanas y las lanzaron por la ventana.


Hija2: Bajemos.


Las tres fueron bajando y luego quitaron las sábanas. En ese mismo momento, la puerta del convento por abajo se abrió Dorada apareció.


Dorada: ¡Ja ja ja!
Desireé: ¿Pero qué…?
Dorada: No se estaba quemando el edificio jajaja pero ahora, hemos conseguido echaros.
Santiago: ¡A chincharse!
Desireé: ¡Ahhhhh! ¡Me cago en Dios!
Dorada: ¡Uy! En casa de dioz no se blasfema… ¡lo pagarás caro!
Santiago: ¡Fueraaaa!


Desireé: ¿Y si no nos queremos ir?


Santiago cogió una urinal llenó de exrementos y lo lanzó sobre las tres repelentes. Estas gritaron y salieron corriendo. Poco a poco, las hermanas del Santa Teresita fueron llegando al convento. Todo volvía a la normalidad.


Santiago: Gracias Dorada…
Dorada: ¿Y tú por qué vendiste el convento?
Santiago: Ya te lo dije… necesitaba el dinero, jamás volverá a pasar esto.
Dorada: Claro que no, porque yo voy a estar aquí para vigilar. Por cierto… ¿Dónde estan Fausti, Macu, Petra y Rebe?
Santiago: Rebeca se ha ido a trabajar al mundo del teatro. Las otras tres, en Madagascar, viviendo la vida loca.
Dorada: ¿¡Qué!? ¡Qué suerte tienen! ¿Cuándo vuelven?
Santiago: Mañana… se supone. ¿Y tú dónde te has ausentado?


Dorada se puso nerviosa, no sabía qué responder.


Dorada: Asuntos personales. Pero no volveré a faltar más, eso tenlo seguro.



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