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lunes, 16 de agosto de 2010
Hijas del señor cap. 21
12:47 |
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Dorada había pasado la noche en vela. Anoche, al entrar en su habitación, se encontró con un cordero degollado sobre su cama, con una nota encima de él.
Nota
En El Consejo, la traición se paga con la muerte. No lo olvides, Dorada.
Había recogido el animal y lo había tirado al contenedor de basura del convento. Pero ella había pasado la noche en vela, sentada en la cama, con la nota en la mano. Cuando salió de su habitación, fue directa al comedor. Necesitaba desayunar, intentar no pensar en eso.
Macu: ¿Dorada? ¿Estás bien?
La hermana superiora se puso muy correcta, como solía ir siempre, para no llamar la atención.
Dorada: ¿Y por qué iba a estar mal?
Macu: Por lo del cordero...
Dorada: ¿Cómo lo sabes?
Macu: Bueno... todo el mundo lo sabe.
Entonces, Cloti, que pasaba en ese momento entre las mesas del comedor con un enorme cazo con cereales se acercó a ellas.
Cloti: Todo el mundo se ha enterado. Yo lo he contado.
Dorada: Gracias por tu discreción, Clotilde.
Cloti: De nada, querida.
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Dorada fue a su mesa, a desayunar. Macu se incorporó a la suya, donde estaban sentadas Fausti y Petra.
Fausti: ¿Qué te ha dicho?
Macu: Nada... no me ha querido contar.
Petra: ¡Mira que os lo dije! ¿Os lo dije o no? ¡Esta mujer no se trae nada bueno entre manos!
Macu: ¡Oye! Déjala en paz.
Petra: No la defiendas por ser tu hermana, pero es que tiene que estar en un buen lío para que la hayan amenazado de muerte.
Petra: Supongo que El Consejo ese irá relacionado con los niños robados...
Macu: ¿Qué niños robados?
Petra: Lo que os conté aquella vez de Dorada... lo del niño que escondía en el desván.
Fausti: Pues sí, todo irá relacionado. Pero supongo que tendrá alguna explicación lógica... además, Dorada no es una mujer débil... todo lo contrario, se sabe defender perfectamente e impone mucho.
Petra: Sí, pone mucho de los nervios.
Macu: ¿De los nervios? ¿Por qué?
Petra: Porque sí. Oye... ¿Y Santiago?
La cocinera, que pasaba de vuelta le contestó a Petra.
Cloti: Fue con Soledad al médico esta mañana... no se encontraba bien.
Macu: Esa mujer es muy rara... viene aquí de un día a otro y se presenta en el convento...
Petra: Pues a mi me da mucha pena.
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Todas terminaron de desayunar y salieron a dar una vuelta por el patio. Entonces, la hermana Chilindrina se acercó hasta Macu.
Chilindrina: ¡Ey! Inmaculada, ven aquí.
Macu: ¿¡Yo!? ¡Voy!
Macu se acercó hasta ella.
Macu: ¿¡Qué!?
Chilindrina: Tienes que ir a la lavandería.
Macu: ¿Yo? ¿Por qué?
Chilindina: ¿A qué se va a una lavandería? ¡Pues a lavar ropa! ¡Que te toca a ti!
Macu: ¿A mi? ¡Já! Llevo más de un año en este convento y jamás he pisdo la lavandería... jajaja lavar yo ¡Já!
Chilindrina: Por eso mismo... nunca has ido, y debes ir hoy. Bueno, he dejado la cola sucia en el cestero rojo, ¿vale? Cuando las laves, las pones en el azul. Y recuerda, la ropa de color rojo la lavas aparte.. Y la negra también.
Macu: Vale...
Chilindrina se marchó. Macu fue con las demás muy enfadada.
Macu: ¡Joder!
Fausti: ¿Y a ti que te pasa ahora?
Macu: Me han mandado a la lavandería...
Petra: Jajajajajajajajaja... ¡es que me desorino!
Fausti: ¡Huy! Pues no estás tu para orinarte... y más a tu edad.
Petra: ¿Qué pasa con mi edad?
Fausti: Ah no nada... nada...
Macu: Que estas muy mayor Petra... ya pronto estiras la pata.
Petra: Oye, no me digáis eso que me asustáis...
Macu: Pues te chinchas. Yo tengo más años por delante que tú jajajajaja...
Fausti: Inmaculada, no me parece bien que digas eso.
Macu: Vale. Casi mejor que me vaya a la lavandería... total para estar aquí con estas amargadas, mejor sola que mal acompañada... ale, ir con Dios.
La monja se fue muy ofendida.
Petra: En fin...
Fausti: Lo gracioso es que encima se enfada ella...
Petra: Sí...
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Dorada estaba en su habitación con Santiago.
Santiago: Entonces dices que les has dejado tirados... ¿no?
Dorada: Sí. Lo peor es que han entrado al convento para dejarme la amenaza. En cualquier momento pueden intentar matarme..
Santiago: Tranquila, Dorada. Entonces, por eso quieren vengarse porque abandonaste El Consejo... pues has hecho muy bien en no colaborar en ese atentado contra el papa, pero ahora que me lo has contado...
Dorada: ¿Qué?
Santiago: Yo no me voy a quedar callado. Esa gente quiere matar al papa, voy a avisar al Cardenal Sánchez.
Dorada se levantó, atacada de los nervios.
Dorada: ¡¡¡No!!! No puedes hacer eso. Si el cardenal se entera de que he participado ahí...
Santiago: ¿¡Pero que prefieres, eso o que asesinen al papa!?
La mujer se quedó callada.
Santiago: Voy a llamarle... lo siento Dorada.
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Abajo, en el hall del Santa Teresita, Fausti y Petra estaban rezando a la nueva virgen que habían puesto allí, cuando una pareja de unos cincuenta años entró por las puertas del hall del convento.
Apostolía: ¿Hola?
Fausti: Hola. ¿Quieren algo?
Roberto: Buscamos a nuestro hijo.
Fausti se levanto del suelo, pues estaba de rodillas rezando a la virgen.
Fausti: ¿Vuestro hijo? Es un monje, supongo... ¿no?
Apostolía: ¡No! Él debió ingresar aquí como médico.
Roberto: Se llama Mateto.
Fausti: ¡Oh!... Si... Mateo... pues... pues esperen un momento por favor.
Fausti se acercó hasta Petra y la hizo levantar. La alejó varios metros.
Petra: ¿Qué ocurre?
Fausti: Petra, esos señores... son los padres de Mateo.
Petra: ¿¡Qué!? Pero... Mateo decía que no tenía familia...
Fausti: Si. Es verdad. Pero también puede que nos lo ocultara...
Petra: ¿Qué hacemos?
Fausti: Avisemos a Dorada... yo no pienso decirle a esos dos señores que su hijo está muerto... si hombre, para que les de un infarto y luego me vea yo con esa carga...
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Petra: Vamos a buscar a Dorada, pues.
Fausti se acercó hasta la pareja.
Fausti: Esperen un momentito... ¿vale?
Apostolía: ¿Van a buscarle?
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Fausti: Eh... sí.
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En las traseras del convento, estaba la lavandería, y Macu estaba en la lavandería con el cesto de la ropa.
Macu: ¿Y ahora qué hago?...
La monja no recordaba qué ropa era la que no tenía que poner junta.
Macu: ¿La roja con la blanca? ¿No? ¡Bah! Eso mismo...
Esta cogió la ropa blanca y roja y las junto en las lavadoras. Después las puso en marcha.
Macu: Bueno... y ahora ¡a esperar!
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Las hermanas Faustina y Petra irrumpieron en la habitación de Dorada.
Dorada: ¿Y ahora qué os pasa a vosotras?
Fausti: Dorada, abajo...
Dorada: ¿Qué?
Fausti: Están los padres de Mateo. Y... no saben que... su hijo está muerto.
La madre superiora se quedó a cuadros.
Dorada: Uff... ¿y qué, me toca a mi darle la sorpresa?
Petra: Por supuesto, para eso eres la madre superiora y la mandamás aquí, en el Santa Teresita.
Dorada: Vamos allá.
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La hermana Chilindrina iba con un helado en la mano, paseando por la zona de la lavandería, a ver qué tal le iba a Macu.
Chilindrina: Hola Inmaculada, ¿qué tal lo llevas?
Macu: ¡Oh! ¡Un helado! ¿De qué es?
Chilindrina: De fresa... ¡con nata!
Macu: ¡Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! ¡Me derrito todaaaaa!
El timbre de la lavadora sonó.
Macu: ¡Huy! Ya está la ropa.
Chilindrina: ¡Pues sácala de la lavadora!
Macu preparó el cesto de la ropa limpia y abrió la lavadora. La sorpresa fue enorme cuando empezó a sacar las ropas blancas con manchas rojas.
Chilindrina: ¡¡¡Pero tú eres tonta o qué!!!
Macu: ¡Ey! ¡Tranqui, hermana!
Chilindrina: ¡Eres una irresponsable! ¡Te has cargado la ropa blanca!
Macu: ¡Pues no haberme mandado a ponerla, hostias... Dios!
Chilindrina: ¡Que no blasfemes en casa de Dios!
Chilindrina se puso en una postura amenazante. Macu no se iba a dejar amenazar por esa mujer.
Macu: ¿Qué me vas a hacer? ¡No es mi culpa! Yo nunca había puesto una lavadora. Y tú me has mandado aquí... además, ¡tú eres la jefa de la lavandería! ¡Me lo explicaste mal!
Chilindrina: ¡Yo te expliqué todo bien, NARICES!
Macu: ¡Ohhhhh!
La lavandera empezó a respirar muy rápidamente, se había alterado mucho... y ella no estaba para esos trotes.
Chilindrina: Ah... oh... ah... (se cae al suelo)... Inma...cu..la..da..a... ayu...ayu...da.
A Chilindrina le había dado un infarto. Macu no sabía como reaccionar... ni qué hacer.
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Dorada estaba en el comedor, con los padres de Mateo, sentada, tomando un café.
Apostolía: ¿Cuándo va a venir mi hijo?
Dorada: Es que... está pasando consulta a... a unas hermanas que están enfermas.
Apostolía se puso seria.
Apostolía: ¿No quiere vernos, no? Es eso...
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Dorada: Apostolía... su hijo nunca nos había hablado de ustedes. Cuando ingresó aquí nos dijo que no tenía familia.
Roberto: Mateo se marchó de casa. Por nuestra culpa...
Dorada: ¿Por su culpa?
Apostolía: Sí. Él se quería ir a trabajar a otro lugar, lejano a la villa... decía que necesitaba cambiar de aires... y claro, nosotros no podemos dejar que nuetro único hijo se nos vaya a la otra punta del país... y nos impusimos a que se fuera...
Dorada: ¿Y qué paso?
Roberto: Le destruimos un trabajo para la facultad de medicina.
A Apostolía le cayó una lágrima por la mejilla.
Apostolía: Nosotros... no queríamos que se marchara de la villa... solamente eso. Y bueno, él se enteró de que le habíamos echo eso y un día se marchó y desde entonces no lo hemos vuelto a ver.
Roberto: Pero, entonces fuimos a preguntar por él a la facultad.
Apostolía: Sí. Y nos dijeron que le habían destinado en pruebas a este lugar, al Santa Teresita, para ejercer de médico.
Roberto: Y aquí estamos... mire, Dorada, por favor, haga todo lo posible porque aunque sea... aparezca por este comedor... solo queremos verle...
Dorada se armó de valor. Iba a lanzar la noticia.
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Petra iba tan contenta a ver cómo le iba por la lavandería a su amiga Inmaculada, pero cuando llegó se llevó una gran sorpresa. En el suelo estaba la hermana Chilindrina agonizando y Macu haciéndole el boca a boca. Sin duda era una escena de lo más lamentable.
Petra: ¡¿Qué ha ocurrido aquí?!
Macu: Yo... ¡yo no he hecho nada!
Petra: ¿Te he acusado yo de algo?
Macu: Estabamos discutiendo y de repente se desplomó... y empezó a agonizar.
Petra: ¡Macu! A esta mujer le ha dado un infarto. ¡Hay que llamar a un médico!
Macu: ¿Qué médico? Si Mateo está muerto.
Petra: ¡Pues a una ambulancia!
Macu: Ayer llamamos a una ambulancia por Soledad. Si llamamos ahora otra vez se van a pensar que esto es un cachondeo.
Petra: ¡Coge en brazos a Chili!
Macu: ¿Para qué?
Petra: Vamos a llevarla a la iglesia. Recemosle a la virgen, a ver si puede hacer un milagro por esta mujer.
Macu: ¡Yo no puedo con ella!
Petra: Yo te ayudo.
Entre las dos fueron llevando por los pasillos a la hermana Chilindrina hasta llegar a la iglesia. Se cruzaron con varias monjas por el camino que preguntaron curiosas qué le había ocurrido a Chilindrina. Macu contestaba que había sido una bajada de tensión.
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Al fin, llegaron a la iglesia. Pusieron a Petra sobre el altar y se pusieron de rodillas, a rezarle el milagro a la Santísima Virgen del Milagro.
Petra: Santísima Virgen del Milagro, te pido humildemente me recibas este día bajo tu amparo y protección, te invoco tu dulcísimo nombre como prenda segura de gracia y salvación. A ti acudo, Madre misericordiosísima, en demanda de tu maternal socorro y como en otro tiempo libraste a Lima de un espantoso terremoto, así te pido me ampares y defiendas contra las terribles asechanzas del demonio y me libres de todo peligro espiritual y material. Particularmente te suplico me concedas la gracia que humildemente te pido si es de tu divino agrado.
Macu: Por favor, saca a nuestra amiga Chilindrina de este apuro... por Dios...
Petra: No dudo, Madre mía, que me la concederás ya que eres Abogada de pecadores y Medianera entre Dios y los hombres y te complaces en favorecer a todos los que confiados en tu misericordia infinita, acuden a tus pies en busca del remedio de sus males, socorro en sus necesidades y aliento en las tentaciones.
Macu: Yo te prometo, Madre Mía, propagar tu devoción y esforzarme en atraer hacia Ti el mayor número posible de devotos.
Petra: Madre amantísima, al apartarme de tu presencia te dejo mi corazón y en medio de mis ocupaciones estaré pensando en Ti y en cada respiración quiero repetir siempre que soy tuyo y lo seré por toda la eternidad. Amén.
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Entonces, en ese preciso instante, la hermana Chilindrina recuperó la conciencia.
Macu: ¡Ohhhh! ¡Ha funcionado!
Chilindrina: ¿Qué me ha pasado? ¡Inmaculada! ¡La ropa!
Macu: ¡Da igual la ropa, estás viva!
Petra: Gracias a Dios.
Macu: Sin duda alguna, la virgen existe.
Petra: ¿Tenías tú dudas?
Macu: Si... pero ¡ya no!
Todas se pusieron en pie.
Chilindrina: Anda, no vuelvas a pisar más la lavandería.
La hermana lavandera se fue molesta. Pero las otras dos estaban muy contentas por el milagro que acaba de tener lugar.
Petra: ¡Qué feliz estoy! Oye... ¿cómo le habrá ido a Dorada?
Macu: ¿Con qué? ¿Con lo de la amenaza?
Petra: ¡No! Con los padres de Mateo.
Macu: ¿¡Qué pasa con los padres de Mateo?
Petra: ¡Que están aquí, en el convento!
Macu: Dios...
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Dorada había acompañado a los padres de Mateo hasta la puerta del Santa Teresita. Allí les iba a contar la verdad.
Apostolía: Deje de marearnos, por favor. ¿Qué pasa con nuestro hijo?
Dorada: Vuestro hijo está muerto.
El semblante de Apostolía y Roberto cambió por completo.
Dorada: Tuvo un accidente de coche. Está enterrado en el cementerio del convento.
Apostolía: ¡No puede ser cierto...!
Roberto: ¿Dónde está ese cementerio?
Dorada: Acompáñenme.
Fausti, Petra y Macu salieron por la puerta. En ese momento, llegaba Santiago en un coche, con Soledad.
Santiago: ¡Buenas a todos!
Fausti: ¡Soledad! ¿Qué tal estás?
Soledad: Ya... ya estoy mejor.
Petra: ¿Qué ocurrió?
Soledad: Me tienen que amputar una pierna...
Macu: Yo... lo siento mucho...
Soledad: Tú no te me acerques.
Soledad entró en el convento. Santiago la siguió.
Fausti: ¡Vamos al cementerio!
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En el cementerio, estaba Dorada con los padres de Mateo. Estos estaban llorando sobre la lápida de su hijo.
Apostolía: Mi niño...
Fausti: Lo sentimos mucho.
Roberto: Eso no nos va a devolver a nuestro hijo.
Petra: De verdada... fue un trágico accidente...
Apostolía: Roberto, vámonos de este lugar. Está claro que nuestro hijo lo tiene merecido. ¡No haber salido de la villa! Bien que le avisamos.
Fausti:
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Roberto: Sí... (hacia la lápida) ¡Ahí tienes tu merecido!
Dorada:
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Apostolía: Adiós.
La pareja abandonó el convento dejando a los otros patidifusos allí.
Macu: No están bien de la cabeza...
Dorada: No...
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Llegó la noche al Santa Teresita. Un carro llegaba al convento. Santiago estaba esperando en la puerta de este. Del carro se bajó un hombre bajito, era el cardenal Sánchez.
Cardenal: Buenas noches. Espero que haya un motivo lo sufientemente grave como para haberme mandado llamar y hacerme este largo viaje.
Santiago: Lo hay, señor, lo hay... pasemos adentro y le cuento.
Cardenal: Espero y deseo quedarme un par de días aquí... ya que hice el viaje.
Santiago: De acuerdo, se quedará.
Dorada estaba mirando desde la ventana de su habitación la llegada de Cardenal. Estaba totalmente sorprendida, pues ese cardenal era uno de los conspiradores y colaboradores de El Consejo.
Dorada: Dios mío... estoy muerta.
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