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La Despechada cap. 7
15:28 |
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Capítulo 2x01 (07): La amenaza
María Adelaida, al final no fue a comisaría, al final tuvo que volver por unas razones...
Encarnación se ha liado con Juan Alberto, el jardinero, su amor llevaba mucho tiempo entre ambos, pero como estaba Ricardo, ninguno se atrevió a dar el paso, pero ahora como Ricardo no está porque Encarnación le ha echado de casa porque piensa que fue el que la disparo...
Ricardo estaba en la calle pidiendo dinero para poder comer. Al fin y al cabo, el caserío no era suyo y ahora estaba perdido.
Los gemelos Humberto y Jeremías viven libres ahora ya. Uno de ellos anda detrás de Maria Adelaida, que ha sido contratada de nuevo como limpiadora.
María Adelaida fue a tirar la basura, era de noche. Cuando volvía vio como un coche negro entraba en el caserón Civera.
Rosa: Muchas gracias por dejarme. Adios.
María Adelaida: ¿Disculpe.. Quién es usted? No puede estar aquí, esta es una finca privada.
Rosa: Tranquila preciosa... ¿tu debes de ser la asistenta verdad? Si, soy la hermana de Encarnación. He venido... unos días.
María Adelaida: Esta bien, acompáñeme.
Rosa: ¡Por favor! ¡Me puedes tutear!
Las puertas del caserón se abrieron y salió Encarnación.
Encarnación: No se te ocurra hablarle de tu a mi hermana...
Rosa: ¡Oh! ¡Hermana! Déjala, no me importa. Además se lo he pedido yo que me hable así.
Encarnación: En cualquier lugar menos en mi casa. En mi casa ella es la chacha y se le trata como tal... ¡Venga a limpiar!
María Adelaida pasó la noche en la habitación de Humberto. Hombre desde que el hace unas semanas tenía una pasión en secreto. Ahora era de día...
Humberto: Buenos días dormilona.
María Adelaida: ¡¿Qué hora es?! ¡Oh! ¡Tu madre me mata!
La mujer se levantó corriendo de la cama histérica. Se vistió rápidamente de su uniforme de limpiadora y se peinó de una manera rápida. Antes de irse le dio un leve beso en la boca al que hasta ahora era su "novio".
Humberto: ¡Espera! ¿Cuánto tiempo más vamos a mantener esto en secreto?
María Adelaida: Humberto... tu madre no consentiría tal cosa y lo sabes.
Humberto: Quieras o no quieras hoy voy a hablar con ella de este tema. Lo he decidido.
La despechada salió de la habitación y se encontró con Rosa por el camino. Ambas iban al comedor.
María Adelaida: ¿Qué tal su primera noche aquí señora?
Rosa: Chica... mira que eres pesada ¡Te he dicho que me trates de tu!
María Adelaida: Pero su hermana...
Rosa: Mi hermana lo está pasando mal desde que dejó a Ricardo. No controla lo que dice.
Después de preparar el desayuno y ponerlo en la mesa, se sentó ella también a comer su porción, que evidentemente era infinitamente menos que la de los gemelos, Rosa y Encarnación. Ella era secundaria.
Encarnación: Hoy viene el encargado de mantenimiento. Al parecer es un hombre con problemas... y en fin, me dio pena y se quedará a dormir aquí. Ve a recibirle y prepara una habitación para el ¿estamos?
La asistenta fue a hacer lo que su ama le había empleado. Adelaida ya no tenía nada por lo que vivir, solo Humberto. Solo tenía en el mundo a Humberto, no conseguía olvidarse de la sospechosa muerte de su hija, pero eso ya formaba parte de una nueva etapa. Por fin había encontrado el amor, y esta vez de verdad, no como cuando tuvo a Sofía. Su padre, ese hombre fue un monstruo. Maltrató a María Adelaida hasta más no poder y luego la dejó sola en el hospital.
Humberto: Madre... hay algo que debo decirle. Estoy teniendo una relación estable con la asistenta del hogar.
Encarnación: ¿El qué?
La mujer que había comprendido todo, se levantó del asiento y le pegó una sonora bofetada a su hijo.
Encarnación: No se te ocurra volver a acercarte a esa furcia o te juro que la mato con mis propias manos delante tuya y...
Rosa: ¡Dejalo! ¡Dejalo! ¡Deja que haga lo que quiera! ¡Tienes una horrorosa obsesión con esa limpiadora! Por favor, es una persona, no voy a dejar que la maltrates. No mientras estés tu aquí.
Ambas hermanas estaban levantadas de la mesa y mirandose enfadadas mutuamente a la cara.
Encarnación: ¿Osas venir a mi casa a decirme que tengo que dejar que mi hijo yaga con una puta y encima poner a todos en mi contra? ¡Fuera de mi casa ahora mismo!
Rosa: Encarna, por favor, no me pienso ir. Esta casa es una herencia de nuestros padres y tengo tanto derecho como tu a estar aquí.
Encarnación: Está bien, haced como os plazca. Tu quedate aquí y tu follate a esa furcia todas las veces que te de la real gana.
La mujer salió del comedor dando un portazo y se encerró en su habitación a llorar.
María Adelaida, que había hecho todo lo que le habían mandando y no sabía nada de la discusión que acababa de haber en el comedor por su culpa estaba esperando al de mantenimiento en las puertas del caserío. Por fin, desde lejos, un hombre con una mochila en hombros entró. Poco a poco, la mente de la limpiadora se fue llenando de ira al reconocer esa cara.
El hombre se fue directo hacia María Adelaida.
Hugo: Hombre... ¿mira a quien tenemos aquí? me ha costado mucho encontrarte y ya estoy aquí. Indícame el camino para hablar con la dueña del caserío.
María Adelaida: ¡Aléjate de mi!
La mujer intentó marcharse adentro, pero Hugo la sostuvo.
Hugo: No te lo pido, te lo ordeno o sino morirás como tu madre. ¿Te acuerdas?
María Adelaida, al final no fue a comisaría, al final tuvo que volver por unas razones...
Encarnación se ha liado con Juan Alberto, el jardinero, su amor llevaba mucho tiempo entre ambos, pero como estaba Ricardo, ninguno se atrevió a dar el paso, pero ahora como Ricardo no está porque Encarnación le ha echado de casa porque piensa que fue el que la disparo...
Ricardo estaba en la calle pidiendo dinero para poder comer. Al fin y al cabo, el caserío no era suyo y ahora estaba perdido.
Los gemelos Humberto y Jeremías viven libres ahora ya. Uno de ellos anda detrás de Maria Adelaida, que ha sido contratada de nuevo como limpiadora.
María Adelaida fue a tirar la basura, era de noche. Cuando volvía vio como un coche negro entraba en el caserón Civera.
Rosa: Muchas gracias por dejarme. Adios.
María Adelaida: ¿Disculpe.. Quién es usted? No puede estar aquí, esta es una finca privada.
Rosa: Tranquila preciosa... ¿tu debes de ser la asistenta verdad? Si, soy la hermana de Encarnación. He venido... unos días.
María Adelaida: Esta bien, acompáñeme.
Rosa: ¡Por favor! ¡Me puedes tutear!
Las puertas del caserón se abrieron y salió Encarnación.
Encarnación: No se te ocurra hablarle de tu a mi hermana...
Rosa: ¡Oh! ¡Hermana! Déjala, no me importa. Además se lo he pedido yo que me hable así.
Encarnación: En cualquier lugar menos en mi casa. En mi casa ella es la chacha y se le trata como tal... ¡Venga a limpiar!
María Adelaida pasó la noche en la habitación de Humberto. Hombre desde que el hace unas semanas tenía una pasión en secreto. Ahora era de día...
Humberto: Buenos días dormilona.
María Adelaida: ¡¿Qué hora es?! ¡Oh! ¡Tu madre me mata!
La mujer se levantó corriendo de la cama histérica. Se vistió rápidamente de su uniforme de limpiadora y se peinó de una manera rápida. Antes de irse le dio un leve beso en la boca al que hasta ahora era su "novio".
Humberto: ¡Espera! ¿Cuánto tiempo más vamos a mantener esto en secreto?
María Adelaida: Humberto... tu madre no consentiría tal cosa y lo sabes.
Humberto: Quieras o no quieras hoy voy a hablar con ella de este tema. Lo he decidido.
La despechada salió de la habitación y se encontró con Rosa por el camino. Ambas iban al comedor.
María Adelaida: ¿Qué tal su primera noche aquí señora?
Rosa: Chica... mira que eres pesada ¡Te he dicho que me trates de tu!
María Adelaida: Pero su hermana...
Rosa: Mi hermana lo está pasando mal desde que dejó a Ricardo. No controla lo que dice.
Después de preparar el desayuno y ponerlo en la mesa, se sentó ella también a comer su porción, que evidentemente era infinitamente menos que la de los gemelos, Rosa y Encarnación. Ella era secundaria.
Encarnación: Hoy viene el encargado de mantenimiento. Al parecer es un hombre con problemas... y en fin, me dio pena y se quedará a dormir aquí. Ve a recibirle y prepara una habitación para el ¿estamos?
La asistenta fue a hacer lo que su ama le había empleado. Adelaida ya no tenía nada por lo que vivir, solo Humberto. Solo tenía en el mundo a Humberto, no conseguía olvidarse de la sospechosa muerte de su hija, pero eso ya formaba parte de una nueva etapa. Por fin había encontrado el amor, y esta vez de verdad, no como cuando tuvo a Sofía. Su padre, ese hombre fue un monstruo. Maltrató a María Adelaida hasta más no poder y luego la dejó sola en el hospital.
Humberto: Madre... hay algo que debo decirle. Estoy teniendo una relación estable con la asistenta del hogar.
Encarnación: ¿El qué?
La mujer que había comprendido todo, se levantó del asiento y le pegó una sonora bofetada a su hijo.
Encarnación: No se te ocurra volver a acercarte a esa furcia o te juro que la mato con mis propias manos delante tuya y...
Rosa: ¡Dejalo! ¡Dejalo! ¡Deja que haga lo que quiera! ¡Tienes una horrorosa obsesión con esa limpiadora! Por favor, es una persona, no voy a dejar que la maltrates. No mientras estés tu aquí.
Ambas hermanas estaban levantadas de la mesa y mirandose enfadadas mutuamente a la cara.
Encarnación: ¿Osas venir a mi casa a decirme que tengo que dejar que mi hijo yaga con una puta y encima poner a todos en mi contra? ¡Fuera de mi casa ahora mismo!
Rosa: Encarna, por favor, no me pienso ir. Esta casa es una herencia de nuestros padres y tengo tanto derecho como tu a estar aquí.
Encarnación: Está bien, haced como os plazca. Tu quedate aquí y tu follate a esa furcia todas las veces que te de la real gana.
La mujer salió del comedor dando un portazo y se encerró en su habitación a llorar.
María Adelaida, que había hecho todo lo que le habían mandando y no sabía nada de la discusión que acababa de haber en el comedor por su culpa estaba esperando al de mantenimiento en las puertas del caserío. Por fin, desde lejos, un hombre con una mochila en hombros entró. Poco a poco, la mente de la limpiadora se fue llenando de ira al reconocer esa cara.
El hombre se fue directo hacia María Adelaida.
Hugo: Hombre... ¿mira a quien tenemos aquí? me ha costado mucho encontrarte y ya estoy aquí. Indícame el camino para hablar con la dueña del caserío.
María Adelaida: ¡Aléjate de mi!
La mujer intentó marcharse adentro, pero Hugo la sostuvo.
Hugo: No te lo pido, te lo ordeno o sino morirás como tu madre. ¿Te acuerdas?
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