postheadericon La Despechada cap. 3

1x03 (03): La caída

María Adelaida iba a pasar por delante de la piscina y Juan Alberto se le tiró encima para empujarla y tirarla al agua. La asistenta puso resistencia y consiguió deshacerse del jardinero. Posteriormente le golpeó con una piedra del suelo en toda la cabeza dejándolo a este inconsciente.

Encarnación y Ricardo que habían visto todo ya habían bajado y se encontraban en el patio.

Ricardo: ¿Dónde te crees que vas?
María Adelaida: A donde vosotros me habéis mandado.
Encarnación: Tu no vas a ir a ninguna parte. Te vas a quedar aquí.
María Adelaida: Este jardinero me ha intentado matar y vosotros habéis matado a decenas de asistentas. ¿Por qué me tendría que quedar? Yo tengo una familia por la que luchar.
Encarnación: Por eso mismo. Te dejaremos quedarte y seguirás trabajando para nosotros. 

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Al final, María Adelaida se quedó trabajando para esta gente. Estuvo varios días evitándoles. Un día, Juan Alberto se cruzó con ella.

Juan Alberto: Que sepas que yo no te quería matar.
María Adelaida: ¿Ah no? Pues entonces porque me ibas a ahogar en la piscina como a las demás. Lo he visto en fotos. Tu eres el que las mataba.
Juan Alberto: Sabes mas de la cuenta. Debería matarte yo ahora mismo.
María Adelaida: Pero no lo vas a hacer.

María Adelaida llamó por teléfono esa mañana al hospital para preguntar como estaba su hija Sofía. Su hija se encontraba en estado crítico. Estaba a punto de morir. Necesitaba esa operación ya. 

La asistenta no dudó en idear un plan para robar a los Civera. Por la noche, cuando estos estaban dormidos, la asistenta cogió un palo de una fregona y se adentró a investigar el inmenso caserón de 700 m2. 

Había una parte del lugar en la que todavía no había mirado, era el desván. La cocina, los baños, las habitaciones, la despensa, los balcones colgantes, todo estaba vacío no había indicios de que allí habían tenido a otras asistentas.

Entonces, María Adelaida oyó un ruido y se escondió. Alguien estaba subiendo la escalera del final del pasillo.

Voz: ¿Hay alguien ahí?

Era una voz masculina muy potente. No era el señor Civera ni tampoco Juan Alberto. La voz continuó por el pasillo y subió al desván por la trampilla colgante del techo. Después cerró la trampilla.

María Adelaida bajó a toda pastilla las escaleras pero tropezó y calló rodando por ella de tal manera que hizo un ruido insoportable que hizo despertar a los Civera.

Encarnación: Eres una inútil. 
Ricardo: No sabes ni bajar una escalera... me das pena. 

Cuando estos se retiraban a sus dormitorios, la señora Civera se volvió.

Encarnación: ¿Y tú que hacías ahí arriba? No es horario de limpieza y estabas husmeando ¿no? Para que, para robar a unos pobres e indefensos ancianos.
María Adelaida: Yo no...
Ricardo: Pues te aviso, de pobres y de indefensos no tenemos un pelo.

Cuando se fueron a la cama, a Ricardo se le calló la foto que María Adelaida había visto en el cajón de la casa. Esta guardó la foto y se fue para su habitación corriendo. 

Cuando llegó a ella, la escondió muy bien. Ya tenía la prueba de que los Civera y Juan Alberto habían ahogado a las otras asistentas. Ella podría ahora hacer chantaje a ellos con esa fotografía y además, esa hombre que había subido al desván ¿Quién era?