postheadericon La Despechada cap. 10

Capítulo 2x04 (10): La puerta oculta.

La despechada y su novio Humberto estaban registrando el garaje de la mansión Civera.

Humberto: ¿Ves cariño? Aquí no hay nada.... es inútil.
María Adelaida: ¡No! Mira.... ¿has visto este garaje de fuera? De fuera es más grande...
Humberto: ¡Oh! Es verdad... entonces ¿estás pensando lo mismo que yo?
María Adelaida: Si... tras esa pared hay algo además...

La mujer golpea la pared y está hueca.

María Adelaida: La pared está hueca. Sea lo que sea aquí hay algo y muy gordo...
Humberto: Espera un momento... mira eso de ahí parece ¿una puerta? ¡Sí! Mira

Humberto abre la puerta. Era pequeña, pero podrían pasar a través de ella si iban de rodillas. Nada más abrir la puerta, un mal olor se les echó encima. La sala contigua olía fatal, allí delante de ellos había unos cadáveres, todas eran mujeres y estaban vestidas de limpiadoras.



María Adelaida: Este es el lugar... ahora solo falta saber ¿por qué las mataban?
Humberto: Genial, pero ahora vayámonos de aquí.

Los dos salieron agarrados de la mano. Entraron al caserón, tenían miedo de encontrarse por el camino con Juan Alberto o Encarnación.

Humberto: Entonces ¿dices que estás embarazada?
María Adelaida: Creo que sí... además tengo los mismos síntomas que cuando tuve a Sofía.
Humberto: De todas maneras, mañana tengo que ir a la ciudad a firmar la compra de la casa, te vendrás conmigo y pasaremos por el hospital a ver que te dice un médico.

Los dos se fueron a dormir a la cama...
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Esa mañana, no estaba Rosa para impedir que Adelaida tuviera que hacer el desayuno, así que como siempre, se levantó temprano y fregó las zonas comunes y después fue a la cocina a preparar el desayuno para todos. Llegaba la hora de llevarlo al comedor, pero la despechada no tenía ninguna gana de verle la cara a Encarnación y Juan Alberto. Pero finalmente tuvo que ir.

María Adelaida: Aquí tenéis (se sentó al lado de Humberto)
Humberto: Madre... ¿cómo usted por aquí?
Encarnación: Por suerte hay gente que aún me quiere y me ha pagado la fianza.

Encarnación dijo esas palabras en tono borde hacia su ex marido Ricardo.

Ricardo: Ya no somos pareja, no tengo porque gastarme un dineral por una persona que no me importa.
Humberto: Mama, te veo más calmada...
María Adelaida: Lo raro es que no me haya intentado matar con el cuchillo con el que parte las tostadas.
Humberto: (en voz baja) Calla, no tenses la situación, por favor te lo pido.
Encarnación: Si por mi fuera, tranquila, te rajaría ahora mismo, pero resulta que tengo que aguantar policías en mi propia casa.
Humberto: Madre se equivoca... ya no es su casa.
Encarnación: ¿Perdona?
Humberto: Rosa la va a vender... es el mayor titular de la casa y tiene toda la ley de su parte.
Encarnación: Perdona, la casa está a nombre de las dos y la decisión de venderla nos corresponde a las dos.
Humberto: Si madre, pero yo la voy a comprar, y le aconsejo tanto a usted, como al señor Juan Alberto que fueran abandonando el caserón. Madre usted puede buscarse la vida, ya es mayorcita y Juan, ya no nos hacen falta sus servicios de jardinero. Bueno, ¡nos tenemos que ir! Vamos María...

Los dos se levantaron de la mesa y se fueron camino a la notaría. Se quedaron sentados Juan Alberto, Encarnación y Ricardo. Este último también se levantó y dejó a los amantes solos en la mesa.

Juan Alberto: Vaya... parece que la vida le ha dado un revés.
Encarnación: Tranquilo... esto tiene marcha atrás. Si mi hermana no vendiera la casa, todo volvería a ser como antes.
Juan Alberto: Pero es imposible detener ahora a su hermana. Ya debe estar en la notaría.
Encarnación: Te equivocas, hay algo que la haría volver... yo se un secreto suyo que le podría interferir en su profesión de policía...

En las puertas de notaría, estaban a punto de entrar a firmar los papeles de la venta de la casa, cuando de repente le suena el teléfono a Rosa.

Rosa: ¿Diga?
Encarnación: Rosa... querida, no vendas la casa.
Rosa: ¿Quieres dejarme en paz?
Encarnación: Ven a casa, tenemos que hablar ¡ya!
Rosa: ¿Pero qué dices?
Encarnación: O vienes a casa o ahora mismo me voy a tus superiores y les cuento lo que hiciste de adolescente... ¿Te acuerdas? Mataste a una persona y luego escondiste su cadáver, y lo puedo demostrar.
Rosa: ¿Cómo eres así? ¿Cómo te gusta sacar tanto el pasado? Eres una zorra...
Encarnación: ¿Vienes a casa o qué?

Rosa tuvo que cancelar por ese momento la firma de la venta del caserón, se montó en el coche y acompañado de Humberto y María Adelaida, que estaban muy contentos porque el médico les había dicho que ella estaba embarazada, todos fueron al caserón de vuelta.

Cuando llegaron, estaba Encarnación y Juan Alberto esperándoles en la hall.

Encarnación: Coge el móvil y llama a comisaría para ordenar que suelten a Hugo y diles que te equivocaste al llevarnos al calabozo y que Hugo y yo estamos limpios.
Rosa: Eres malvada... ¡Me dijiste que si no vendía la casa no contabas nada! ¿Ahora también me haces chantaje con esto?
Encarnación: ¿Llamas tu o llamo yo a contar tu pasado?

La mujer llamó a comisaría y ordenó a sacar a Hugo. Ahora Hugo estaba libre y se dirigía de vuelta al caserón Civera.

Rosa: Bueno... ya estamos en paz.
Encarnación: ¡Ahora!

Juan Alberto se abalanzó sobre la mujer y le clavó un cuchillo grande en todo el estómago. Rosa fue cayendo al suelo poco a poco. Humberto y María Adelaida gritaban y lloraban.

María Adelaida: ¡Hija de puta! ¡Perra!
Encarnación: ¡Mátala a ella también!
Humberto: ¡Corre, escapa!

María Adelaida salió corriendo hacia el jardín. Ya no estaba Rosa para protegerla y Humberto por mucho que la intentara, no podía llevarle la contra a su madre, ahora la estaban siguiendo para matarla. Juan Alberto perseguía a la despechada por el jardín con el cuchillo en mano.

Humberto: Madre, la odio... es usted la peor persona que he conocido en el mundo, solo espero que se pudra en el mismísimo infierno.
Encarnación: Gracias hijo... ahora tengo cosas más importantes que hacer como esconder un cadáver...