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viernes, 28 de octubre de 2011
3:22 |
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Año 2102, la Tierra estaba condenada a la muerte. Los polos se habían derretido por completo. El planeta estaba en plena guerra mundial, los máximos dirigentes de las naciones habían estallado en una gran disputa de supervivencia, la cual daba origen a dicha guerra. El origen de la disputa fueron los desastres medioambientales que habían tenido lugar por culpa de los antepasados.
Pensando que ya no había nada más que hacer en nuestro planeta, un grupo de científicos puso en marcha un plan de supervivencia de la raza humana. Gracias a sus sofisticadas máquinas y a sus conocimientos astronómicos, construyeron una gran nave espacial a la que bautizaron como ‘Kosmos’.
Así pues, fue seleccionada una muestra de la población formada por 2 astronautas (Álvaro y Paco), un jefe de organización (Víctor), una médica (Carmen), una profesora (Sara) y un grupo de 20 alumnos (entre ellos Jorge, Damián y Priscilla). El plan también contaba con la ayuda de un robot llamado Barrax que tenía capacidades de hablar, pensar, relacionarse y ser consciente de sus actos.
El viaje duró tres meses. Tres meses largos en los que muchas cosas ocurrieron. Tras pisar Kepler, se percataron de que había una huella en la superficie del planeta, lo cual solo podía significar una cosa: alguien había pisado esa tierra anteriormente.
Asustados, fueron a investigar dicha huella. Pero fueron sorprendidos cuando el robot Barrax tomó el control de la nave y despegó hacia el espacio con los niños dentro. En ese mismo instante, Víctor sufrió un ataque de una fuerza invisible, una fuerza invisible que se había comunicado con el robot para que los abandonara a su merced en el raso Kepler. Ahora estaban solos, sin nave, sin provisiones y sin ninguna escapatoria.
Se iba haciendo de noche. La nave ya estaba bastante lejos de Kepler. Todos estaban muy asustados y alterados, no sabían qué hacer, dónde ir ni nada. Para colmo, Víctor seguía desmayado. Tenía la cara llena de moratones.
Flashback
Aún estaban en la Tierra, pronto partirían hacia Kepler en la nave Kosmos. Apenas faltaban un par de días, todo estaba listo. Víctor esperaba en un compartimento de la nave, al parecer comprobando algo. De pronto, un hombre entró.
HOMBRE: ¿Qué haces?
VÍCTOR: Nada, comprobando la seguridad de la nave. Ya sabe, cuestiones técnicas.
HOMBRE Comprendo.
VÍCTOR ¿Quería algo?
HOMBRE No, solo estaba echándole un vistazo.
VÍCTOR: Aún no nos hemos presentado. ¿Cómo te llamas?
HOMBRE: Víctor. ¿Y usted?
VÍCTOR: Eso no se lo puedo decir.
HOMBRE: ¿Vas a viajar a Kepler?
VÍCTOR: Por supuesto.
HOMBRE: Pues deberías decirme tu nombre completo.
VÍCTOR: ¿Y eso por qué?
HOMBRE: Porque resulta que yo soy el que manda en este viaje. Soy el capitán.
VÍCTOR: Permíteme creer que en eso te equivocas.
De pronto, el intruso agarró al capitán de la nave. Él intentó defenderse, pero el recién llegado era experto en artes marciales.
VÍCTOR: El capitán de la nave... soy yo.
El delincuente sacó un cuchillo y apuñaló a aquel hombre, quien murió en cuestión de segundos. Por fin había concluido su trabajo, ahora él tomaría la identidad de Víctor y nadie sospecharía nada.
HOMBRE: ¿Qué haces?
VÍCTOR: Nada, comprobando la seguridad de la nave. Ya sabe, cuestiones técnicas.
HOMBRE Comprendo.
VÍCTOR ¿Quería algo?
HOMBRE No, solo estaba echándole un vistazo.
VÍCTOR: Aún no nos hemos presentado. ¿Cómo te llamas?
HOMBRE: Víctor. ¿Y usted?
VÍCTOR: Eso no se lo puedo decir.
HOMBRE: ¿Vas a viajar a Kepler?
VÍCTOR: Por supuesto.
HOMBRE: Pues deberías decirme tu nombre completo.
VÍCTOR: ¿Y eso por qué?
HOMBRE: Porque resulta que yo soy el que manda en este viaje. Soy el capitán.
VÍCTOR: Permíteme creer que en eso te equivocas.
De pronto, el intruso agarró al capitán de la nave. Él intentó defenderse, pero el recién llegado era experto en artes marciales.
VÍCTOR: El capitán de la nave... soy yo.
El delincuente sacó un cuchillo y apuñaló a aquel hombre, quien murió en cuestión de segundos. Por fin había concluido su trabajo, ahora él tomaría la identidad de Víctor y nadie sospecharía nada.
De repente, Víctor recuperó la consciencia. Estaba oyendo hablar a los demás.
SARA: ¿Se recuperará?
CARMEN: Espero que sí.
SARA: ¿Y qué va a ser de nosotros? Tendremos que dormir y comer, y no disponemos de muchas comodidades precisamente.
ÁLVARO: Y encima no estamos solos, ¡vamos a morir!
Por fin abrió los ojos.
VÍCTOR: ¡Ahhhhh!
CARMEN: ¡Víctor! ¿Qué te ocurre? ¿Estás bien?
VÍCTOR: Sí, o eso creo.
Víctor estaba pálido. Se le notaba el miedo en la cara.
CARMEN: ¿Qué te ha pasado?
VÍCTOR: Algo me ha golpeado, pero no lo pude ver.
CARMEN: ¿Algo? ¿Cómo que ‘algo’? ¿No pudiste verle la cara ni nada?
VÍCTOR: No sé lo que era, pero antes de despertarme recordé... se me vino algo a la cabeza. Nunca me había pasado algo así. Hacía tiempo que no pensaba en ello.
CARMEN: Cuéntanoslo, podremos ayudarte.
VÍCTOR: No quiero, es muy personal. Lo siento. (Se incorpora) ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Kosmos?
PACO: Tu querido Barrax se ha llevado la nave con los niños dentro.
VÍCTOR: ¡Estúpido robot defectuoso, mal fabricado!
ÁLVARO: ¿Veis como no era de fiar? Si esto ya lo sabía yo.
PACO: Está claro que nos la ha jugado.
CARMEN: A ver, calmaros. Hemos hecho un viaje muy largo. Era peligroso, ¿o no? Pero hemos sobrevivido, y hemos llegado hasta aquí. Entonces ¿por qué no va a ser diferente esta vez?
ÁLVARO: (Con pánico) Porque estamos es un planeta desconocido sin comida, sin agua y con habitantes extraños que no conocemos. ¿Por eso quizás?
SARA: Hombre, algo de razón tiene.
CARMEN: Vale sí, tiene razón. Pero la vez anterior también parecía imposible. Y si pensamos que no vamos a salir vivos de aquí jamás tendremos la oportunidad de otra opción. Al menos habrá que intentarlo.
Se hizo un silencio un tanto incómodo.
PACO: (Con sorna) Uy Víctor, la bióloga te está intentando quitar el protagonismo ¿eh?
VÍCTOR: ¡Calla o te reviento, desgraciado!
CARMEN: No os peleéis, que parecéis críos pequeños. A lo que iba, tendremos que intentarlo al menos ¿no?
PACO: Carmen lleva toda la razón, ¿quién está conmigo?
VÍCTOR: (Entre dientes) ¡Yo! Tienen razón, me han convencido.
SARA: ¡Y yo también!
ÁLVARO: (Cede) Bueno, si no hay otro remedio... Supongo que tendrá algo de razón.
VÍCTOR: Bien, pues esta noche dormiremos al raso.
SARA: ¿Aquí?
VÍCTOR: Aquí, a no ser que conozcas un sitio mejor.
Sara cogió su diario y comenzó a escribir en él.
Hoy nos ha pasado algo con lo que no contábamos. Se han llevado la nave. Por lo visto todo ha sido cosa de un robot que llevábamos a bordo, y la verdad es que no podía sentirme más culpable. Todos mis alumnos se quedaron dentro, con él. No quiero que les pase nada, a ellos no. Son solo niños.
Es curiosa la atmósfera de Kepler. Según los estudios que habíamos hecho en la Tierra, este planeta no tiene su misma inclinación. Así que hay dos caras: una donde siempre es de día, y otra en la que la noche cae durante las veinticuatro horas. Bueno, durante las seis horas, que al fin y al cabo es lo que tarda Kepler en dar una vuelta sobre sí mismo.
De todas formas nosotros viajamos a la parte más habitable, a la que llamamos parte ‘‘Vitae’’. Aquí nunca es de día ni de noche, permanecemos en un amanecer y anochecer perpetuos. Las seis horas del día, los veintiséis días del año.
Ahora vamos a intentar cocinar unas latas, a ver cómo salen. Voy a dejar de escribir, que tengo hambre. Eso sí, echo de menos dar clases de Historia.
El anochecer perpetuo caía sobre Kepler. Veintiséis días en total oscuridad era la distancia que debían recorrer a pie para llegar a la otra parte del planeta, donde la luz era perpetua. Claro está que ningún ser humano sería capaz de soportar circunstancias tan extremas por sí mismo, así que tenían que encender un fuego para combatir el frío.
Carmen tenía una caja de cerillas, pero nada con que prender y hacer una hoguera. Por fin, avistaron un rincón más oscuro y frondoso, donde parecía haber mayor vida que en la mayor parte de la superficie de Kepler.
SARA: ¡Ey, mirad aquello de allí!
PACO: Parece un bosque.
SARA: Es que lo es, hay árboles. Carmen, ¿podría haber madera en este planeta?
CARMEN: Es muy probable, sí. Se ha podido desarrollar de forma parecida a la Tierra.
SARA: Álvaro y Paco, venid conmigo. Vamos a coger aquel árbol.
PACO: (Quejándose) ¿Tiene que ser ahora? ¡Es que estoy cansado!
SARA: (Entre dientes) Pero si está como a cien metros, no te vas a morir por hacer un poco de ejercicio. (Resuelta) Da igual, si no quieres no vengas.
Presionado ante la evidencia, Paco se incorporó y fue con Sara y Álvaro. A cien metros vieron un árbol parecido a los robles típicos de la Tierra, así que no les hizo falta adentrarse más en el lugar.
ÁLVARO: Bien, ¿alguna idea? ¿Cómo lo vamos a tirar?
SARA: Pues la verdad es que aún no he pensado en eso.
Súbitamente, el suelo empezó a temblar y comenzaron a gritar. Era un terremoto. En el otro lado, Víctor y Carmen se agarraron de la mano y se tumbaron en el suelo.
CARMEN: ¡No te levantes bajo ningún concepto!
VÍCTOR: ¿Porque tú me lo digas? ¡Sí, hombre!
CARMEN: ¡Hazme caso por una vez, está en peligro tu vida!
La superficie del planeta temblaba de una manera sobrenatural, hasta que ocurrió lo último que podían esperar. Una enorme grieta se fue abriendo progresivamente, haciéndose cada vez más ancha. Álvaro, Paco y Sara a un lado. Carmen y Víctor a otro. Los primeros gritaban desesperados.
SARA: ¡Tenemos que saltar!
ÁLVARO: ¿Estás loca? ¡Caeremos en el abismo!
Desde el otro lado, Carmen contestó gritando. A la vez, el temblor sonaba cada vez más fuerte.
CARMEN: ¡No saltéis! Puede tener miles de kilómetros de profundidad, ¡es un suicidio!
ÁLVARO: (Anonadado) Eso debe ser el centro del planeta como mínimo.
CARMEN: (Desde el otro lado) No es el centro de Kepler, ¿en serio has estudiado algo de geología en tu vida? Lo más probable es que una caída ocasionara la muerte inmediata. Además, no podríamos ir a rescatar a la persona que cayese.
VÍCTOR: Huy, que inteligente la bióloga. ¿Y para eso hacía falta un diploma?
CARMEN: No, tan sólo expongo la realidad. Además, te recuerdo que yo no soy quien va matando a gente por ahí.
Víctor le lanzó una mirada peligrosa, llena de rencor.
VÍCTOR: ¿Cómo has dicho?
CARMEN: Nada, nada...
En el otro lado, los demás seguían escandalizados ante la idea de cruzar la grieta.
ÁLVARO: ¡Tengo miedo, no quiero morir!
Inesperadamente, el temblor cesó. Todos suspiraron. Afortunadamente, la grieta era de unos diez metros de ancho. No era mucho, pero sí lo suficiente como para no poder saltarla sin caer.
SARA: ¿Y ahora qué hacemos?
CARMEN: (Desde el otro lado) Mirad detrás vuestra. Muchos árboles han caído con el terremoto.
PACO: ¡Claro! Vamos a poner uno de puente.
ÁLVARO: ¡Pero eso es muy peligroso!
VÍCTOR: Pero es vuestra única manera de cruzar a este lado.
CARMEN: ¡Víctor tiene razón! Colocad un tronco.
Entre los tres cogieron uno de los troncos y lo acercaron hasta la grieta.
SARA: Vamos a ir empujándolo con mucho cuidado, ¿vale?
ÁLVARO: De acuerdo.
Al empujar el tronco hacia la grieta, Álvaro no pudo evitar marearse.
ÁLVARO: Madre mía, nos caemos ahí y seguro que vivimos para contarlo, ja ja.
PACO: Qué pesado, todo el día haciendo tonterías.
ÁLVARO: Era una broma.
SARA: ¡Callaos ya y ayudadme con el árbol!
Por fin lo colocaron para cruzar. Aunque el tronco era muy fuerte, debía de ser lo suficiente para que pudieran pasar todos. Pero Álvaro tenía un secreto que podría influir bastante en el asunto.
SARA: Yo voy primero.
Sara fue con mucho cuidado sobre el árbol, poco a poco. Cuando ya había pasado unos cinco metros de la grieta, miró hacia atrás con mucha seguridad y sonrió a los otros dos. Al final, consiguió pasar y reunirse con Carmen y Víctor. Se abrazaron.
CARMEN: ¡Bien hecho! Esa es mi profesora.
VÍCTOR: ¡Vamos, ahora cruzad vosotros dos!
En el otro lado, estaban discutiendo sobre quién iba a cruzar ahora.
PACO: Cruza ya, pesado
ÁLVARO: ¡Que no! Ve tú primero.
PACO: ¿Y por qué tengo que ir yo primero?
ÁLVARO: ¿Y por qué tendría que ir yo?
Víctor, desesperado, les gritó.
VÍCTOR: ¡Cruzad de una vez la maldita grieta, coño! ¡Es una orden! Acátenla.
Los astronautas decidieron echarlo a suertes para acabar con la discusión.
PACO: Piedra, papel o tijera. Una, dos y tres.
Paco sacó piedra y Álvaro papel.
ÁLVARO: ¡Ja! El papel envuelve a la piedra.
PACO: Bien, pues cruzo yo primero.
Paco cruzó el tronco con seguridad, de la misma forma que lo había hecho Sara. Una vez cruzado, se abrazó también con los demás. Ahora solo faltaba Álvaro.
CARMEN: ¡Venga Álvaro, solo faltas tú!
ÁLVARO: Yo, es que… tengo vértigo.
SARA: ¿Cómo? Álvaro, tienes que cruzar. No te puedes quedar allí solo.
CARMEN: Vence a tus miedos. Es la única manera de que se te quite el vértigo.
Víctor agarró de la manga a Carmen y se apartó para hablar con ella en voz baja.
VÍCTOR: Carmen, eres consciente de que cuando haya recorrido la mitad del tronco se puede marear al mirar abajo y caerse, ¿no?
CARMEN: Claro que lo sé, pero es la única manera que tiene. De lo contrario qué hará, ¿quedarse en el otro lado?
VÍCTOR: Por cierto... mantengo lo que te dije la otra vez. No sé a qué venía lo de que no eres tú quien va matando a gente por ahí.
CARMEN: Tú sabrás.
Álvaro se subió al tronco con torpeza, lleno de inseguridad. Avanzó varios metros.
CARMEN: ¡No mires hacia abajo!
El chico no miraba, pero tampoco podía evitar sentirse a punto de llorar. Cerró los ojos y fue caminando en línea recta. Unos instantes después, escuchó a los demás aplaudiendo. Ya había cruzado la grieta. Lo había conseguido.
SARA: ¡Lo has conseguido!
ÁLVARO: Pensé que nunca lo lograría.
CARMEN: Venga, coged el tronco, vamos a hacer fuego.
Así lo hicieron enseguida. Lo que ellos no sabían es que la formación de aquella grieta no había sido una mera casualidad.
Más cerca de lo que pudieran imaginar, dos seres invisibles se encontraban en una sala llena de máquinas de tecnología muy avanzada.
VOZ 1: Señor, el plan de la grieta ha fracasado. Consiguieron cruzarla con un tronco de árbol.
VOZ 2: Vaya, veo que estos terrícolas son más listos de lo que pensaba. Quizás los hemos subestimado, deberíamos estar más a su nivel.
VOZ 1: No comprendo a qué se refiere.
VOZ 2: A que aún tenemos muchas posibilidades. De momento, ya tengo un nuevo plan.
VOZ 1: ¿Y cuál es?
VOZ 2: Vamos a utilizar a la católica.
VOZ 1: ¿A la loca esa? ¿Pero cómo, ha perdido usted la cabeza?
VOZ 2: Para nada. Precisamente por su enfermedad es fácil de manejar, nos será de mucha utilidad. Y si no está dispuesta a colaborar, la torturaremos hasta que cambie de opinión. Avisa a Barrax, se lo contaremos. Tenemos una oportunidad de oro y no la podemos desaprovechar.
VOZ 1: Está bien, pero dentro de un rato. Mejor que seamos discretos.
VOZ 2: Tienes razón, veo que ya piensas como un líder. Y que sea la última vez que me llamas loco, o tendrás el mayor de los sufrimientos. ¿Queda claro?
La primera voz no contestó, al fin y al cabo no era necesario. Acabarían con esos intrusos, y esta vez de verdad.
Barrax estaba en la nave con los niños. Sus intenciones eran volver a la Tierra. Jorge entró en la sala en la que estaba el robot, acompañado de Priscilla y Damián.
JORGE: ¡Barrax! ¡Vuelve atrás!
BARRAX: Barrax no está autorizado para cumplir las órdenes de un menor. Mec.
Jorge volvió atrás, hacia donde estaban Priscilla y Damián.
JORGE: Chicos… ¿qué hacemos?
PRISCILLA: Tengo mucho miedo. Damián, nuestros padres ¿estarán muertos?
DAMIÁN:Como todos en la Tierra. Pero eso es algo que debíamos de haber asimilado ya, ¿no?
JORGE: ¡Yo quiero volver a Kepler! Hay que romper ese robot.
DAMIÁN: Jorge. Ese robot es lo único que nos puede llevar a Kepler.
PRISCILLA: ¡Esperad! Tengo una idea.
Los niños fueron a esperar que Barrax abandonara la sala de mandos de Kosmos. Cuando lo hizo, entraron en ella y cerraron la puerta.
DAMIÁN: ¡Por fin!
PRISCILLA: Bien. Ahora solo tenemos que darle al botón de regreso automático.
JORGE: ¿Y cuál es ese botón?
PRISCILLA: No sé. Yo solo sé que cuando veníamos del viaje hacia Kepler, oí a Víctor decir que si alguna vez había algún problema y él no estaba ahí, que le diéramos al botón del regreso automático.
JORGE: ¿Y a dónde se supone que volveremos?
PRISCILLA: A Kepler... ¿no?
DAMIÁN: O a la Tierra, eso no lo sabemos.
JORGE: (Decidido) Habrá que correr el riesgo, no nos queda otra opción.
Damián se acercó hasta el panel de comandos. Había un montón de botones.
DAMIÁN: Bien, creo que es este... “return” dice.
PRISCILLA: Pues dale ya, ¿a qué estás esperando?
El chico pulsó el botón. Entonces, la nave giró de rumbo precipitadamente y dio la vuelta. Fuera de la sala de mandos, oyeron a Barrax descontrolarse.
BARRAX: Objetivo fallido, regreso automático no esperado. Barrax sin control. Mec. Error, error, error.
Acaban de terminar de comer unas latas de conservas junto al fuego. Carmen estaba mirando a Víctor de una manera que no lo había hecho desde que embarcaron en la nave Kosmos, con una mezcla de curiosidad e interés.
VÍCTOR: ¿Quieres algo?
CARMEN: No, no... Nada.
Carmen, sumida en sus pensamientos, recordó algo que había ocurrido justo el día en que Kosmos despegaba.
Flashback
Carmen estaba viendo las instalaciones de Kosmos. Estaba buscando a un tal Víctor, el jefe la nave. Iba andando por ésta cuando llegó a una zona donde había una puerta cerrada. Oyó a alguien dentro.
CARMEN: ¿Hola?
La mujer llamó a la puerta con insistencia. Finalmente, Víctor la abrió.
VÍCTOR: ¿Quién eres tú?
CARMEN: Soy Carmen, bióloga y médica. La supervisora del viaje.
VÍCTOR: Interesante, yo soy... eh... Víctor, el jefe de la nave Kosmos.
CARMEN: ¿Qué hacías aquí? ¿Y qué eran esos ruidos?
VÍCTOR: ¿Ruidos? Nada, estaba aquí con un secretito.
La mujer sacó una caja, en ella había un robot desconectado.
VÍCTOR: (Sorprendido) ¿Y esto?
CARMEN: Se llama Barrax. Es un robot que nos puede ser muy útil.
VÍCTOR: Ah, vale. Todo lo que nos pueda servir de ayuda en el viaje, bien recibido será.
Antes de abandonar la estancia, Carmen se percató de que había manchas de sangre en el suelo. Además, un cuchillo asomaba en el bolsillo de Víctor, curiosamente también manchado de sangre.
CARMEN: ¿Qué ha pasado aquí?
Víctor agarró con fuerza a la doctora por la muñeca y la introdujo en la sala. Cerró la puerta de un portazo y la amenazó con el cuchillo.
CARMEN: ¡Por favor! ¡Yo no he hecho nada malo!
VÍCTOR: Ni lo harás. Tú no has visto absolutamente nada. ¿Entendido?
CARMEN: (Le cae una lágrima) Sí, sí… Pero por favor, baje el cuchillo, se lo suplico.
Tras unos segundos de suspense, Víctor hizo caso a la doctora.
VÍCTOR: No le dirás a nadie lo que has visto aquí. Porque si lo haces, acabarás igual que esa persona que hay en la caja. En una nave espacial en mitad de un planeta desconocido no tendrás escapatoria. ¿He sido lo suficientemente claro?
CARMEN: Sí.
La mujer se secó las lágrimas y salió de allí lo más deprisa que pudo.
CARMEN: ¿Hola?
La mujer llamó a la puerta con insistencia. Finalmente, Víctor la abrió.
VÍCTOR: ¿Quién eres tú?
CARMEN: Soy Carmen, bióloga y médica. La supervisora del viaje.
VÍCTOR: Interesante, yo soy... eh... Víctor, el jefe de la nave Kosmos.
CARMEN: ¿Qué hacías aquí? ¿Y qué eran esos ruidos?
VÍCTOR: ¿Ruidos? Nada, estaba aquí con un secretito.
La mujer sacó una caja, en ella había un robot desconectado.
VÍCTOR: (Sorprendido) ¿Y esto?
CARMEN: Se llama Barrax. Es un robot que nos puede ser muy útil.
VÍCTOR: Ah, vale. Todo lo que nos pueda servir de ayuda en el viaje, bien recibido será.
Antes de abandonar la estancia, Carmen se percató de que había manchas de sangre en el suelo. Además, un cuchillo asomaba en el bolsillo de Víctor, curiosamente también manchado de sangre.
CARMEN: ¿Qué ha pasado aquí?
Víctor agarró con fuerza a la doctora por la muñeca y la introdujo en la sala. Cerró la puerta de un portazo y la amenazó con el cuchillo.
CARMEN: ¡Por favor! ¡Yo no he hecho nada malo!
VÍCTOR: Ni lo harás. Tú no has visto absolutamente nada. ¿Entendido?
CARMEN: (Le cae una lágrima) Sí, sí… Pero por favor, baje el cuchillo, se lo suplico.
Tras unos segundos de suspense, Víctor hizo caso a la doctora.
VÍCTOR: No le dirás a nadie lo que has visto aquí. Porque si lo haces, acabarás igual que esa persona que hay en la caja. En una nave espacial en mitad de un planeta desconocido no tendrás escapatoria. ¿He sido lo suficientemente claro?
CARMEN: Sí.
La mujer se secó las lágrimas y salió de allí lo más deprisa que pudo.
VÍCTOR: Bueno, creo que ha llegado la hora de contar ovejas.
CARMEN: ¿Dormir?
VÍCTOR: Por supuesto. No podemos estar sin descansar.
CARMEN: Pero...
VÍCTOR: Haremos turnos. Alguien se quedará despierto.
CARMEN: Yo estoy agotada.
ÁLVARO: ¡Y yo!
SARA: Yo necesito descansar.
VÍCTOR: Yo estoy herido.
Todos miraron a Paco.
SARA: ¡Paco! Tú el primero, por haber dejado solo a Álvaro y cruzar antes que él.
PACO: Pero...
VÍCTOR: Ni pero ni nada, ¡a vigilar!
Al final, todos se dejaron dormir. Paco se quedó con una linterna despierto. Miraba al cielo.
PACO: Pues nada, me tocó a mí el muerto. Qué se le va a hacer.
De repente, Paco oyó unos susurros.
PACO: (Inseguro) ¿Hola?
Una voz grave y difuminada penetró en la mente de Paco.
VOZ: Ven, ven con nosotros...
PACO: ¿Quién es?
VOZ: Ven aquí...
Intentó resistirse, pero inexplicablemente se levantó. Manejado como si fuera una simple marioneta, Paco se perdió en la oscuridad. Notó cómo algo se le echaba encima, y gritó con todas sus fuerzas.
PACO: ¡Nooooooooooooooooooooooooo!
Todos los que estaban alrededor del fuego se despertaron por culpa del grito.
CARMEN: (Alarmada) ¿Qué ha sido eso?
VÍCTOR: Tranquilos, no pasa nada.
Sara miró a ambos lados de la hoguera.
SARA: ¿Y Paco? ¡¿Dónde está Paco?!
Víctor se quedó mirando hacia la zona donde debía estar Paco.
VÍCTOR: Oh no... ¡Paco!
Ahora no sólo estamos sin nave, sin robot y sin los niños; sino que también se han llevado a Paco. ¿Pero quién, cómo y por qué? No lo sabemos, y cada vez tengo más miedo de lo que nos pueda pasar.
CARMEN: Tenemos que encontrar a Paco, pero también hemos perdido la nave y con ella todas las reservas de comida. Así que yo propongo que nos dividamos en dos grupos. Uno que vaya a buscar a Paco y otro que busque comida.
(...)
Damián se quedó un rato observando por el ventanal. Se fijó en algo a lo lejos.
DAMIÁN: (Señalando) ¡Priscilla! ¿Qué es eso?
PRISCILLA: (Asustada) No lo sé.
Un fuerte ruido sonó por toda la nave, y un tambaleo hizo caer a los chicos al suelo. La luz se apagó y de repente notaron un frío extremo, inhumano.
DAMIÁN: Priscilla, ¡es un agujero negro! ¡Nos va a absorber!
(…)
CARMEN: ¿Álvaro? ¿Qué te pasa?
ÁLVARO: Ayu… ayu… ayuda…
CARMEN: ¡Álvaro! ¡NO!
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